El Cabildo del Rock

Estábamos los dos agachados, iluminados por la luz
de la heladera. Merchot bajó la voz.
-El día que le dije a mi mamá que iba a dejar la
empresa para trabajar con Bersuit, se puso a llorar -
me confesó-. Mi mujer, mi papá, mi hermano, ellos
me apoyaban. Pero mi mamá se puso a llorar.
-Tenía miedo -dije, tratando de imaginar qué se
le habría pasado por la cabeza a la señora.
-Sí, capaz pensaba que tomaba drogas o que me
iba con ellos por ese lío. No sé qué habrá pensado.
Pero a los cinco años ellos estaban cobrando en
patacones y yo estaba en Madrid con Bersuit. Para
que te des una idea de lo que fue: una locura.
-Un crecimiento vertiginoso.
-Sí, tuve que decirle a mi socio de la empresa de
hemoterapia: “mirá Rubén, me tengo que ir de acá”.
Habíamos firmado con Universal, el disco lo iba a
hacer Santaolalla, se venían viajes al exterior... Yo
ya no podía cumplir con mi trabajo en la sociedad
que tenía con la medicina. Y bueno, me acuerdo que
vendimos la empresa y aposté tres años a que saliera
lo de Bersuit. Si no salía, no sé, iba a hacer otra
cosa. Pero aposté tres años.
-Fue una jugada importante.
-Fue una jugada, sí. Fue una jugada fuerte.
-Pero vos siempre les viste el filón.
-Yo no lo veía comercialmente, lo veía como una
apuesta a ser feliz.
Me incorporé. Cristian me preguntó qué quería
tomar.
-Una Pepsi light -dije, señalando unas latas
perdidas entre numerosas botellitas de cerveza.
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