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el filo de todas sus espadas. Y él viene después, no<br />
puede escapar de toda esa lluvia que ahora salpica<br />
mi tarta de pollo. Además, sigo pensando, tiene<br />
razón: me he movido sin mayores inconvenientes<br />
entre Village People y Bandana pero entiendo de<br />
qué me habla porque odio los bestsellers y un<br />
Enrique Iglesias, pongamos, es a la música lo que un<br />
Sidney Sheldon a la literatura. De todos modos, no<br />
es su razón lo que me disuade. Siguen siendo sus<br />
ojos.<br />
-Si mi gusto musical es tan mainstream como vos<br />
decís, ¿cómo pudiste confiarme este trabajo?<br />
-Porque en todo lo demás te alejás de la corriente<br />
principal -dijo, mirándome. Después agregó-:<br />
Aparte, no quise recurrir a un experto en rock<br />
porque, en este caso, el libro podría terminar siendo<br />
mainstream dentro de la literatura rock.<br />
Bien, pensé, al fin alguien que no me sugiere que<br />
vaya a un psicólogo “por todo lo demás”. De todas<br />
formas no me sentí eximida en mi inexperiencia<br />
rockera. Sólo se me estaba dando la oportunidad de<br />
redimirla. Le pregunté a Gustavo si no me podía<br />
recomendar algunos libros sobre rock. Él no negó<br />
con la cabeza pero se rió.<br />
-<strong>El</strong> rock quizás puede leerse después o no leerse<br />
en absoluto. Pero primero hay que escucharlo, hay<br />
que vivirlo.<br />
Procuré no alarmarme ni sentirme disminuida. En<br />
cambio, asentí con un ligero movimiento como si<br />
estuviera acostumbrada a los golpes elípticos. En<br />
realidad, lo estaba. Antes de sobreponerme pensé en<br />
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