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Kasbah nº 23 - Ministerio de Educación

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Clarea el alba y comienza la vida en Perales <strong>de</strong>l Duero.<br />

Curioso nombre, pues está en Toledo. Roberto, el herrero,<br />

encien<strong>de</strong> la fragua; Fernando, el pana<strong>de</strong>ro, encien<strong>de</strong> el horno;<br />

Marta, la costurera, como siempre, se queda un rato más dormida,<br />

como una chiquilla en lunes. Los pájaros pajarean y las<br />

estrellas se escon<strong>de</strong>n, los búhos duermen y <strong>de</strong>spiertan las flores.<br />

Como siempre. Y como siempre, fray Luis, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />

rezo, empren<strong>de</strong> su paseo matutino, “que <strong>de</strong>speja el alma y alegra<br />

la vista” y, al llegar a la plaza, se para a contemplar la<br />

imponente casa <strong>de</strong>l Maestro.<br />

En ese momento entra Agustino en dicha casa:<br />

-¡Maestro!<br />

Ver<strong>de</strong> es <strong>de</strong> nuevo el césped<br />

ver<strong>de</strong>s tornan los árboles<br />

dicen que ha vuelto el Sol, has <strong>de</strong> encontrarte<br />

lejos ya, pues ya vienen<br />

Y el Maestro, sin levantar la vista <strong>de</strong> su eterno pliego ni retirar<br />

la mano <strong>de</strong> su taza <strong>de</strong> achicoria siempre humeante, respon<strong>de</strong>:<br />

-No.<br />

Silencioso, escueto, tranquilo, apagado. Ese es el Maestro<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la vuelta <strong>de</strong> Fernando VII al trono <strong>de</strong> las Españas. Antes<br />

fue gran orador, ahora calla. Antes, siempre lleno <strong>de</strong> energía;<br />

ahora, alicaído. ¡Cuánto había envejecido en dos meses!<br />

Realmente, ¿quién diría que no alcanza los 40 años? Tiene el<br />

cabello cano, el gesto arrugado, sin embargo, más viejo le<br />

hacen sus ojos. Hace dos semanas que se volvieron grises. En<br />

una noche. Noche <strong>de</strong>l 10 <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1814, disueltas las<br />

Cortes, que tanto trabajo costaron, ante la dicha <strong>de</strong>l pueblo. La<br />

felicidad <strong>de</strong>l recuperado yugo, eso le <strong>de</strong>strozó.<br />

Pasa tranquilo el día, como siempre. Y como siempre llega<br />

la noche. La Luna entra en la imponente casa y le pregunta al<br />

Maestro:<br />

-Maestro, ¿sabes algo <strong>de</strong>l Sol?<br />

Y el Maestro, sin levantar la vista <strong>de</strong> su hoja muerta ni retirar<br />

la mano <strong>de</strong> la pluma, respon<strong>de</strong>:<br />

-Por aquí ha pasado, Luna.<br />

La Luna apresura la búsqueda <strong>de</strong>l Sol, que siente cada vez<br />

un poquito más cerca, y regala al Maestro una lágrima. Este la<br />

guarda en su eterno pliego.<br />

Su eterno pliego es un grabado <strong>de</strong> Francisco <strong>de</strong> Goya. En los<br />

viejos tiempos eran amigos. Ahora el Maestro ya no tiene amigos.<br />

Solo su eterno pliego. Goya habrá <strong>de</strong> abandonar España<br />

años <strong>de</strong>spués, perseguido por sus i<strong>de</strong>as e influencia. Ahora el<br />

amenazado es el Maestro.<br />

El Maestro fue diputado <strong>de</strong> La Pepa; <strong>de</strong> hecho, fue un diputado<br />

<strong>de</strong> gran prestigio. No solo expuso sus i<strong>de</strong>as en las Cortes,<br />

sino que las extendió por todo Cádiz: hablaba en los cafés,<br />

hablaba en las calles. Enseñó a pensar a todo aquel que quiso.<br />

De ahí su sobrenombre. Su nombre anterior, ni él mismo lo<br />

recuerda.<br />

La noche pasa rápido y poco a poco, abatida, cesa la Luna<br />

en su búsqueda.<br />

Clarea el alba y comienza la vida en Perales <strong>de</strong>l Duero. El<br />

