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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Carlos Martínez Córdoba<br />

25<br />

El hombre de la basura<br />

Alicia salió de casa y aceleró el paso sin tener muy claro hacia dónde se<br />

dirigía. Ya había anochecido. Las farolas, adheridas a muros, en esquinas,<br />

brillaban con intensos fulgores anaranjados.<br />

En su paseo, la mayoría de las personas con las que se cruzaba la<br />

saludaban con la mano o leves movimientos de cabeza, como si supieran<br />

quien era. Algunos la seguían con la mirada, como se observa la<br />

novedad en un mundo sin novedades; pero ninguno le hablaba. Ella no<br />

esperaba ser la reina de la popularidad, pero sí provocar algo más que<br />

ese escaso interés. Aquellas personas actuaban como meros fi gurantes,<br />

idea que quedó corroborada al entrar en la plaza.<br />

Hendida desigualmente por la carretera principal, la plaza era una<br />

superfi cie despejada e irregular. Una humilde fuente ocupaba su centro<br />

hipotético; a su lado se levantaba una farola con tres brazos y sólo dos<br />

bombillas encendidas. Las casas lucían allí un aspecto especialmente<br />

vistoso; pero, en esa fría noche, incluso con sus contados paseantes o<br />

las personas que charlaban en grupos poco numerosos, parecía un lugar<br />

demasiado solitario, poco agradable.<br />

Al otro lado de la plaza, Alicia también vio pequeñas fi guras que<br />

se movían entre sombras ajenas al ámbar de la luz; en rincones, tras algún<br />

contenedor de basura. Los niños, inmersos en ese juego del escondite,<br />

eran lo más vivo de los alrededores, como animalillos nocturnos.<br />

Alicia abandonó la plaza por la primera bocacalle, un estrecho paso sin<br />

luz con una sola farola que no funcionaba.<br />

La tienda se presentó ante ella al salir del callejón. Era una única<br />

puerta de hierro pintado, desconchado y vuelto a pintar, sin ningún escaparate<br />

ni ventana. Sobre ella, un rancio cartel de «Colmado» con las<br />

letras medio borradas, redondeaba una imagen de indolencia más que<br />

agradablemente antigua.<br />

Alicia se acercó a la puerta, pero antes de abrirla, al mirar a su<br />

derecha, observó a un hombre al fi nal de la calle. Era el mismo que vio<br />

el primer día cuando iba a entrar en el colegio; seguía vigilándola con<br />

ese molesto atrevimiento.<br />

Como en una decisión repentina, comenzó a caminar hacia ella,<br />

lo que incomodó aún más a Alicia; pero, afortunadamente, alguien la<br />

llamó a su lado.

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