El Cabildo del Rock

mostrador y dudo. Me parece poco profesional
comer en demasía. Además, ¿quién va a pagar la
cuenta? No es una cita ni está intentando seducirme,
reflexiono. Sólo estamos viendo si podemos llevar a
cabo la propuesta de Cristian Merchot. Por otra
parte, sigo elucubrando, tampoco va a querer que
compartamos la cuenta, aunque técnicamente se trata
de un almuerzo de trabajo. Digo yo, ¿de qué se trata
la maldita liberación femenina? ¿Dónde corno nos
ha dejado? En la época de mi madre, ni qué decir de
mi abuela, estaba claro: pagaba el varón. Ahora una
tiene que enfrentar una serie de disquisiciones: ¿me
está cortejando? (que pague él), ¿es nuestra cuarta
salida y todavía no me decido a tener sexo?
(pagamos a medias), ¿lo cité para mandarlo al
demonio? (pago yo). ¿Es un asunto laboral que
incluye comida y bebida? Entonces hay que ver: si
es tu jefe, que pague; si es tu empleado, pagale; si es
tu socio y no le debés ningún favor, la cosa va a
medias; si es Gustavo Gauvry, no sé, no entra en
ninguna de las categorías. ¿Es un conocido a quien
en un acto rotundamente narcisista le mostré lo que
escribía? ¿Es un amigo que quiso darme una mano
porque le pareció una picardía que nadie se dignara
publicarme mi última novela? ¿Sólo se trata,
después de todo, del hombre que le compró el barco
a mi esposo? ¿Cuál es el gesto que hace que un mero
conocido se termine convirtiendo en un amigo
entrañable? ¿Existirá, realmente, la amistad entre el
hombre y la mujer? Son demasiadas las preguntas
que bullen en mi interior. Trato de recobrar, no
obstante, un aire de mujer de mundo.
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