Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
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Sergio Gaut vel Hartman<br />
Marcas, señales<br />
haría eco con alguna decisión grotesca. No sería la primera vez que los<br />
lameculos locales actuaran de ese modo, tratando de agradar a los Patrones.<br />
Tampoco estaba seguro de que el acople de los módulos se produjera<br />
durante el día, separándose de las secciones de suministros. El<br />
descenso efectivo podía ser mañana, o pasado mañana, o tal vez nunca,<br />
si los benditos marcianos se decidían fi nalmente a salir de sus agujeros<br />
y ponían las cosas en el lugar correspondiente.<br />
Miró de soslayo el aparato de televisión, como si se tratara de un<br />
animal dañino, capaz de las peores atrocidades y encendió la radio con<br />
un movimiento automático. ¿Para qué lo hacía, si estaba harto de los informativos?<br />
Habían torturado a la opinión pública durante meses. Y así<br />
y todo, eso no signifi caba que realmente se supiera qué estaba ocurriendo<br />
dentro de los módulos; frivolidad e insignifi cancia, eso era todo lo<br />
que los mezquinos canales de comunicación se dignaban a ofrecer a los<br />
ávidos espectadores. La Red de Noticias inundaba tímpanos y retinas<br />
con imágenes y sonidos de la Misión, superando los deseos y necesidades<br />
del público, dominando su voluntad sin misericordia. Se sorprendió<br />
especulando con lo que habría ocurrido si las comunicaciones hubiesen<br />
estado más desarrolladas en tiempos de Colón.<br />
—...hora de Greenwich, cuando el piloto del módulo Santa María,<br />
Capitán Barry Rubday, anuncie al mundo que las maniobras de<br />
aproximación se han iniciado, preludiando el imprescindible último<br />
paso para que la Primera Misión Tierra Unida con destino al planeta<br />
Rojo entre en su fase...<br />
Frases hechas. Lugares comunes. Podía descomponer cada módulo<br />
lingüístico como las partes de un cadáver que se ha encontrado<br />
en la alacena de la cocina. Los mensajes se imponían contra sus deseos<br />
de permanecer al margen del padecimiento colectivo. Pero se habían<br />
preparado durante años para someter y dominar a la gente, logrando el<br />
progresivo envilecimiento de la voluntad de cada habitante del planeta<br />
y ya no tenían oposición, nadie podía ni sabía rebelarse. Las imágenes,<br />
los sonidos, las confi guraciones diseñadas cuidadosamente, habían logrado<br />
su propósito. Él mismo realizaba tantos actos inútiles que al fi n<br />
del día solía preguntarse si ya no se había convertido en un autómata,<br />
en una marioneta manejada por un titiritero marciano.<br />
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