Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date
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Doña Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla, era<br />
prima del padre de Fernando. Dado que dicho parentesco<br />
implicaba un impedimento canónico, Inocencio III,<br />
había declarado disuelto el matrimonio, por lo que los<br />
padres debieron separarse, tras seis años de estar unidos.<br />
Berenguela retornó a Castilla, a la corte de Alfonso<br />
VIII. Fernando permaneció con su padre. Un tiempo<br />
después, cuando Fernando tenía cinco años, Inocencio<br />
III subsanó el impedimento, declarando legítima la prole<br />
surgida de esta unión.<br />
2. La educación que recibió de su madre<br />
No se puede hablar como corresponde acerca de Fernando<br />
si se pasa por alto la figura admirable de su madre,<br />
doña Berenguela. Por sus venas corría sangre inglesa,<br />
ya que de Inglaterra era oriunda su abuela, doña<br />
Leonor, una mujer muy temperamental, así como su hermano,<br />
el famoso Ricardo Corazón de León. Berenguela,<br />
hija mayor de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de<br />
Inglaterra, nació en Segovia, según algunos, o en Burgos,<br />
según otros. Las crónicas de la época la califican de<br />
prudentísima, sapientísima, reina sin par, espejo de toda<br />
España. «Esta es –dice don Lucas, obispo de Tuy– la<br />
que dilató la fe en Castilla y León, la que reprimió los<br />
enemigos del Reino, la que edificó magníficos templos y<br />
la que enriqueció las iglesias». Sin duda que ha de haber<br />
merecido todos estos elogios, porque fue, de veras, una<br />
reina incomparable, digna madre y educadora de un rey<br />
tan santo como Fernando.<br />
Una de las hermanas de Berenguela, para seguir con<br />
sus parientes, fue también una mujer fuera de serie. Nos<br />
referimos a Blanca de Castilla, quien se desposó con<br />
Luis VIII de Francia, dando a luz nada menos que a San<br />
Luis, ese otro gran rey, primo, por consiguiente, de Fernando.<br />
Así como doña Berenguela amamantó a Fernando,<br />
doña Blanca lo hizo con Luis. Siglo verdaderamente<br />
de oro para España y para Francia, en que merecieron<br />
un Fernando y un Luis, pudiendo así ambas naciones<br />
ser testigos de una gloriosa competencia entre el talento<br />
y la santidad de sus respectivos reyes.<br />
Doña Berenguela educó primorosamente a su hijo. La<br />
Crónica General, documento de la época, subraya su<br />
esmero en dicho quehacer:<br />
«Esta noble reyna enderezó siempre este su fijo en buenas costumbres,<br />
et buenas obras, et le dio su leche, et lo crió mucho<br />
dulcemente, de guisa que magüer que fuese ya varón fecho, la<br />
Reyna Doña Berenguela su madre non quedaba de enseñarle<br />
aguciosamente las cosas que placen a Dios et a los omes: et nunca<br />
le mostró las costumbres nin las cosas que pertenescien a las<br />
mugeres, si non los que facien menester a grandeza de corazón, et<br />
a grandes fechos, et a devoçión... et por esta lozanía et mesuramiento<br />
se maravillaban della los Moros et los Christianos de los nuestros<br />
tiempos: ca non vino y fembra que la semejase».<br />
Destaquemos la preocupación de su madre por iniciarlo<br />
en la grandeza de corazón, en la magnanimidad, y<br />
ello desde sus primeros años. Nos dicen las Crónicas<br />
que el tiempo que Fernando no empleaba en la devoción<br />
o en las armas lo ocupaba en leer historias de los antiguos<br />
héroes, para aprender de ellas acciones que imitar,<br />
y errores que eludir, con lo que fue inclinado a imitar las<br />
virtudes de los reyes que lo habían precedido, y evitar<br />
sus vicios, para llegar a ser un príncipe cabal.<br />
Tenía unos diez años cuando escuchaba embelesado<br />
el relato del triunfo alcanzado en las Navas de Tolosa,<br />
bajo la conducción de su abuelo Alfonso VIII, el padre<br />
de doña Berenguela. El rey árabe Miramamolín, rodeado<br />
