Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
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Carlos Martínez Córdoba<br />
23<br />
El hombre de la basura<br />
A Alicia nunca le había faltado paciencia y prefi rió dejar que esos<br />
alborotos se consumieran por sí mismos. Desde el principio se había<br />
propuesto ganarse a los niños más con simpatías que con imposiciones.<br />
Por eso aprovechó aquellos momentos de confusión para sacar de su<br />
cartera de mano los dibujos que había encontrado en casa. Nada más<br />
darse la vuelta, el barullo aumentó de volumen; los gritos se hicieron<br />
más incomprensibles, incluso empezaron a escucharse algunos especialmente<br />
molestos, como gruñidos. Pero a medida que iba cortando<br />
pequeños trocitos de papel celo y colocando los folios sobre la superfi cie<br />
plástica, blanca y brillante, que era la pizarra, el griterío inició su declive.<br />
Cuando terminó de formar ese mosaico heterogéneo, al girarse y<br />
volver a mirarlos, Alicia comprobó que todos permanecían inusitadamente<br />
atentos a sus propios dibujos.<br />
—Ayer estuve viendo estos dibujos que hicisteis con la otra profesora<br />
—dijo ante su atento auditorio, desde el fondo alguien susurró<br />
«Teresa»—, y los he traído para que hablemos de ellos.<br />
Alicia se puso en pie y miró el primer folio, un hombre de la basura<br />
oscuro e irregular, semejante a un insecto aplastado; le recordaba<br />
a un dibujo de Dubuffet. Tenía un cuerpo muy grande y pequeñas piernas<br />
con zapatitos de tacón; su cabeza era un gorro sin rostro (aunque se<br />
veían dos ojillos redondos) y cargaba con un saco. El nombre de su autor<br />
fi guraba bajo los pies: casualmente, Eduardo Lobo.<br />
—Vamos a ver, Eduardo —le dijo Alicia al niño—, sube aquí y<br />
explícanos tu dibujo.<br />
Eduardo se puso en pie con cierta solemnidad y caminó hasta la<br />
tarima. Alguien en el fondo inició un tímido aplauso del que rápidamente<br />
se contagió el resto de la clase. Eduardo recibió tal acto con una<br />
sonrisa de satisfacción y algún amago de inclinarse para corresponder.<br />
Con las manos a su espalda, aguardó hasta que las palmas cesaron,<br />
entonces se acercó a la pizarra e intentó señalar su dibujo; aunque quedaba<br />
demasiado alto.<br />
—He dibujado al hombre de la basura aquí, con su saco y eso. En<br />
el saco lleva varios niños. Los niños tienen mucho miedo; son esas rayas<br />
que se ven ahí al lado, rayas como de temblor. Al hombre de la basura<br />
lo he pintado de negro y un poco de marrón, porque vive en la basura