Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date
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ya que Fernando enfermó gravemente de hidropesía, muriendo<br />
poco tiempo después.<br />
Acotemos un dato histórico que, si bien rebasa la época de nuestro<br />
Santo, parece prolongarla. Siglos después, los Reyes Católicos,<br />
tomando la antorcha dejada por San Fernando, tratarán de llevar a<br />
cabo su generoso anhelo. Porque luego de conquistar la ciudad de<br />
Granada, dando así término a los siete siglos de Reconquista, inspirados<br />
por el cardenal Cisneros, sintieron arder en sus pechos el<br />
mismo anhelo que Fernando: lanzarse sobre África del norte para<br />
plantar allí la cruz de Cristo. Tras las conquistas iniciales que<br />
lograron en Orán, Trípoli, Argel y Túnez, se propusieron avanzar<br />
hacia el Oriente en forma de pinza, desde Alejandría y desde Grecia,<br />
para culminar liberando Jerusalén.<br />
El papa Alejandro VI apoyó calurosamente este grandioso proyecto,<br />
que empalmaría con las viejas cruzadas, concediendo las<br />
debidas indulgencias. El proyecto, por desgracia, no se pudo concretar.<br />
Pero no deja de resultar apasionante la idea de que la toma de<br />
Granada, continuando la de Sevilla, estuvo en el comienzo tanto del<br />
proyecto de la reconquista africana como de la histórica conquista<br />
americana, ambas concebidas con espíritu de Cruzada. Por eso los<br />
Reyes Católicos deben ser considerados como los herederos natos<br />
del rey Fernando.<br />
III. El Gobernante<br />
Hasta ahora Fernando se nos ha revelado como un<br />
esforzado guerrero. Tras pacificar los reinos de Castilla<br />
y León, convirtió en tributarios suyos los reinos de Valencia<br />
y Granada, y conquistó los de Murcia, Córdoba,<br />
Jaén y Sevilla.<br />
Sin embargo no se limitó a combatir y vencer. Se impuso,<br />
asimismo, la tarea de gobernar con la equidad propia<br />
de un caudillo católico. Luego de conquistar Sevilla,<br />
para poner un ejemplo, se preocupó tanto por lo espiritual<br />
como por lo temporal. En lo que toca a lo primero,<br />
trató de favorecer la conversión de sus nuevos súbditos,<br />
y al tiempo que dotaba con real munificencia la catedral,<br />
colaboró con la Iglesia para la multiplicación de monasterios<br />
y colegios. Con el mismo tesón se aplicó al gobierno<br />
político. La primera urgencia era repoblar la ciudad.<br />
Así lo hizo, otorgando grandes ventajas a quienes a<br />
ella viniesen, con lo que españoles de toda la Península<br />
acudieron para afincarse en Sevilla, supliendo a los moros<br />
fugitivos. Particularmente generoso se mostró con<br />
los doscientos caballeros que más se habían señalado en<br />
la conquista de la ciudad, dando a cada uno de ellos el<br />
galardón correspondiente a sus méritos.<br />
Trajo también de otros lugares un buen número de<br />
artesanos y expertos en todo género de artes, con lo que<br />
la ciudad recuperó pronto su antiguo lustre. Ésta fue<br />
una política habitual en él: poblar y colonizar inteligentemente<br />
los territorios conquistados.<br />
1. Su amor por la justicia<br />
Fernando se preocupó muy en particular por la recta<br />
administración de la justicia. Aborrecía las coimas –sobornos–<br />
y no las dejaba impunes, en la conciencia de<br />
que si se hacía vendible la justicia, las infracciones de<br />
los pobres serían exageradamente castigadas, mientras<br />
que los delitos de los ricos pasarían desapercibidos. Por<br />
eso exigía de los jueces un juramento especial de que no<br />
recibirían dinero alguno por sus oficios, y a fin de que<br />
no tuviesen excusa, les otorgaba cuantiosos salarios, tomándolos<br />
de su patrimonio real.<br />
Con el deseo de que el derecho encontrase su adecuada<br />
codificación ordenó traducir del latín al español –que<br />
declaró idioma oficial de sus Reinos– el antiguo Código<br />
