Junio Nº 91 - Biblioteca Virtual El Dorado

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Para ello se prepar6 una caudalosa manifestaci6n de la que fue organizador, si bien recuerdo, don FéUx BonUla. La gente comenz6 a concentrarse en LA PRIMAVERA, a los acordes de una mandolin que con destreza y gusto tañía¡ don Ramón Ramos, acompasada con los rasgueos de una guitarra. Una cerrada manifestación recorri6 luego el publo,hastasus más apartados barios, dado vivas al nuevo mandatario, en alegre algarabía que aumentaba el tronar cerrado de los cohetes. Terminado el recorr1do, los manifestantes regresaron a LA PRIMAVERA, que aún mantenía las puertas abiertas. Allí se quemaron los últimos paquetes de cohetes que llenaron el ámbito del alacén con humo asfixiante y sulfroso. Ya a muy avanzada hora de la noche, todos se retiraron a sus casas y LA PRIMAVERA cerró sus puertas, Enrique CastUlo, hijo de don E Has y administrador del almacén, me invit6 a que lo acompañara a un tambor cuyos lejanos repiqueteos nos llegaban en alas del misterio de la noche. Nos entretuvimos un rato viedo el más popular de nuestros bailes y ya de regreso nos detuvimos en el portal de LA PRIMAVERA para tejer alguos comentaios a las perspectivas políticas del momento y a algunas incidencias de la noche. La Calle estaba en silencio, la hUla en el cenit. E 1 viento norte soplaba a medio pulmón y los rojos chamuscados papeles de la cohetería se arremolinaban en desconcierto. N os diigimos finalmente a la residencia de lafamilia Castilo en busca de reposo, y de pocas horas lo había tenido yo cuando me despertaron alarmantes to- ques de rebato de la campaa mayor de la iglesia, anunciadores de fuego. Impulsado por la curiosidad salté del lecho, me vestí a toda prisa y me lancé a la calle. Ya me había precedido Carlos Rach, empleado de LA PRIMA- VERA que también dormia bajO el techo de la familia Castilo. Me dirigí al parque, de donde asomaban las columnas de humo y fuego, para encontrarme con Carlos de regreso, quien con los brazos abiertos y ojos desorbitados, gritaba: - -\Enrique! lLA PRIMA VERA se quemal Un grpo numeroso que aiií encontré se dedicaba a atenuar el fuego que e 1 viento norte alentaba hasta hacer inútil todo esfuerzo por conjurar el siniestro. La grasa de los depòsitos, el querosiÍ1 y los alcoholes animaban el fuego que con sus largas y rojas lenguas lamía hasta el techo del edificio. El calor aunado al temor a los explosivos mantení a los cautelosos alejados, en actitud contemplativa. Ya presentía el oriente el asomo del sol cudo alguien había logrado encaramarse hasta lo más elevado de una pared para vaciar sobre las vigas ya corroídas por el cáncer del fuego, los baldes de agua que desde abajo le hacía llegar un grpo de improvisados bomberos. Un abigarrado hacinamieto de hojas de zinc achicharradas, cenizas y carbón, formaba una trágica y desfigurada pirimide dentro de io que fue magnifco almacén. Don Eiías no se encontraba en esos momentos en Aguadulce. Había 1do a Natá de los Caballeros con motivo de lamuerte de un viejo y muy querido amigo suyo. Ya en la mañana, de regreso, el padre Fabio Urrlola, a quien encontró en el camino, le manliestô su pesar por la desgracia, con gran alarma para el damnlicado, quien hasta ese momento ignoraba la destrucci6n de LA PRI- MA VERA. Cuando don EHas lleg6 a su casa, encontró las puertas entornadas como es costumbre mantenerlas en caso de duelo, y a su familia sumida en profuda pena. A poco se encaminó a la plaza para ver reducido a cenizas su hasta la víspera promisorio negocio, levantado con imponderable laboriosidad. Allí fue ver muerto el producto de sus esfuerzos. Aiií ver los gruesos muros veteados por el humo, LOTERIA 5!:
Unas delgadas columnas de humo blanquecino subía verticalmente como los últimos vestigios de un holocausto, Abrió don Elías la caja fuerte, donde encontró las monedas deformadas y esfumados sus grabados, por la acción del calor. Yo oía los comentarios de la tragedia y me mantenía en actitd de deudo. Pronto eché de ver que el ambiente dejado por la destrucci6n de LA PRIMA VE- RA era harto depresivo para un muchacho en vacaciones, por lo que acorté mi estada en Aguadulce y regrese a mi pueblo natal, donde por muchos días satisfice lo mejor que me fue dale la lluvia de pregutas que me hacían, como testigo del siniestro. Pocos días después hice una visita a la Capital, donde accidentalmente me encontré con Carlos Rach. Como era de esperarse, nuestro diálogo giro alrededor del siniestro que nos toc6 presenciar juntos. Don Elías, convinimos Rach y yo, no era hombre que se dejara quebrantar por un fracaso. Su laboriosidad y su fe en el trabajo no disminuyeron en un ápice y hasta su muerte, ocurrida muchos años después, continuo su faena con la perseverancia que hizo de él uno de los más constructivos coclesanos. "He luchado toda mi vida por conquistar una reputación y no quiero perderla en una elección impuesta por las armas". * * * "Las cárceles son escuelas prácticas de ViCIO y crimcn, donde los mejores se hacen malos y los malos se empeoran". JUSTO AROSEMENA ASI ES LA (;EUVEZA BALBO A SIN HiUAL y SIEMPRE IGUAL niSTIUßumORA U~MERCIAt. S. A. TEL. 3~0076 60 LO TER I A
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