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cuatro hojas - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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FE CUATRO HOJAS. 25<br />

gratitu<strong>de</strong>s. Quisiera, dijo por último, que mi hijo<br />

fuese un perfecto egoista.<br />

—Sea, respondió <strong>la</strong> voz con acento doblemente<br />

atronador y medroso.<br />

El último eco <strong>de</strong> <strong>la</strong> voz misteriosa causó tal pa­<br />

vor en el ánimo <strong>de</strong>l egipcio, que permaneció pos­<br />

trado e inmóvil hasta que el adivino, tirándole <strong>de</strong><br />

un estremo <strong>de</strong>l trage, le or<strong>de</strong>nó que se levantara.<br />

' En aquel instante salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> lámpara una gran<br />

l<strong>la</strong>marada que iluminó tan vivamente <strong>la</strong> habitación<br />

que parecía que toda el<strong>la</strong> comenzaba á ar<strong>de</strong>r.<br />

Mansur espantado <strong>de</strong> su atrevimiento se preci­<br />

pitó hacia <strong>la</strong> puerta para asegurarse do que vivia<br />

aun, y que nada habia cambiado á su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Mientras el <strong>de</strong>rvis se arreg<strong>la</strong>ba el trage y volvía<br />

á ponerse <strong>la</strong>s sandalias como hombre acostumbrado<br />

á aquel<strong>la</strong>s escenas, una mujer entró en <strong>la</strong> habita­<br />

ción y se dirigió presurosa á <strong>la</strong> cuna en que dor­<br />

mían los niños. Era I<strong>la</strong>lima, que habia permaneci­<br />

do en <strong>la</strong> habitación inmediata todo el tiempo que<br />

duró el encanto, y que se habia asustado doble­<br />

mente al ver salir á Mansur con <strong>la</strong>s facciones con­<br />

traidas y los ojos estraviados. Su primer cuidado<br />

fué mojar uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos y pasarlo por <strong>la</strong> frente<br />

<strong>de</strong> los niños, repitiendo una fórmu<strong>la</strong> contra los ma­<br />

leficios. La serenidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rvis y <strong>la</strong> benevolencia<br />

<strong>de</strong> ; su sonrisa, fueron calmándo<strong>la</strong> poco á poco, y<br />

concluyó por arrepentirse <strong>de</strong> haber sospechado <strong>de</strong><br />

aquel piadoso personaje que tenia todo el aspecto<br />

<strong>de</strong> un santo. Aproximándose á él con respeto le<br />

besó <strong>la</strong> or<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> túnica, y le dijo:

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