Junio Nº 91 - Biblioteca Virtual El Dorado
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tolo, qu con gritos y risas llama a los deás miembros de la fam1lia para<br />
que gocen del espectâculo de ver a aquel hombre largo como una canaza, montado<br />
en el "'petiso" con un paraguas rojo en aquella tarde lluviosa.<br />
Tan pronto como doña Casiaa, madr de Balina, y Barolo, así como don<br />
Juan Fuentes, el padr, y Santos Telmo, el gaehito de aspecto "retobado", amig<br />
de la fam1l y enaorado inortnad de Balin, salieron al paio, rompieron<br />
a reir en franca chacota y sin poder contense an ta especd.culo:<br />
sin embiv, el ambiente chcotero term1n de improviso cu mJsr J ames<br />
presenó al p&stro un carta del AcliniBtradr de 'l.a Estanci", en la cual<br />
le comuna que aqul "mozo ruio", se y lago como un tacara, era<br />
nad mens que un sabio, el cul venia a hace excavacles de carâaer cttífic<br />
en la playa de la lagua de '1.08 Toros", para busca huesos antigs<br />
de ins que habitaban el lugar .<br />
Ahora, en tono serio, el pustero demostrando inerés por tan del1da misiÓn<br />
anropológ1ca, pregu6 a m1sr J ames Gray .. el inglés de los glesos ..<br />
como lo apodaron desde ese momento: "-IEstá gUnol-". . .¿ y qu es lo que<br />
va a har en la lagu, don. . . , si puede saberse? .. mi trabaja -, contestó<br />
miBter J ames, - mi buca gUsas indi, mi llva pir m1ueum. . .Iyesl.<br />
Con esta sencila conversac16n se abre el capti 1nodctori de esta<br />
inresane novela gauchsc en la cual Lynch mueve sus personajes como penes<br />
en el tablero y no nos deja entrever, siquiera, el trãgico epnogo, en el cual<br />
uno de ellos va a hacer sacrificado porque así está determinado de antemano;<br />
la ' 'negra" Balbin, esa flor silvestre de los capos porteños, será la mocente<br />
vícima: por ell, el autor nos la present en toda BU cåndl pureza, y es<br />
que Lynch, con sus resabios romãnticos, se rebela contra esa sociedad cruel<br />
y materialista que no se detiene ante nada con tal de seguir adelante; el mundo<br />
march hacia el progreso, a gran velocidad, y no se puede deener esa marcha.<br />
aunque ella cueste vidas incentes i nadie detiene ya esta vorágin humana, que<br />
se desplaza como apocalíptica sentencia, cubriendo el universo; la ciencia reclama<br />
a este hombre extraño que llego en forma imprevicible y que tendrá qUe<br />
regresar a la civilizaci6n cuando se ha encariñado con los sencils habitantes<br />
de .. La Estaca" y cuando Balblna, enaorada de êl, le implora: "Ino se vaya,<br />
no se vaya J ames; que yo me voy a morir!. . ...<br />
La vid, en la " Estacia" dire tranquient sin grdes aconteci..<br />
mientos que relatar, el inlés de los g1sos va todos los días a la lagua a cont1iar<br />
BU labr anropo16gica; doila Casiana, muy atareada en las labre caseras:<br />
Barolo, en BUS correrías por el campo: donjua Fuentes, con su oficio<br />
de tejedor, Balbina, en sus quehaceres caracterísics de un muchch joven<br />
y Santos Telmo, que no era de la famil, pero sin emargo, no faltaba un s6lo<br />
dí al ~erto de "'La Estaca", ya que hací tiempo que ven hac1hdo1e la<br />
corte a Balin sin nJ resultado, pus êsta no le daba mayor importancia<br />
a esos amres y era franca al diri¡se a su admirador, d1ndole: .. "Vea,<br />
Sanos: yo estoy cansada, yo no quiero saberna con usté... me ha entendi?".<br />
Estos reproches le paría el alma al pobre Santos, pero el amor es ciego<br />
y el mucho continaba wis1edo en su queja amorosa con la vana espeanza<br />
de qu Balbin cambiaa de modo de pesar haci él, por ello, pese a todos<br />
estos ultrajes, contina atento a complacer a la "negra" cuando ella man1festaba<br />
alg6 deseo, así cuan la ota decir ".. C6mo me gustaría d1 algu<br />
vez a GUenos Aires -"; él, despus de un s1gn1civo silcio le contestaba<br />
miránla con ojos de reprche. "-IOhJ ( S1 usté hubiera queridl "y agrgaba<br />
'Por qu no me quiere? ¿Por qué no me quire, Balina, un PO?".<br />
Así transcurría el tiempo y Santos Telmo dec1d consultar a Deol1do G6mez<br />
sobre el particular; Deolldo era hijO de doña Paconla, de un puesto vecin,<br />
en cuya casa se murmaba siempre de los vecinos, por más santos que<br />
estos fueran.<br />
80 LOTERIA