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cuatro hojas - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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48 EL TRÉBOL<br />

acaban por convertirse en servidores <strong>de</strong>l rico.<br />

—Sé, replicó dignamente Abdal<strong>la</strong>h, que nada<br />

es bastante á ap<strong>la</strong>car <strong>la</strong> ambición <strong>de</strong>l hombre, y<br />

que solo el polvo <strong>de</strong> <strong>la</strong> tumba es capaz <strong>de</strong> llenarle<br />

el vientre: pero al menos en el <strong>de</strong>sierto, una onza<br />

<strong>de</strong> honor vale mas que un quintal <strong>de</strong> oro. Con <strong>la</strong><br />

ayuda <strong>de</strong> Dios viviré como vivieron mis padres.<br />

Quién nada <strong>de</strong>sea, siempre será libre.<br />

—¡Adiós, pues, Mansur: adiós, hermano mió!<br />

Nuestros caminos se separan hoy, ¡ojalá <strong>la</strong> senda<br />

que has tomado te conduzca al término que <strong>de</strong>be<br />

<strong>de</strong>sear todo buen creyente!<br />

—¡Adiós, mi querido Abdal<strong>la</strong>h! esc<strong>la</strong>mó el jo­<br />

ven egipcio, cada uno <strong>de</strong> nosotros sigue su suerte.<br />

Lo que está escrito, está escrito. Tú has nacido pa­<br />

ra vivir bajo <strong>la</strong> tienda; yo para sermerca<strong>de</strong>r. ¡Adiós!<br />

no olvidaré nunca nuestra amistad <strong>de</strong> <strong>la</strong> infancia,<br />

y pue<strong>de</strong>s estar seguro <strong>de</strong> que si algún dia me ha­<br />

cen falta un brazo vigoroso y un corazón esforza­<br />

do, me acordaré <strong>de</strong> tí.<br />

—Gracias, hermano mío; esc<strong>la</strong>mó el beduino, y<br />

echando sus brazos al cuello <strong>de</strong> Ornar, le besó tier­<br />

namente, sin contener ni ocultar sus lágrimas.<br />

Ornar recibió impasible estas pruebas <strong>de</strong> cariño,<br />

y cuando Abdal<strong>la</strong>h con <strong>la</strong> cabeza baja y el aspecto<br />

triste salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> habitación, no sin volver los ojos<br />

por dos ó tres veces, esc<strong>la</strong>mó el egipcio dirigiéndo­<br />

se á su padre.<br />

—¿En qué estabas pensando al <strong>de</strong>jarme tanto<br />

tiempo con ese beduino? ¿No compren<strong>de</strong>s que si te<br />

hubieses muerto y yo me hubiera presentado para

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