12.05.2013 Views

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

co». Catalina fue una enamorada de la Iglesia. Su espíritu<br />

se asemeja grandemente al de San Pablo, y las cartas<br />

de aquélla a las epístolas de éste. Son dos almas gemelas<br />

en su espiritualidad y en su apostolado, no obstante los<br />

siglos que los separan y las diferencias que sus diversos<br />

sexos traen consigo.<br />

El alma de Catalina es radicalmente eclesial. Todo en<br />

ella tiene que ver con su fe en la Iglesia, puerta por la<br />

que se entra en Cristo:<br />

«Nadie puede complacerse en la hermosura de Dios, en el abismo<br />

de la Trinidad, sin la asistencia de esa dulce Esposa. pues nos<br />

es preciso a todos pasar por la puerta de Jesús crucificado, la cual<br />

no se halla en parte alguna fuera de la Iglesia».<br />

1. Su pasión por la Iglesia<br />

«Tenemos que apasionarnos por la santa Iglesia por<br />

amor a Jesús crucificado», le decía en carta a la reina<br />

madre de Hungría. Todos los santos han amado a la Iglesia.<br />

Santa Catalina, siempre extremosa, sintió por ella<br />

verdadera pasión. No otra fue la razón de sus viajes,<br />

embajadas, escritos, amistades, luchas y sufrimientos.<br />

Admírase Leclercq al ver cómo esta aldeana, esta «popolana»,<br />

como se la llamaba en Siena, se haya elevado<br />

hasta una concepción tan grandiosa de la Iglesia. Al insistir<br />

sobre la estrecha unión de Cristo y de su Iglesia,<br />

no estaba elaborando, por cierto, una doctrina nueva. Ya<br />

sobre ello habían tratado ampliamente San Pablo, los<br />

Padres de la Iglesia y Santo Tomás. Lo que hizo fue<br />

sazonar dicha enseñanza, confiriéndole luz, relieve y calor.<br />

«La Iglesia es lo mismo que Cristo», afirma tajantemente<br />

en una de sus cartas. Para ella la Iglesia era la<br />

prolongación viva del misterio redentor de Cristo, era<br />

Cristo que seguía redimiendo a lo largo de los siglos.<br />

Por eso la amó como amó a Jesús; amó a Jesús en la<br />

Iglesia, y quiso morir por la Iglesia, para poder morir<br />

por Jesús.<br />

No falta quienes se disponen a leer el libro del Diálogo<br />

creyendo encontrar en él una serie de revelaciones privadas,<br />

quizás sorprendentes, como en otras obras de<br />

ese género. Pronto quedan defraudados. Porque lo que<br />

en él se contiene es reductible a las enseñanzas fundamentales<br />

y tradicionales de nuestra fe. El objeto de sus<br />

visiones e ilustraciones son siempre los grandes misterios<br />

revelados, la Trinidad, Cristo, la Iglesia, no cosas<br />

que piadosamente puedan creerse, o escenas de la vida y<br />

pasión de Cristo que no se encuentran en los Evangelios,<br />

como suelen hallarse en los escritos de tantos otros «videntes».<br />

De lo que ella trata principalmente es del «misterio<br />

de la redención», no fríamente, por cierto, sino<br />

con una actualidad y presencialidad que impresionan vivamente.<br />

Cuando habla de la Iglesia, Catalina distingue «el Cuerpo<br />

místico de la santa Iglesia», constituido por la jerarquía<br />

y los fieles agrupados en la Iglesia, de lo que llama «el<br />

cuerpo universal de la religión cristiana», que es la sociedad<br />

temporal en que se reúnen los <strong>cristianos</strong>, lo que<br />

hoy entendemos por «Cristiandad». Son dos cuerpos estrechamente<br />

ligados. Dicha distinción la encontramos<br />

puntualmente en una de sus Elevaciones:<br />

«Y así como tú te me das a ti mismo en la comunión del cuerpo<br />

y la sangre, te me das todo Dios y todo hombre, así, Amor inestimable,<br />

te pido que me hagas comulgar con el Cuerpo místico de tu<br />

santa Iglesia y el cuerpo universal de la religión cristiana, porque en<br />

el fuego de tu caridad he conocido que deseas que el alma se deleite<br />

en este manjar».<br />

Como se ve, Catalina conoce una doble comunión, la<br />

sacramental y la eclesial, esta última en continuidad con<br />

la primera. La Iglesia y Cristo eran para ella dos realida-<br />

Santa Catalina de Siena<br />

55<br />

des inescindibles. Por eso, así como se había enamorado<br />