<strong>Kasbah</strong> IEES Severo Ochoa Nº <strong>23</strong><br />

campesino coge la azada, el pintor el pincel. Las ovejas pastan<br />

y duerme quien no durmió. Excepto el Maestro. Anda <strong>de</strong>masiado<br />

ocupado. Mira su eterno pliego. De vez en cuando se<br />

levanta y prepara más achicoria. A veces coge la pluma y<br />

escribe palabras. Palabras <strong>de</strong> cristal casi siempre, a veces, invisibles,<br />

a veces no las escribe. En cualquier caso todas tienen su<br />

razón <strong>de</strong> ser y <strong>de</strong>jan en el mundo su aroma. Y no caerán con<br />

el Maestro.<br />

¿Dón<strong>de</strong> está España ahora? Ahora que agoniza su padrino,<br />

el Maestro, que le dio vida, ¿dón<strong>de</strong> se escon<strong>de</strong>? Aunque parece<br />

que, como fue, es y será siempre. Y el pueblo..., el pueblo<br />

adora a los tiranos. Pobre Maestro, que nunca pidió lo que le<br />

quitaron.<br />

A las 3 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, comienza a trinar un mirlo. El Maestro lo<br />

escucha y, levantando la cabeza, dice:<br />

-¿Qué nuevas traéis, amigo mirlo?<br />

Y canta el pájaro:<br />

¿Qué es lo que buscas Maestro?<br />

Que ya no miras mis alas<br />

que ya no cantas mi vuelo<br />

¿Acaso te duele España?<br />

El Maestro calla ahora. Fue él quien enseñó al mirlo el<br />

romance, pues el instinto <strong>de</strong> las aves les suele llevar por estructuras<br />

en<strong>de</strong>casílabas. Sin embargo ahora se había extendido el<br />

sencillo romance por toda España gracias a él. Luego, al escucharlos,<br />

Lorca escribiría su romancero gitano.<br />

Agustino entra en la imponente casa:<br />

-¡Maestro!<br />

De rojo torna el cielo<br />

y se oscurece el ver<strong>de</strong><br />

¿No oyes sus pasos por el campo yermo?<br />

Partir has, pues ya vienen<br />

Y el Maestro, sin levantar la vista <strong>de</strong> su eterno pliego ni retirar<br />

la mano <strong>de</strong> su taza <strong>de</strong> achicoria siempre humeante, respon<strong>de</strong>:<br />

-No.<br />

Y como pasa el tiempo, pasa el día y vuelve la noche. Viene<br />

sembrada <strong>de</strong> estrellas y, como siempre, <strong>de</strong> luto; pero esta vez<br />

la Luna se ha quedado dormida. El Maestro no se sorpren<strong>de</strong>; le<br />

pasa <strong>de</strong> vez en cuando, pero se encuentra sin lágrima, así que<br />

llama al Tiempo y le pi<strong>de</strong> tres minutos. El Tiempo se los da e<br />

intenta charlar con él:<br />

-¿Cómo se encuentra, Maestro, ahora que, por fin, ha<br />

encontrado lo que buscaba, ahora que, por fin, pue<strong>de</strong> verme?<br />

El Maestro se queda callado. Para él, hace mucho se fue el<br />

tiempo. Y al rato el Tiempo se marcha.<br />

A las 3 <strong>de</strong> la mañana el Maestro se levanta <strong>de</strong> su silla <strong>de</strong><br />

mimbre y sale <strong>de</strong> la imponente casa en busca <strong>de</strong> su Sombra,<br />

pues con ella <strong>de</strong>jó su Nombre y sabe que nadie <strong>de</strong>be partir<br />

hacia lo incierto sin un ajuar que lo avale. Y su viaje allí está<br />

próximo. Avanza campo a través. Avanza y avanza y avanza.<br />

Ancha es Castilla, larga la noche.<br />

Le acompaño un trecho pero pronto me he <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener. Esta<br />

es la hora <strong>de</strong> los fantasmas. El Maestro no les teme, claro, pues<br />

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