de tropas ligeras formadas por árabes, bereberes,<br />
almohades, etc., estaba atrincherado, con sus grandes<br />
San Fernando<br />
29<br />
dignatarios, en lo alto de una colina, dentro de un cerco<br />
de estacas, unidas por gruesas cadenas. Refiere la Crónica<br />
que habiendo avanzado los musulmanes casi hasta<br />
el lugar donde se encontraban el rey de Castilla y el arzobispo<br />
don Rodrigo, y comenzando a cundir el desaliento<br />
entre los <strong>cristianos</strong>, dijo el rey al arzobispo:<br />
«–Arzobispo, arzobispo, yo e vos aquí muramos.<br />
–Non quiera Dios que aquí murades, respondió el prelado, antes<br />
aquí habedes de triunfar de los enemigos».<br />
Lanzóse entonces el rey al contraataque llegando a pasar<br />
por sobre las cadenas. El jefe moro logró escapar,<br />
pero cayeron casi todos los nobles, sus enseñas y cuantioso<br />
botín. Al leer estas cosas se le enardecía el corazón<br />
al joven Fernando, deseando emular dichas gestas.<br />
Doña Berenguela educó asimismo muy bien a sus otros<br />
hijos e hijas. Constanza, una de ellas, terminaría de monja<br />
en el monasterio de Las Huelgas de Burgos. Berenguela,<br />
la menor de todas, fue elegida por Jean de Brienne, rey<br />
cruzado de Jerusalén, que «venía camino de Santiago<br />
para tomar esposa a una de las hijas del rey de León». Al<br />
casarse con él, recibió el título de reina de Jerusalén. Más<br />
tarde, el Papa confiaría el Imperio de Constantinopla al<br />
citado Jean, por lo que su esposa Berenguela se convertiría<br />
en emperatriz.<br />
3. La llegada al poder<br />
¿Cómo accedió Fernando al trono? De una manera un<br />
tanto extraña y tramoyesca. En 1214 murió Alfonso VIII,<br />
el padre de doña Berenguela. La corona de Castilla recayó<br />
entonces en Enrique, hijo de Alfonso, que apenas tenía<br />
once años de edad. Como hermana mayor, y por indicación<br />
de los nobles, doña Berenguela asumió la tutela del<br />
nuevo rey de Castilla, Enrique I, gobernando con plena<br />
aceptación de todos. Pero un revoltoso, Álvaro Núñez,<br />
de la familia de los Lara, se impuso sobre ella, tomando<br />
la tutela de Enrique y el gobierno del reino. Luego quiso<br />
desterrar a doña Berenguela, e hizo casar a Enrique, a<br />
pesar de ser tan pequeño, con la hija del rey de Portugal,<br />
matrimonio inválido por consanguinidad. Enrique, que<br />
se sentía prisionero, murió poco después en un accidente.<br />
Por aquellos años, Berenguela estaba separada de Alfonso<br />
IX, como dijimos, por decisión del Papa. Al enterarse<br />
de la muerte de Enrique, como hija mayor de Alfonso<br />
VIII y hermana del rey fallecido, creyó que debía<br />
asumir la corona de Castilla. Entonces Berenguela envió<br />
emisarios a Alfonso IX, con el encargo de decirle que<br />
tenía grandes deseos de ver a su hijo Fernando. Pero a<br />
los emisarios les pidió que le ocultasen al rey la muerte<br />
de Enrique.<br />
Don Fernando llega, así, a Castilla, abraza a su querida<br />
madre, y al enterarse de todo, le dice que es a ella a quien<br />
corresponde el trono de Castilla. El infante contaba a la<br />
sazón 16 años. Pero Berenguela pensó que había llegado<br />
la hora de su hijo. Valióse para ello de una estratagema.<br />
Reunidos los nobles y el pueblo en Valladolid, se hizo<br />
jurar por Reina de Castilla, e inmediatamente renunció al<br />
trono en favor de su hijo, don Fernando. Enseguida los<br />
nobles pasaron a la iglesia donde con gran pompa los<br />
obispos ungieron al joven. Era el 1º de julio de 1217.<br />
Castilla ya tenía rey. Se llamaba Fernando III.<br />
Irritado Alfonso por lo que creía una burla de Berenguela,<br />
marchó con su ejército hacia Burgos. Su hijo le escribió,<br />
entonces, una carta conmovedora:<br />
«Señor padre: ¿Por qué así os irritáis? ¿Por qué me hacéis la<br />
guerra? Parece que os pesa de mi bien, cuando debierais gloriaros de