Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi
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Carlos Martínez Córdoba<br />
31<br />
El hombre de la basura<br />
—Tenías que haberlo dicho antes, hombre —dijo Alicia—, si ahora<br />
vamos a pintar la parte de atrás. Luego si acaso.<br />
Eduardo pareció dudar, pero no soltó el bote. Alicia se acercó para<br />
cogerlo y cerrarlo, pero antes de saber lo que ocurría, vio a Eduardo hacer<br />
un gesto casi espasmódico. El bote voló y se estrelló contra el pecho<br />
de su profesora, rebotó en él y cayó al suelo.<br />
Alicia se quedó inmóvil; Eduardo también, mirando sus manos<br />
vacías como si un ilusionista hubiera hecho desaparecer el bote. Alicia<br />
imaginó su propio rostro tan rojo como la enorme mancha de su blusa<br />
que parecía una herida mortal.<br />
Intentando controlarse, se agachó y cogió el bote. Curiosamente<br />
había caído de pie, por lo que sobre el suelo no se veían más que unas<br />
cuantas gotitas encarnadas.<br />
Sin saber qué hacer, con todos los niños mirándola, Alicia se dirigió<br />
a la puerta. Tal vez fueran los nervios, pero tenía la sensación de que<br />
aquello no había sido del todo un accidente.<br />
—Voy a lavarme un momento. Ni se os ocurra armar ningún otro<br />
estropicio.<br />
Salió de la clase y caminó hasta el fondo del recibidor, donde se<br />
encontraba el único servicio. Mientras llegaba a él, oyó fuertes risas en<br />
la clase, lo que la irritó aún más.<br />
En el cuarto de baño se apelotonaban el solitario urinario, un retrete<br />
entre paneles de aglomerado azul y un lavabo de porcelana limpia<br />
pero deslustrada; el resto eran angostos pedazos de espacio. Olía a<br />
humedad.<br />
Alicia se quitó la blusa y sintió el intenso frío. Allí dentro no llegaba<br />
el calor de la calefacción, el menguado radiador no era más que un<br />
gélido trozo de metal. Miró la enorme mancha. Si no la lavaba inmediatamente<br />
no podría quitarla, pero, sin se mojaba la blusa, ¿cómo iba a<br />
volver a la clase? ¿Sin ella?<br />
Tiritando se miró en el espejo. Tenía una delgada línea roja en el<br />
cuello. Dejó la blusa sobre el lavabo, mojó su mano en el agua y se limpió.<br />
Volvió a temblar al sentir el líquido helado.<br />
El siguiente paso fue el sujetador, también blanco y también con<br />
restos de pintura. Con los dedos empapados, comenzó a restregarlos