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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Sergio Gaut vel Hartman<br />

Marcas, señales<br />

idiota, un perdedor; ya era hora de que lo aceptara. Aceptar los errores<br />

del pasado puede ser un nuevo comienzo. Rechazó esos pensamientos<br />

y trató de concentrarse en el paisaje urbano. Las nubes se mecían como<br />

sucias bolsas de arpillera, de acuerdo, y los edifi cios se descascaraban,<br />

leprosos, remedando escenas de un Marte hipotético, bien, ciudades en<br />

ruinas obtenidas gracias al ingenio de algún escritor borracho, ¡fantástico!<br />

Pero la autocompasión no resolvía el problema.<br />

El receptor de radio se quejó amargamente cuando recorrió el dial<br />

de punta a punta, en busca de una emisora que ignorase la Misión.<br />

Inútil.<br />

—...uniendo secciones desmontables de los tres módulos y partes<br />

de los cohetes robot enviados para abastecer de suministros a la Misión.<br />

El Comandante Kobayashi declaró a Noticias Internacionales que<br />

el comportamiento del módulo Samurai es el esperado y confía en que<br />

el acople...<br />

Tomó la radio con las dos manos y la arrojó contra la pared. El<br />

resultado fue sorprendente: una multitud de fragmentos, una horda de<br />

Fobos y Deimos, atontados, inermes, permaneció fl otando en el aire viciado<br />

de la habitación tras el estallido; quizá trataban de expresar acontecimientos<br />

futuros, premoniciones de calamidades por venir, pero él,<br />

naturalmente, no estaba en condiciones de interpretarlas.<br />

Salió a la calle y se dirigió hacia el bar de la esquina. Tuvo la precaución<br />

de evitar el más mínimo roce con la gente que caminaba por la<br />

calle, como si fuesen portadores de un virus letal.<br />

Moses Logan era el único amigo que le quedaba, y ni siquiera estaba<br />

seguro de poder llamar así. Lo había conseguido en ese mismo bar, gracias<br />

a la química de la soledad, que invariablemente destila productos<br />

puros. El negro medía más de dos metros y había llegado de Harlem<br />

para jugar en Boca Juniors, pero las lesiones y cierta proclividad a los<br />

cabernets y pinots mendocinos habían terminado con su carrera. Se las<br />

arreglaba entrenando chicos altos con la promesa de un futuro espléndido<br />

en algún equipo de la NBA.<br />

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