Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
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Alejandro Carneiro<br />
140<br />
Al-Iksir<br />
siones y balas trazadoras. En dos días infernales, los alemanes perdieron<br />
entre ocho mil y diez mil hombres intentando tomar su cima. La cumbre<br />
cambió quince veces de manos en cinco días. Tercos como siempre,<br />
los regimientos alemanes empujaban ladera arriba, pero los rusos contraatacaban<br />
con una desesperación animal que provocó el agotamiento<br />
de sus enemigos. Dietl recordaba rostros escupiendo saliva que se<br />
abalanzaban sobre su pelotón para atacarles a quemarropa con pistolas,<br />
granadas y las malditas palas; durante el día y la noche, sin interrupción<br />
lógica, como si no durmieran nunca; amplias cargas de infantería<br />
o pequeños grupos de posesos gritando su maldito grito de guerra, el<br />
urra-urra que ponía los pelos de punta a los más veteranos; mientras la<br />
colina a su alrededor era un cráneo de tierra repleto de volcanes en ebullición,<br />
donde los muertos volaban con cada estallido y el polvo mezclado<br />
con carne se adhería a los pulmones de los soldados y a las cabinas de<br />
los stukas que picoteaban el pastel de fuego. Lugar de ruido y muerte,<br />
dominado por el caos absoluto en el cual las órdenes se intuían entre las<br />
llamadas a madres ausentes y el martilleo enfermizo de las metralletas.<br />
Sí, Dietl y sus hombres se acordaban muy bien del Mamayev Kurgan.<br />
Ahora la cumbre de la colina no era propiedad de ningún bando;<br />
declarada frontera de forma tácita, los contendientes preferían jugarse<br />
la batalla a sus pies, y se mostraba sólo como una altura negra y humeante,<br />
que propalaba un olor nauseabundo por las calles de la ciudad,<br />
y donde nadie se atrevía a asomarse para no ser volatilizado por la artillería<br />
enemiga.<br />
—Bajo esa colina —prosiguió Eminescu, sin perder la compostura—<br />
hay un gran tesoro que puede desequilibrar la guerra del lado del<br />
Eje. Un objeto que cambiará el mundo, háganme caso. El Reich necesita<br />
tenerlo, es vital para la victoria. Y si ustedes me ayudan a encontrarlo en<br />
el mayor de los secretos y con mínimo riesgo de sus vidas, serán recompensados<br />
como nunca antes lo ha sido un soldado alemán.<br />
—¿Y por qué no esperar a que tomemos la ciudad y nuestro Führer<br />
lo coge tan tranquilo? —A veces, a Hurenson se le ocurrían pensamientos<br />
medianamente elaborados.<br />
—Siento decirles, señores, que quizá no dominemos por completo<br />
la ciudad, y por tanto la cima del Mamayev, al menos este otoño, por