“Necesitamos soluciones”. Si tuviéramos que elegir una frase que pudiera resumir los últimos años que ha vivido nuestra sociedad no necesitaríamos más que esas dos palabras. Aunque a <strong>de</strong>cir verdad, nunca una proposición tan simple había llegado a <strong>de</strong>sgastarse tanto, in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> la rama i<strong>de</strong>ológica a la que perteneciera el sujeto que la dijera. Y es en eso en lo que resi<strong>de</strong> actualmente la manera que tiene el mundo <strong>de</strong> ver la política. No es fácil hallar las diferencias entre los discursos <strong>de</strong> unos y <strong>de</strong> otros, aunque nuestras en<strong>de</strong>bles mentes se han ido amoldando <strong>de</strong> tal manera que ya ni siquiera nos interesa saber quién pronuncia esas palabras casi propagandísticas. Ahora sencillamente prima la forma sobre el contenido. Pero sería muy poco original tratar <strong>de</strong> analizar la conducta o la manera <strong>de</strong> pensar <strong>de</strong> todos aquellos políticos que, en el afán <strong>de</strong> pregonar sus i<strong>de</strong>as por doquier, ofrecen al público un mensaje que parece diseñado siempre por el mismo artífice. El mismo discurso para todos, cambiando términos clave que consiguen esclarecer cuál es realmente su postura i<strong>de</strong>ológica, o contra quienes están. Y al igual que lo propuesto en el ensayo <strong>de</strong> A<strong>de</strong>la Cortina, se acaban cambiando las buenas intenciones por una triste ley <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda aplicada a una política para borregos cuyo único fin es captar a<strong>de</strong>ptos. Y en este marco social es don<strong>de</strong> realmente se pue<strong>de</strong>n diferenciar las actitu<strong>de</strong>s alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> lo que algunos llaman política. Normalmente se intenta discriminar a una población en función <strong>de</strong> si sus componentes son <strong>de</strong> izquierdas o <strong>de</strong>rechas, pobres o ricos, opresores u oprimidos. Yo creo que la verda<strong>de</strong>ra clasificación <strong>de</strong> las personas a día <strong>de</strong> hoy va mucho más allá y mete en el mismo saco tanto a unos como a otros. En primer lugar, podríamos referirnos al colectivo que hoy en día está en el punto <strong>de</strong> mira <strong>de</strong> medios <strong>de</strong> comunicación, tertulias televisivas y charlas <strong>de</strong> café: los “indignados”. Des<strong>de</strong> la Revolución Francesa (otrora un símbolo <strong>de</strong> libertad y lucha por la <strong>de</strong>mocracia), los que se han sentido agobiados por el yugo <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r han salido a las calles a manifestar su <strong>de</strong>scontento con el sistema. El socialismo <strong>de</strong> Marx, que proponía la revolución como medio <strong>de</strong> lucha contra la alienación que consumía el alma y la capacidad <strong>de</strong> razonar <strong>de</strong> los trabajadores, no hizo más que acrecentar la necesidad <strong>de</strong> cambio y hacer bullir al luchador que cada obrero llevaba <strong>de</strong>ntro. Otro tanto hicieron las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> pensadores como Proudhon o Bakunin, que por muy parecidas que fueran, solo conseguían dividir a una clase social <strong>de</strong>macrada por la opresión y la injusticia laboral. Por otra parte, no solo la extrema izquierda o las posturas libertarias han marcado la historia <strong>de</strong> la lucha por el cambio. Este fenómeno también se ha dado en la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l espectro político, y eso se <strong>de</strong>ja ver en la ingente cantidad <strong>de</strong> golpes <strong>de</strong> estado que han tenido lugar encabezados por lí<strong>de</strong>res canónicos e i<strong>de</strong>ales que prometían una patria unida y libre. A pesar <strong>de</strong> todo, sin importar la i<strong>de</strong>ología política, los extremos siempre han <strong>de</strong>sembocado en gobiernos <strong>de</strong> sátrapas caracterizados por la sangre y por la exaltación <strong>de</strong> los sentimientos <strong>de</strong>l otro polo. La herencia que tenemos <strong>de</strong> estas tradiciones casi seculares <strong>de</strong> lucha y venganza no tiene nada que ver con lo que ocurría hace solo cincuenta años, cuando comunistas y capitalistas se