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CONFIESO QUE HE VIVIDO PABLO NERUDA Memorias Estas ...

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Confieso que he vivido. <strong>Memorias</strong> Pablo Neruda<br />

Le habían encontrado la libreta donde aquel nazi había cuidadosamente anotado sus crímenes.<br />

Ancianos y niños ahorcados por su mano, violaciones de muchachitas. Lo sorprendieron en la misma aldea<br />

de sus depredaciones. Desfilaron los testigos. Le leyeron su libreta acusadora. El desafiante asesino<br />

contestó sólo una frase: "Lo volvería a hacer si pudiera empezar de nuevo". Yo tuve aquella libreta en mis<br />

manos y aquel revólver que suprimió la vida de un cruel forajido.<br />

En los lagos masurianos, multiplicados hasta el infinito, se pescan anguilas. A hora temprana<br />

partíamos a la pesca y luego las veíamos palpitantes y mojadas, como cinturones negros.<br />

Me familiaricé con aquellas aguas, con sus pescadores y su paisaje. De la mañana a la noche mi<br />

amigo me hacía subir y bajar, correr y remar, conocer gentes y árboles. Todo al grito de: "Aquí debes tomar<br />

reposo. No hay sitio como éste para reposar".<br />

Cuando partí de los lagos masurianos, me regaló una anguila ahumada, la más larga que he visto.<br />

Este extraño bastón me complicó la vida. Yo quería comérmela, porque soy gran partidario de las<br />

anguilas ahumadas y ésta venía directamente de su lago natal, sin almacenes ni intermediarios,<br />

insospechable. Pero esos días no faltaba en mi hotel anguila en cada menú. Y yo no tenía ocasión de<br />

servirme mi anguila privada, ni de día ni de noche. Comenzó a ser una obsesión para mí.<br />

En la noche la sacaba al balcón para que tomara el fresco. A veces, en medio de conversaciones<br />

interesantes, recordaba que ya era mediodía y que mi anguila seguía a la intemperie, a pleno sol. Entonces<br />

yo perdía todo interés en el tema, y corría a dejarla en un lugar fresco de mi habitación, dentro de un<br />

armario por ejemplo.<br />

Por fin encontré un amateur a quien le regalé, no sin remordimientos, la más larga, la más tierna y la<br />

mejor ahumada de las anguilas que han existido.<br />

Ahora el gran Borezjha, quijote flaco y dinámico, admirador de Sancho como el otro quijote, sensible y<br />

sabio, constructor y soñador, reposa por primera vez. Reposa en las tinieblas que tanto amó. junto a su<br />

descanso se sigue creando un mundo a que le dio su vital explosión, su infatigable fuego.<br />

SOMLYO GEORGY<br />

Amo en Hungría el entrelazamiento de la vida y la poesía, de la historia y la poesía, del tiempo y del<br />

poeta. En otros sitios se discute este asunto con más o menos inocencia, con más o menos injusticia. En<br />

Hungría todo poeta está comprometido antes de nacer. Attila Josepli, Ady Endre, Gyula Illés son productos<br />

naturales de un gran vaivén entre el deber y la música, entre la patria y la sombra, entre el amor y el dolor.<br />

Somlyo Georgy es un poeta a quien he visto crecer, con seguridad y poder, desde hace veinte años.<br />

Poeta de tono fino y ascendente como un violín, poeta preocupado de su vida y las otras, poeta húngaro<br />

hasta los huesos; húngaro en su generosa disposición de compartir la realidad y los' sueños de un pueblo.<br />

Poeta del amor más decidido y de la acción más ardiente, guarda en su universalidad el sello singular de la<br />

gran poesía de su patria.<br />

Un joven poeta maduro, digno de la atención de nuestra época. Una poesía quieta, transparente y<br />

embriagadora como el vino de las arenas de oro.<br />

QUASIMODO<br />

La tierra de Italia guarda las voces de sus antiguos poetas en sus purísimas entrañas. Al pisar el<br />

suelo de las campiñas, al cruzar los parques donde el agua centellea, al atravesar las arenas de su<br />

pequeño océano azul, me pareció ir pisando diamantinas substancias, cristalería secreta, todo el fulgor que<br />

guardaron los siglos. Italia dio forma, sonido, gracia y arrebato a la poesía de Europa; la sacó de su primera<br />

forma informe, de su tosquedad vestida con sayal y armadura. La luz de Italia transformó las harapientas<br />

vestiduras de los juglares y la ferretería de las canciones de gesta en un río caudaloso de cincelados<br />

diamantes.<br />

Para nuestros ojos de poetas recién llegados a la cultura, venidos de países donde las antologías<br />

comienzan con los poetas del año 1880, era un asombro ver en las antologías italianas la fecha de 1230 y<br />

tantos, o 1310, o 1450, y entre estas fechas los tercetos deslumbrantes, el apasionado atavío, la<br />

profundidad y la pedrería de los Alighieri, Cavalcanti, Petrarca, Poliziano. Estos nombres y estos hombres<br />

prestaron luz florentina a nuestro dulce y poderoso Garcilaso de la Vega, al benigno Boscán; iluminaron a<br />

Góngora y tiñeron con su dardo de sombra la melancolía de Quevedo; moldearon los sonetos de William<br />

Shakespeare de Inglaterra y encendieron las esencias de Francia haciendo florecer las rosas de Ronsard y<br />

Du Bellay.<br />

Así pues, nacer en las tierras de Italia es difícil empresa para un poeta, empresa estrellada que<br />

entraña asumir un firmamento de resplandecientes herencias.<br />

Conozco desde hace años a Salvatore Quasimodo, y puedo de cir que su poesía representa una<br />

conciencia que a nosotros no parecía fantasmagórica por su pesado y ardiente cargamento Quasimodo es<br />

un europeo que dispone a ciencia cierta del conocimiento, del equilibrio y de todas las armas de la<br />

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