Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

Alejandro Carneiro
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Al-Iksir
El sidecar emprendió la marcha y las fi guras del teniente Dietl,
el soldado Günter y su puerta de chocolate se deshicieron en las sombras,
hasta que el zumbido del motor dejó paso al rumor enfermizo de
la artillería. Al momento, surgieron los niños desde sus madrigueras
de hojalata, y el camión fue rodeado otra vez de pellizcos y raciones de
mordiscos, hasta que quedó convertido en una masa rugosa, colchón de
crema, sobre el que sonreían caras cubiertas de chocolate.
Sumiéndose en la noche, un hombre con una bolsa avanzaba entre
las ruinas. La ciudad ardía agrandando hasta la caricatura su esqueleto
de cemento. El hombre que una vez se había creído sabio no pensaba
en la guerra; conoció muchas y aceptaba resignado que el intelecto de
los hombres puede alcanzar un rendimiento asombroso sin que por ello
sean dueños de su propia alma. Sólo le interesa caminar para devolver
la obra a su sitio, ponerla sobre el pedestal de la tumba y que ilumine
con su brillo mortecino los cristales de colores de su condena eterna.
Una condena que él mismo se ha impuesto.
Y seguirá por los siglos mirando los cristales en la penumbra,
porque al príncipe no le afecta la monotonía, sólo el recuerdo corrosivo
de una tarde de grullas y sonrisas.
Una de las grandes pasiones de Alejandro Carneiro (Ferrol, 1968) es la novela
histórica; en concreto, todo lo relacionado con la antigua Roma. Otra de sus
pasiones es la literatura fantástica. Por ello, no es de extrañar que Carneiro haya
encaminado sus pasos hacia relatos fantásticos con elementos históricos, como
este “Al-Iksir” que os presentamos. Esta mezcla de relato de inspiración oriental,
casi de Mil y Una Noches, con una trama desarrollada durante la campaña
rusa de la Segunda Guerra Mundial, es una de las narraciones más conseguidas
del autor de pequeños clásicos como “En una bañera cualquiera” o “Barrotes
celestiales”, aparecidos en las anteriores encarnaciones de Artifex.