perdidamente de Cristo, se enamoró también de la Iglesia,<br />

polarizándose en ella, haciendo suyos los mejores<br />

proyectos e iniciativas de la Esposa del Señor. En carta a<br />

un discípulo le confiesa que su memoria estaba siempre<br />

llena de las necesidades de la Iglesia y del pueblo cristiano.<br />

Hacia el fin de su vida le escribía a fray Raimundo:<br />

«Mirad cuánta necesidad vemos en la santa Iglesia, que en todo<br />

vemos que ha quedado sola... Y así como ha quedado sola la Esposa,<br />

también lo ha sido el Esposo».<br />

2. Cargar los pecados<br />

Los escritos de Catalina dejan trasuntar su preocupación<br />

por el mundo, por la salvación del mundo pecador,<br />

implorando de Dios su infinita misericordia. «Por esto<br />

corro y clamo delante de tu misericordia, para que quieras<br />

usar de misericordia con el mundo».<br />

Mas no se contentó con rogar, como quien suplica<br />

desde afuera. Lo que se propuso fue asumir la responsabilidad<br />

de tantos pecados:<br />

«Ahora sé lo que tengo que hacer. Reuniré todos nuestros pecados,<br />

todas nuestras transgresiones, todas las miserias humanas en<br />

un gran haz, que cargaré sobre mis espaldas, y llevaré esta horrible<br />

carga hasta el pie del trono de tu misericordia infinita».<br />

Ella misma pensaba, y así lo repitió frecuentemente,<br />

que en razón de sus propios pecados, de sus muchas<br />

iniquidades, la Iglesia había tenido que soportar buen número<br />

de castigos, persecuciones y desgracias. La idea<br />

que subyace tras este juicio es la del carácter social del<br />

pecado. Todo pecado, por oculto y personal que parezca,<br />

no carece de repercusión en los demás. Pero concretamente,<br />

¿a qué desórdenes se refiere esta mujer que jamás<br />

conoció el pecado mortal?<br />

Así se lo preguntó fray Raimundo. ¿Cómo podía considerarse<br />

causa de todos los males que sucedían? La conciencia<br />

de los Santos tiene delicadezas que nos asombran.<br />

Catalina nunca cesó de reprocharse aquel tiempo<br />

de tibieza y de coquetería que conoció en su adolescencia,<br />

así como sus pequeños pecados.<br />

«He cometido faltas innumerables, y creo que se pueden atribuir<br />

a mis iniquidades las violentas persecuciones que la santa Iglesia y<br />

él [el Papa] han tenido que sufrir».<br />

Sobre todo tenía presente los pecados de omisión. Si<br />

en esta o aquella circunstancia hubiese obrado de otro<br />

modo, esto o aquello no habría ocurrido, y los acontecimientos<br />

hubieran tomado otro giro. Quizás hubiese debido<br />

hablar de otro modo, escribir más largo o de manera<br />

más apremiante, rezar con más ardor.<br />

«Si yo estuviera verdaderamente inflamada en el fuego del amor<br />

divino –le decía a su confesor–, ¿no rezaría a mi Creador con un<br />

corazón de llamas, y él, soberanamente misericordioso, no se apiadaría<br />

de todos mis hermanos y les concedería que en todos ardiera<br />

el mismo fuego que arde en mí? ¿Cuál es el obstáculo para este gran<br />

bien? Nada más que mis pecados. En él no cabe imperfección; luego<br />

el mal está en mí y de mí proviene». Su gran culpa era haber malgastado<br />

un océano de gracias. «Yo, que tanto he recibido, bien puedo<br />

decir que soy la más ingrata de las creaturas y causa de ruina en el<br />

mundo, pues no he salvado a muchas personas predicándoles de<br />

palabra y con el ejemplo. He faltado, pues, a mi deber, soy muy<br />

culpable».<br />

Ahora quería reparar su presunta negligencia, cargando<br />

con todos los pecados de su tiempo. En oración al<br />

Padre, luego de señalarle las llagas de la Iglesia y las<br />

miserias del mundo, le rogaba:<br />

«Ejerce, pues, sobre mí, divina y eterna Caridad, ejerce sobre mí<br />

tu venganza y haz misericordia a tu pueblo. No saldré de tu presencia<br />

hasta que no te haya visto hacer misericordia. ¿De qué me<br />

servirá ver que tengo la vida, si tu pueblo está en la muerte, si las<br />

tinieblas envuelven a tu Esposa...?». En otra ocasión, refiriéndose a

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!