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Escucho la propuesta y me quedo callado. David<br />
ya me había prevenido: “Ojo: si Pappo te llama, no<br />
se te ocurra darle bola. Cuando chupa es medio<br />
jodido: bardea, puede llegar a ponerse violento”. <strong>El</strong><br />
Ruso lo debe conocer bien, pienso; ellos tocaron<br />
juntos. Al otro lado de la línea, Vitico espera mi<br />
respuesta. ¿Qué carajo le digo? Encima ni siquiera<br />
tengo la excusa de que el estudio está ocupado: los<br />
Serú acaban de salir para Santiago <strong>del</strong> Estero.<br />
-Okey, no hay problema -le digo a Vitico, que<br />
sea lo que Dios quiera-. Los espero el viernes a las<br />
siete de la tarde.<br />
Corto y trato de convencerme: es un laburo, no<br />
me puedo dar el lujo de perderlo. Además, estuve<br />
con cada <strong>del</strong>irante en mi vida... no creo que no<br />
pueda manejar a éstos.<br />
Finalmente el viernes terminamos grabando un<br />
par de bases: “No detenga su motor” y “<strong>El</strong><br />
marqués”.<br />
Ahora Pappo está cantando y Vitico,<br />
preocupado, me dice:<br />
-Me parece que tenemos que conseguir un<br />
cantante, esto suena como Pappo’s Blues.<br />
-Che -irrumpe el vozarrón de Pappo-: tengo un<br />
hambre espantoso. Voy a preparar unas pizzas.<br />
-Hay un problema: la tapa <strong>del</strong> horno tiene el<br />
vidrio térmico roto -le informo con tono de<br />
disculpa.<br />
-Dejame que yo te lo soluciono -se ofrece,<br />
expeditivo y resuelto.<br />
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