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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Alejandro Carneiro<br />

130<br />

Al-Iksir<br />

deración. Y las líneas rusas no son impenetrables. Nada lo es en este<br />

mundo. Se lo aseguro.<br />

Era un individuo que parecía haber surgido de la nada, aunque<br />

debía llevar tiempo en la habitación. Su acento era extranjero, sonaba<br />

a rumano y aumentaba su aura de misterio. Pero su baja estatura, su<br />

cuerpo débil como un suspiro y su traje de civil, coronado por una pajarita<br />

verde, le dotaban de una ridiculez extraordinaria en aquel ambiente.<br />

A Dietl le dieron ganas de reír, pero notó que el comandante se sentía<br />

inquieto y molesto.<br />

—Le presento al profesor Eminescu. Viene desde Berlín. Sus<br />

palabras son ciertas. El edifi cio no ha sido bombardeado por nuestras<br />

fuerzas. En un principio pensando en que la ciudad sería tomada fácilmente.<br />

Luego creyendo que bombardear el edifi cio no sería necesario<br />

para tomar la ciudad. Después, pensando que podría tomarse sin provocar<br />

mucho daño en la zona. Ahora es evidente que en este maldito lugar<br />

hay que bombardear todo hasta los cimientos y arrasar cada metro,<br />

cada maldita baldosa, para conseguir la victoria, en una pura y colectiva<br />

destrucción —la voz del comandante pareció alterarse levemente, pero<br />

enseguida recuperó su habitual tono gélido—. El profesor Eminescu le<br />

acompañará en la misión. Él conoce el objeto valioso o lo que sea que hay<br />

que traer a nuestras líneas. Tienen hasta las siete de la mañana, luego la<br />

artillería del 6º ejército y la 4º fl ota de la Luftwaffe se ensañarán con el<br />

edifi cio y toda el área circundante. Será el comienzo de la enésima ofensiva.<br />

No hace falta que le describa la situación si siguen por ahí.<br />

—Mi comandante, si me permite una pregunta... ¿Está de broma?<br />

Esta caza del tesoro me parece un capricho y este distinguido señor no<br />

durará un par de minutos en el frente, y compromete a mi pelotón.<br />

—No es capricho, es orden del Führer, y no se preocupe por mí,<br />

domn, sé cuidarme en cualquier contratiempo. Bastarán dos o tres<br />

hombres como mucho, aparte de usted. No hace falta un pelotón. Tampoco<br />

necesitaremos entrar en el edifi cio, sólo en... Bueno, digamos su<br />

sótano. Los rusos no tienen por qué descubrirnos.<br />

A Dietl le dieron ganas de darle un culetazo a aquel payaso.<br />

—Ya lo ha oído, teniente. El profesor Eminescu viene de Berlín y<br />

se le da el mando de la misión, ¿comprende? Son órdenes directas del

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