Kasbah nº 23 - Ministerio de Educación

Wangari Maathai moría el 25 de septiembre de 2011. Era
conocida como la Madre de los Árboles (Mama Miti en swahili)
y fue la primera mujer africana galardonada con el Premio
Nobel de la Paz por dotar a su trabajo en el campo del desarrollo
sostenible de un enfoque más amplio, indisociable de valores
como la paz, la democracia y los derechos humanos, en
especial los derechos de las mujeres.
Wangari Maathai nació en 1940, en una aldea de Kenia sin
agua corriente ni electricidad. Gracias a una beca, estudió
Biología en Estados Unidos y en Alemania. Consiguió ser la
primera mujer doctorada en África Central y Oriental y la primera
profesora universitaria de su país. Fue madre de tres hijos
y, entre otros cargos de responsabilidad, trabajó como asesora
para el Ministerio de Medio Ambiente y presidió el Consejo
Nacional de Mujeres de Kenia.
Wangari Maathai luchó encarecidamente por la condonación
de la deuda al tercer mundo y contra la corrupción e
injusticia políticas en Kenia, por lo que fue apresada y golpeada
en varias ocasiones. Originaria de un país castigado por la
deforestación y la erosión del suelo, así como por los conflictos
por el agua y las superficies de cultivo, Wangari Maathai
priorizó siempre la preservación de los
valores culturales de las comunidades,
del medio ambiente y de los derechos
humanos.
Hambre, pobreza, medio ambiente y
empoderamiento de las mujeres fueron
los pilares de su trabajo. Tuvo claro que
los ciudadanos, y en especial las mujeres
en Kenia, tenían que ponerse manos
a la obra para combatir amenazas como
la pobreza, las enfermedades, la desnutrición,
la falta de agua o los bajos precios por los productos
cultivados. Vio claramente que el origen del problema era la
degradación del medio ambiente, que este factor era lo que
impedía sacar provecho al suelo, obtener leña, pienso para el
ganado, comida para las familias o agua para beber y cocinar.
En un contexto donde las mujeres son el pilar de las familias
y las transmisoras de valores culturales, Wangari Maathai creó,
en 1977, el Movimiento Cinturón Verde (The Green Belt
Movement), una iniciativa de la sociedad civil organizada.
Empezaron a plantarse árboles para frenar la erosión del suelo,
la falta de agua y facilitar a las mujeres de zonas rurales de
Kenia la obtención de madera para cocinar, agua potable y alimentos.
Todo un proyecto de mujeres con espíritu de comunidad
que crearía alianzas y se extendería, años después, a otros
países de África y del mundo.
El trabajo realizado por el Movimiento Cinturón Verde sacó
a la luz problemas estructurales que se escondían detrás de la
pobreza y destrucción medioambiental visibles, como son la
falta de empoderamiento, la mala gobernanza y la pérdida de
valores que dificultaba a las comunidades conservar las tierras,
el sustento y la cultura. Ante esta situación, la recuperación de
las tierras y la plantación de árboles sería el punto de partida
de un proyecto más amplio de desarrollo comunitario, de pro-
Wangari Maathai luchó
encarecidamente por la condonación
de la deuda al tercer
mundo y contra la corrupción e
injusticia políticas en Kenia, por
lo que fue apresada y golpeada
en varias ocasiones.
tección del medio ambiente y de capacitación de las mujeres.
Hoy el proyecto sigue con fuerza y se han plantado más de 40
millones de árboles en África. Con ello se ha conseguido también
proteger y recuperar la biodiversidad de numerosos hábitats,
además de despertar una mayor conciencia hacia el
medio ambiente y hacia la defensa de los derechos humanos.
Pero 2011 no nos deja en el recuerdo solo el adiós a esta
mujer luchadora. Casualmente, ha sido el Año Internacional
de los Bosques y ha coincidido, además, con el 25.º aniversario
de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo 1 . En ella
se reconoce el derecho de los pueblos a participar y ser protagonistas
de su propio desarrollo económico, social y cultural,
como un derecho humano. En este contexto de celebraciones
y de objetivos, cabe también recordar que, a tres años de la
fecha límite fijada por las Naciones Unidas para alcanzar los
Objetivos de Desarrollo del Milenio y erradicar la pobreza
extrema, quedan todavía pendientes compromisos importantes
que cumplir en un contexto mundial caracterizado por un crecimiento
continuado de la pobreza y del hambre, y un acceso
cada vez más limitado a los recursos naturales.
Mientras la gestión de los recursos naturales se vuelve cada
vez más compleja y su explotación
puede llegar a escapar de cualquier tipo
de control, las desigualdades se acentúan
y la concentración de la riqueza
alcanza límites calificados por muchas
voces como alarmantes. En un mundo
cada vez más rico, los pobres son cada
vez más pobres. Relacionado con esto y
con los Objetivos de Desarrollo del
Milenio establecidos por las Naciones
Unidas para 2015, es interesante recordar
algunas crifras vinculadas a la pobreza que, a fecha de
hoy, todavía recoge el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD):
u 2.800 millones de personas (cerca de la mitad de la población
mundial) viven con menos de dos dólares al día, y más de
1.000 millones de personas viven con menos de un dólar al
día;
u en África subsahariana, una persona de cada tres padece
hambre crónica;
u el 20% de la población mundial posee el 90% de las riquezas;
u un niño de cada cinco no tiene acceso a la educación primaria;
u 876 millones de adultos son analfabetos, de los cuales dos
tercios son mujeres;
u cada día, 30.000 niños de menos de 5 años mueren por
enfermedades evitables;
u más de 500.000 mujeres mueren cada año durante el
embarazo o en el parto;
u 42 millones de personas viven con el virus del sida, de las
cuales 39 millones viven en países en desarrollo;
u más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a
agua potable (en África subsahariana se trata de cerca de la
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