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y muy grandes, para pastoreo de la caballada, el<br />
lugar adquiere una fisonomía ecuestre. Cientos de<br />
jóvenes y turistas se acercan a la zona para disfrutar<br />
de largas y románticas cabalgatas por el Parque y sus<br />
alrededores. En la caballeriza “La Pérgola”, por<br />
ejemplo, había bungalows incluso. Y había una<br />
pileta pública. Ofrecían clases de equitación y<br />
organizaban cabalgatas con jinetes vestidos a la<br />
usanza inglesa.<br />
La reserva de los Leloir continúa loteándose.<br />
Tanto en la década <strong>del</strong> ’60 como en la <strong>del</strong> ’70 se<br />
establecen varias familias con vivienda permanente.<br />
Pero habría que esperar hasta comienzos de los<br />
’80 para que se establecieran los Gauvry y se<br />
instaurara, en medio de los eucaliptus y las<br />
zarzamoras, un pequeña república <strong>del</strong> rock & roll.<br />
-Seguí derecho nomás -me indica mi amigo,<br />
Pablo Milberg.<br />
-¿Estás seguro? -le pregunto, con cierto recelo.<br />
La Avenida Gaona, por la que veníamos<br />
circulando, se termina de golpe. Ahora avanzamos<br />
por la supuesta continuación: un angosto e irregular<br />
sendero entre los matorrales.<br />
-Sí, sí -me responde Pablo, enfáticamente-. Dale<br />
que está todo bien.<br />
“Todo bien” es un camino polvoriento lleno de<br />
pozos, que serpentea entre inmensos montículos:<br />
basura, escombros y restos de autos abandonados,<br />
completan el trazo de lo que algún día será la<br />
Autopista <strong>del</strong> Oeste.<br />
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