visigótico Liber Judicum, bajo el nombre de Fuero Juzgo,<br />
y por su consejo se comenzó a redactar la inmortal<br />
recapitulación jurídica del Código de las Siete Partidas,<br />
P. Alfredo Sáenz, S. J. – <strong>Arquetipos</strong> <strong>cristianos</strong><br />
34<br />
que terminaría su hijo don Alfonso. A semejanza de su<br />
primo Luis, le gustaba a Fernando hacer rápida justicia.<br />
Nos cuentan los cronistas que para no demorar la atención<br />
a los necesitados, atendía desde las ventanas del<br />
entresuelo de su casa, que daba a la calle, donde los<br />
pobres exponían sus aprietos «sin necesidad de antesala»;<br />
así, decía, se obviaban «las trabas de los porteros y<br />
demás servidumbre de escaleras abajo».<br />
Preocupóse asimismo por promulgar leyes que elevaran<br />
el nivel intelectual y moral de su pueblo. Para ello se<br />
hacía asesorar por sacerdotes y personas entendidas,<br />
pidiéndoles que estudiasen y propusiesen remedios adecuados<br />
en orden a corregir los defectos de sus vasallos.<br />
Mediante dichas leyes logró mejorar sustancialmente sus<br />
usos y costumbres. En esto de dar a cada cual lo que le<br />
corresponde, fue tolerante con los judíos y musulmanes,<br />
pero muy riguroso con los apóstatas y falsos conversos.<br />
2. El fomento de la cultura<br />
Destaquemos también su preocupación por la cultura.<br />
No en vano floreció en un siglo pletórico de hombres<br />
eminentes, contemporáneo de Santo Tomás, San Buenaventura,<br />
y tantos otros. En la sabiduría política, que<br />
es la propia de un rey, excedió sobremanera. Incluso se<br />
le ha comparado con su hijo, el rey Alfonso, apodado<br />
precisamente el Sabio. Fernando fue particularmente versado<br />
en el campo de la historia, haciendo de los tiempos<br />
pasados una escuela para su tiempo, aprendiendo de unos<br />
personajes lo que debía imitar, y de otros lo que había de<br />
evitar.<br />
Tenía particular afición por los profesores y los hombres<br />
de la cultura. No bien conquistó Sevilla se preocupó<br />
por traer personas sabias que la ilustrasen, con buenos<br />
sueldos para que pudiesen proseguir holgadamente<br />
sus investigaciones. Gilberto Genebrardo, benedictino<br />
francés del siglo XVI, dice en su Cronografía: «Por la<br />
magnificencia de san Fernando, rey de España, y de San<br />
Luis, rey de Francia, la teología y las buenas artes, que<br />
hacía tiempo de cien años estaban muy caídas, cobraron<br />
fuerza y levantaron cabeza».<br />
Según parece, fue nuestro santo rey quien trasladó la<br />
universidad de Palencia a Salamanca, pudiendo así ser<br />
considerado como el fundador de esta insigne universidad.<br />
Se ha dicho que el florecimiento jurídico, literario y<br />
hasta musical de la corte de Alfonso X no es sino el fruto<br />
de los comienzos puestos por su padre.<br />
En fin, la política de Fernando, tanto la nacional como<br />
la internacional, fue verdaderamente ejemplar. Sus relaciones,<br />
filiales siempre, pero independientes y hasta tajantes,<br />
cuando correspondía, con la Santa Sede; su trato<br />
con los prelados, los nobles, los municipios, las recién<br />
fundadas universidades; su administración de la justicia;<br />
su categórica represión de las herejías; sus relaciones<br />
con los otros reinos de España; su gestión económica; la<br />
creación de la marina de guerra; la coordinación y<br />
reordenamiento de las ciudades conquistadas; su aliento<br />
a la reforma y ulterior codificación del derecho español,<br />
su protección al arte... Un gobierno realmente paradigmático,<br />
sólo comparable al de Isabel la Católica, aunque<br />
menos conocido.<br />
Nos cuentan sus contemporáneos que por atender al<br />
gobierno dormía muy poco, y cuando algunos le recomendaron<br />
dar más tiempo al descanso, respondió: «Yo<br />
sé que vosotros dormís más; pero si yo, que soy rey, no<br />
estoy desvelado, ¿cómo podréis dormir vosotros seguros?».