Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Alejandro Carneiro<br />
121<br />
Al-Iksir<br />
—¿Te pica la envidia, Emi? Conozco esa sonrisa. No me extraña<br />
y no me molesta —comentó el parlanchín—. Yo sufriría un picor semejante<br />
si tú lo hubieras conseguido. Digamos que yo he tenido más<br />
suerte y que al menos he podido confi rmar su existencia.<br />
—Digamos eso.<br />
—Claro, hombre. Lo importante es que existe. La leyenda se ha hecho<br />
historia. Todo lo aprendido del maestro era pura verdad y realidad, el<br />
viejo pillo... Por cierto, un día como hoy debimos citarnos en Sans Souci,<br />
no lo he visto todavía y me han dicho que es un lugar muy bonito.<br />
—Sí, domn Puskin, lo es. Pero este café es más apropiado.<br />
—Ya, ya. Secreto, hermetismo, silencio, soledad social, tertulias a<br />
cobijo de las sombras... Emi, siempre fuiste un tradicional —el llamado<br />
Puskin rió sin disimulo, pero al no ser acompañado en la broma volvió<br />
a serenarse.<br />
Eminescu dejó de sonreír.<br />
—¿Y el guardián? ¿También existe, llegaste a verlo?<br />
—Pues no vi a nadie por allí —sonrió Puskin—. No me imagino<br />
a un tipo, por muy eterno que sea, pasándose la vida en aquel sitio tan<br />
húmedo. Eso sí que debe ser pura leyenda<br />
—Otra pregunta de simple curiosidad: ¿La tocó?<br />
Puskin se apoyó con los codos en la mesa y acercó la cara.<br />
—Que manía tienes de tratarme de usted. Pues no, Emi, no me<br />
atreví a hacerlo. No se debe, ya sabes; me vino un extraño remordimiento.<br />
Lo que repetía el maestro una y otra vez: La Obra se logra, no se<br />
busca, y además es sólo el principio, no es el fi nal. Nunca hay un fi nal.<br />
La Obra no es más que el comienzo de otro camino infi nito. Que cara<br />
ponía, ¿te acuerdas? Era como si el maestro estuviera en trance, como si<br />
no quisiera pensar. En fi n, me pareció tan perfecta, tan única, es difícil<br />
de explicar, pero después de tantos años de búsqueda me bastó estar<br />
allí, ver que era posible, que el maestro tenía razón en todo lo que dijo y<br />
no nos mentía. Asómbrate, fue el mejor de los alivios. Ni quise mancillar<br />
su superfi cie con mis dedos. Después de todo, no soy tan escéptico<br />
como Santo Tomás, no necesito probar lo que mis ojos ven. Me sentí<br />
muy bien. Parece estúpido, ¿verdad?<br />
—Es comprensible. Siempre fuiste un poco cobarde.