disputaban el mundo cual tablero <strong>de</strong> Risk. La era digital ha convertido a los “indignados” en un grupo en<strong>de</strong>ble y prácticamente sin capacidad crítica ni ambiciones. Están movidos por las re<strong>de</strong>s sociales y por falsos ídolos que no predican con el ejemplo que pregonan, por ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> billeteras más po<strong>de</strong>rosas que sus voces. No saben realmente cómo funciona el sistema o qué podrían hacer para cambiarlo, pero está <strong>de</strong> moda ser diferente. El mejor ejemplo, el 15M. Sus infinitas protestas tanto en las calles como en los medios <strong>de</strong> comunicación han caído en saco roto por un simple motivo: no tenían ni i<strong>de</strong>a. ¿Pero qué se pue<strong>de</strong> esperar <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> jóvenes que salen a acampar en las plazas armados <strong>de</strong> teléfonos <strong>de</strong> última generación y cuya rabia interior no les permite ver la magnitud <strong>de</strong> sus acciones? Tal vez supieran que la solución pasaba por rebelarse, pero eso les impidió ver que para cambiar hacen falta i<strong>de</strong>as y no es suficiente i<strong>de</strong>ntificar al enemigo. Gran parte <strong>de</strong> la población les preguntó: ¿Y <strong>de</strong>spués qué? Ellos tampoco lo sabían, y por ello ahora estamos igual o peor que cuando empezó todo. Otro problema <strong>de</strong> este gran colectivo es la ausencia <strong>de</strong> lí<strong>de</strong>res claros. O más bien la existencia <strong>de</strong> lí<strong>de</strong>res en la sombra. Pue<strong>de</strong> que su afán <strong>de</strong> cambio (in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> su marca política), sea sincero, pero es más fuerte la rabia que sienten hacia el po<strong>de</strong>roso. Y todo este odio hacia el que tiene más po<strong>de</strong>r se <strong>de</strong>be a que esos falsos ídolos querrían estar don<strong>de</strong> los primeros. Como dije antes, los propósitos y los i<strong>de</strong>ales se <strong>de</strong>jan atrás cuando la sensación <strong>de</strong> control y superioridad hace su entrada. Y si no, ahí están los muertos <strong>de</strong> los gulags, <strong>de</strong> Auschwitz o <strong>de</strong> la Revolución Cultural china, a manos <strong>de</strong> quienes empezaron siendo humil<strong>de</strong>s trabajadores o campesinos. Por encima <strong>de</strong> ellos se encuentran los que mueven las fichas, los que cortan el pastel. Son el centro <strong>de</strong> todas las críticas, pero eso no merma en absoluto su capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión sobre el pueblo. En este grupo se podría incluir a cientos <strong>de</strong> profesionales <strong>de</strong> alto rango: políticos, banqueros, empresarios… Pero ahí se queda, en un número limitado <strong>de</strong> personas que posee la mayor parte <strong>de</strong>l capital que mueve la economía mundial. Es el más vivo ejemplo <strong>de</strong> oligarquía que se pue<strong>de</strong> ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el feudalismo o el sistema caciquil <strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo XX en España. Sus políticas traicionan completamente el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> capitalismo que concibieron hace casi dos siglos pensadores y economistas como Adam Smith y Stuart Mill. Y es todavía más fácil si las mentes <strong>de</strong> quienes están gobernados por ellos son tan maleables que olvidan su inacabable lista <strong>de</strong> problemas para acabar boquiabiertos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un balón o el entretenimiento que corresponda al lugar y la época. Panem et circenses, habrían dicho los antiguos. En <strong>de</strong>finitiva, vivimos en un mundo movido por la rabia y el po<strong>de</strong>r. Los po<strong>de</strong>rosos imponen su ley y quienes no intentan luchar contra ellos para ponerse en su lugar, simplemente siguen a quienes les convencen para arremeter contra su régimen. Mientras, otros prefieren sentarse <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la “caja tonta” y esperar a que el cambio venga como dado por sus dioses. Ninguna <strong>de</strong> las tres vías sirve, y lo peor es que seguimos sin darnos cuenta. Vamos, que necesitamos soluciones. 86 <strong>Kasbah</strong> IEES Severo Ochoa Nº <strong>23</strong>
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