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CONFIESO QUE HE VIVIDO PABLO NERUDA Memorias Estas ...

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Confieso que he vivido. <strong>Memorias</strong> Pablo Neruda<br />

12. PATRIA DULCE Y DURA<br />

EXTREMISMO Y ESPÍAS<br />

Con mucha frecuencia los antiguos anarquistas —y pasará lo mismo mañana con los anarcoides de<br />

hoy— derivan hacia una posición muy cómoda, el anarcocapitalismo, guarida a la que se acogen también<br />

los francotiradores políticos, los izquierdizantes Y los falsos independientes. El capitalismo represivo tiene<br />

como enemigo fundamental a los comunistas, y su puntería no suele equivocarse. Todos esos rebeldes<br />

individualistas son halagados, de una manera o de otra por la sabiduría o zamarrería reaccionaria que los<br />

considera heroicos defensores de sagrados principios. Los reaccionarios saben que el peligro de cambios<br />

en una sociedad no reside en las rebeliones individualistas, sino en la de las masas y en una extensiva<br />

conciencia de clase.<br />

Todo esto lo vi claramente en España durante la guerra. Ciertos grupos antifascistas estaban jugando<br />

un carnaval enmascarado frente a las fuerzas de Hitler y Franco que avanzaban hacia Madrid. Descarto,<br />

naturalmente, a los anarquistas indomables, como Durruti y sus catalanes, que en Barcelona combatieron<br />

como leones.<br />

Algo mil veces peor que los extremistas son los espías. Entre los militantes de los partidos<br />

revolucionarios se cuelan de cuando en cuando los agentes adversos asalariados de la policía, de los<br />

partidos reaccionarios o de gobiernos extranjeros. Algunos de ellos cumplen misiones especiales de<br />

provocación; otros de observación paciente. Es clásica la historia de Azeff. Antes de la caída del zarismo<br />

tomó parte en numerosos atentados terroristas y fue encarcelado muchas veces. Las memorias del jefe de<br />

la policía secreta del zar, publicadas después de la Revolución, contaban en detalle cómo Azeff fue en todo<br />

instante un agente de la Ochrana. En la cabeza de este extraño personaje, uno de cuyos atentados causó la<br />

muerte de un gran duque, coincidían el terrorista y el delator.<br />

Otra de las experiencias curiosas fue aquella que tuvo lugar en Los Angeles, San Francisco u otra<br />

ciudad de California. Durante la racha enloquecida del maccarthysmo se detuvo a toda la militancia del<br />

partido comunista de la localidad. Eran setenta y cinco personas, numeradas, acotadas e historiadas hasta<br />

en sus menores detalles de vida. Pues bien, las setenta y cinco personas resultaron agentes de la policía. El<br />

FBI se había dado el lujo de constituir su propio pequeño "partido comunista con individuos que no se<br />

conocían entre sí, para luego perseguirlos y atribuirse triunfos sensacionales sobre enemigos inexistentes.<br />

El FBI llegó por ese camino a episodios tan grotescos como el de aquel repollo donde guardaba los<br />

secretos internacionales más explosivos: un tal Chalmers, ex comunista comprado a precio de dólares por<br />

la policía. También llegó el FBI a historias horrendas, entre las cuales indignó particularmente a la<br />

humanidad la ejecución o asesinato de los esposos Rosenberg.<br />

En el partido comunista de Chile, organización de larga historia y de origen cerradamente proletario,<br />

fue siempre más difícil la entrada de estos agentes. Las teorías guerrilleristas en América Latina, en cambio,<br />

abrieron las compuertas para toda clase de soplones. La espontaneidad y la juventud de estas<br />

organizaciones hizo más dificultosa la detección y el desenmascaramiento de los espías. Por eso las dudas<br />

acompañaron siempre a los jefes guerrilleros que tuvieron que cuidarse hasta de su propia sombra. El culto<br />

al riesgo fue alentado en cierto modo por la fogosidad romántica y la descabellada teorización guerrillerista<br />

que inundó la América Latina. Esta época concluyó tal vez con el asesinato y muerte heroica de Ernesto<br />

Guevara. Pero durante mucho tiempo los sostenedores teóricos de una táctica saturaron el continente de<br />

tesis y documentos que virtualmente asignaban el gobierno revolucionario popular del futuro, no a las clases<br />

explotadas por el capitalismo, sino a los grupos armados de la montonera. El vicio de este razonamiento es<br />

su debilidad política: puede ser que en algunas ocasiones el gran guerrillero coexista con una poderosa<br />

mentalidad política, como en el caso del Che Guevara, pero esto es una cuestión minoritaria y de azar. Los<br />

sobrevivientes de una guerrilla no pueden dirigir un estado proletario por el solo hecho de ser más valientes,<br />

de haber tenido mayor suerte frente a la muerte o mejor puntería frente a los vivos.<br />

Ahora referiré una experiencia personal. Yo estaba entonces en Chile, recién llegado de México. En<br />

una de las reuniones políticas a las que yo acudía, se me acercó un hombre a saludarme. Era un señor de<br />

edad mediana, imagen del caballero moderno, correctísimamente vestido y provisto de esas gafas que dan<br />

tanta respetabilidad a la gente, unos lentes sin montura que se pinchan de la nariz. Resultó un personaje<br />

muy afable:<br />

—Don Pablo, nunca me había atrevido a acercarme a usted, aunque le debo la vida. Soy uno de los<br />

refugiados que usted salvó de los campos de concentración y de los hornos de gas cuando nos embarcó en<br />

el "Winipeg" con destino a Chile. Soy catalán y masón. Tengo aquí una situación formada. Trabajo como<br />

experto vendedor de artículos sanitarios, para la compañía Tal y Tal que es la más importante de Chile.<br />

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