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cuatro hojas - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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DE CUATRO HOJAS. 213<br />

Al fin divisó un punto negro en el horizonte. Era<br />

<strong>la</strong> caravana: habia comprendido que se aproximaba<br />

<strong>la</strong> tormenta y se habia refugiado en aquel<strong>la</strong>s peñas<br />

coloradas, que tan bien conocia Abdal<strong>la</strong>h.<br />

—¡Amigos, esc<strong>la</strong>mó, ya son nuestros! Vedlos<br />

allí; Dios nos los entrega: ¡a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte!<br />

Y olvidando todos <strong>la</strong> fatiga, <strong>la</strong>nzaron su caballo<br />

al encuentro <strong>de</strong> los raptores.<br />

En aquel<strong>la</strong>s l<strong>la</strong>nuras sin límites no es posible<br />

sorpren<strong>de</strong>r á un enemigo que está sobre aviso.<br />

Ornar pudo reconocer á los que le perseguían, y no<br />

los aguardó.<br />

Se le vio poner en fi<strong>la</strong> los camellos y colocar <strong>de</strong>­<br />

trás los conductores como para simu<strong>la</strong>r una <strong>de</strong>fen­<br />

sa, y <strong>de</strong>tener algún tiempo á los Beni-amers. Mon­<br />

tó <strong>de</strong>spués á caballo y se internó en el <strong>de</strong>sierto se­<br />

guido por el resto <strong>de</strong> su gente.<br />

Llegaron los beduinos. A <strong>la</strong> primera <strong>de</strong>scarga<br />

cejaron los camellos <strong>de</strong> Ornar huyendo á refugiarse<br />

entre <strong>la</strong>s rocas.. Aun no se habia disipado el humo<br />

cuando una muger corría al encuentro <strong>de</strong> Abda­<br />

l<strong>la</strong>h. Era Halima á quien habían <strong>de</strong>jado atrás y que<br />

habia logrado escaparse <strong>de</strong> sus enemigos.<br />

—¡Bendito seas, hijo mió! esc<strong>la</strong>mó; no te <strong>de</strong>ten­<br />

gas, corre hacia el negro <strong>de</strong>l albornoz rojo: ese es<br />

el asesino <strong>de</strong> Hafiz y el raptor <strong>de</strong> Lei<strong>la</strong>.<br />

Vénganos: ojo por ojo, diente por diente, alma<br />

por alma. Muerte álos traidores, muerte á los ase­<br />

sinos.<br />

A estos gritos, <strong>la</strong> Paloma como si participase <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> pasión <strong>de</strong> su dueño, se <strong>la</strong>nzó sobre <strong>la</strong>s arenas con

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