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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Carlos Martínez Córdoba<br />

32<br />

El hombre de la basura<br />

insistentemente; la humedad atravesó la tela hasta su piel. Cuando el<br />

color desapareció, Alicia revisó de un vistazo el resto de su torso en busca<br />

de más manchas. No las había, pero no pudo apartar los ojos de su<br />

cuerpo. La iluminación le restaba las formas. Su delgadez era excesiva y<br />

sus pechos, aun embutidos en el sujetador, parecían consumidos.<br />

Alicia acercó sus manos a ellos. Tras una pequeña duda tanteó<br />

delicadamente los pezones erectos y, con suaves caricias, rodeó cada<br />

seno hasta la parte inferior, donde las manos se situaron como una sujeción<br />

extra. Al hacerlo escuchó nuevas risas, fugaces, pero mucho más<br />

cercanas, a su espalda. Se giró y vio a Eduardo en la puerta. Alicia dio<br />

un pequeño grito y se cubrió con la blusa manchada. Sintió que volvía<br />

a enrojecer.<br />

—¿Qué quieres? —tartamudeó.<br />

—Es la hora, Alicia. ¿Recogemos las cosas?<br />

—No —dijo ella—. Os podéis marchar. Ya... ya las recojo yo.<br />

Eduardo, se dio la vuelta y corrió hasta la clase.<br />

Los niños no tardaron en salir con su habitual alboroto. Entre nuevas<br />

carcajadas, algunos se despedían con voces en las que Alicia captó<br />

maliciosa ironía.<br />

Una vez sola lavó a conciencia la blusa. El agua se tiñó de un rojo<br />

como la sangre barata de una mala película de crímenes. Solucionada<br />

la mancha principal, volvió a la clase y se puso su abrigo. Cargó con<br />

el hombre de la basura (su cabeza, sin ojos ni boca, resultaba casi inquietante,<br />

más que si tuviera un rostro desagradable) y lo guardó en el<br />

almacén. Recogió y lavó el material de pintura y también lo colocó en<br />

su lugar.<br />

Cuando todo estuvo en orden, regresó al lavabo, cogió su blusa<br />

empapada y apagó las luces. Salió del edifi cio y cerró la puerta. Con las<br />

llaves del colegio tintineando en su bolsillo, aspiró una ávida bocanada<br />

de aire invernal y se abrochó los últimos botones del abrigo; se sintió<br />

más sosegada.<br />

Hasta que se dio la vuelta y vio una fi gura en la verja de su casa.<br />

* * *

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