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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Sergio Gaut vel Hartman<br />

Marcas, señales<br />

En realidad no le importaba. El mundo se estaba arrojando a sí<br />

mismo a un agujero negro, como si fuese mierda. Era imposible conocer<br />

el pronóstico del tiempo, el estado de salud del Papa o el saldo<br />

de víctimas que había dejado el tifón en Java sin recibir alguna noticia<br />

de Marte. Marte succionaba las energías de los humanos. Se extendía<br />

como una mancha de aceite, proliferaba.<br />

Volvió a contemplar la ciudad, tal vez para verifi car si los edifi cios<br />

seguían dibujando su estática coreografía de grises mientras ocultaban<br />

el horizonte a los ojos. El paisaje demostraba que los ideólogos del ajuste<br />

habían logrado exactamente lo que se propusieron dos décadas atrás.<br />

Si bien la alianza de los poderosos, materializada en la expedición a<br />

Marte, difería el peligro del colapso a escala mundial, se podían nombrar<br />

media docena de calamidades listas para desatarse antes de que<br />

Rubday, los rusos y todos los otros pusieran un pie en Marte. Sintió ganas<br />

de gritar al vacío, en un inútil intento de esclarecer a los ignorantes,<br />

o por lo menos para expulsar el denso y oscuro residuo que se le había<br />

acumulado en los pulmones. Pero no gritó.<br />

Nueve pisos más abajo la calle se agazapaba en la bruma, dividiendo<br />

por cero a los miles de seres humanos que se dirigían a sus<br />

empleos. Cada hombre, cada mujer era una reproducción a escala de<br />

la ciudad, un fragmento de espejo que contenía elementos sufi cientes<br />

para copiarla en cualquier otro lugar del universo. O en Marte, si se<br />

diera el caso.<br />

Sin embargo, aunque ignorara la razón, amaba a esa ciudad; una<br />

paradoja si se consideraban las agresiones que ella ideaba a diario para<br />

someterlo. El olor de la basura, el chirrido de los frenos, las sirenas de<br />

las ambulancias, patrullas policiales y bomberos, las fi las interminables<br />

para el pago de los servicios públicos, los trafi cantes de crack, speed y<br />

novazine, la escasez de muchos alimentos; todas las calamidades no<br />

eran otra cosa que premoniciones de nuevas amenazas. No tuvo que<br />

esperar a que se disipara la niebla para ver los cascos de los conectados<br />

brillando con luz propia. Cada elemento del entorno tendía a comportarse<br />

como un depredador implacable, un verdugo que disfrutaba vulnerando<br />

la intimidad, el éxito, los deseos más inocentes. Los cascos no<br />

eran la excepción.<br />

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