12.05.2013 Views

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

1. Antecedentes de la Reconquista<br />

Como se sabe, las Cruzadas no se limitaron a la reconquista<br />

de los Santos Lugares, hollados por el enemigo<br />

frontal de los <strong>cristianos</strong> que allí moraban. También los<br />

reinos hispánicos, que tenían fronteras con el Islam, invasor<br />

de la patria visigoda, se habían levantado en armas<br />

para emprender su cruzada local, solicitando de los Papas<br />

los mismos favores espirituales de que gozaban los<br />

guerreros que se dirigían hacia el Oriente. Al mismo tiempo<br />

que los españoles luchaban por la Reconquista de su<br />

tierra ocupada, numerosos monjes, mercaderes y guerreros,<br />

provenientes de allende los Pirineos, recorrían el<br />

camino de Santiago, afincándose a veces en algunos de<br />

los puntos de su trayecto, o contribuyendo a la formación<br />

de numerosas abadías.<br />

A comienzos del siglo XIII, la España cristiana comprendía<br />

cinco reinos: León, Castilla, Aragón, Navarra y<br />

Portugal. En el sur, tras la desaparición del califato de<br />

Córdoba, el año 1031, había cundido la anarquía en los<br />

numerosos reinos de taifas allí existentes. Aprovechando<br />

dicha situación, los almorávides, que estaban en el<br />

norte de África, invadieron la Península y se impusieron<br />

sobre la España musulmana, con lo que se vio demorada<br />

la reconquista que llevaban adelante los reinos del norte.<br />

Poco más de un siglo después, en 1147, los almorávides,<br />

ya en decadencia, fueron suplantados por los almohades,<br />

fanáticos bereberes, que obligaron a los últimos<br />

almorávides a refugiarse en las islas Baleares.<br />

En 1195, el jefe almohade Yacub al-Mansur, infligió en<br />

el cerro de Alarcos, cerca de Ciudad Real, una derrota<br />

aplastante al rey castellano Alfonso VIII, abuelo de Fernando.<br />

Pero dicho califa no supo aprovechar sus victorias,<br />

muriendo cuatro años después. En 1211, su hijo<br />

alNasir, que estaba en el norte de África, desembarcó<br />

con un gran ejército de moros en la península, donde se<br />

unió con las tropas almohades que allí acampaban, formando<br />

un poderoso contingente de 300.000 hombres.<br />

El miedo se apoderó de Castilla y del resto de Europa.<br />

Ante semejante situación, que ponía en peligro una parte<br />

importante de la Cristiandad, el papa Inocencio III convocó<br />

a la cruzada, concediendo indulgencias a los que<br />

voluntariamente acudiesen en auxilio del rey de Castilla.<br />

La leva fue exitosa, cruzando los Pirineos combatientes<br />

de toda Europa.<br />

Cuando esto último acontecía, Fernando tenía 10 años.<br />

Junto a su madre, pudo observar la movilización general.<br />

Había olor a guerra. Fue principalmente en Toledo<br />

donde se concentraron los caballeros <strong>cristianos</strong>, de muy<br />

variadas procedencias, ya que los había de Francia, de<br />

Italia, de Inglaterra, además de los españoles, como es<br />

lógico. Sólo se diferenciaban por las hablas y los<br />

atuendos. El 16 de julio de 1212 tuvo lugar la famosa<br />

batalla de las Navas de Tolosa, a que aludimos anteriormente,<br />

donde las tropas cristianas consiguieron una victoria<br />

contundente. Fernando, que a la sazón se encontraba<br />

en Burgos con su madre, vería así despejado el<br />

camino para sus ulteriores hazañas conquistadoras.<br />

En este ambiente pasó su niñez y adolescencia, leyendo<br />

y admirando a los guerreros de las Cruzadas, especialmente<br />

a sus antepasados, como ya hemos indicado,<br />

lo que iba consolidando cada vez más en su interior el<br />

ideal caballeresco. Entendía que una de las obligaciones<br />

más importantes de un príncipe cristiano, según las leyes<br />

de la caballería, era socorrer con sus armas los designios<br />

espirituales de la Iglesia, no fuera que los enemigos<br />

del nombre cristiano, viendo a la Iglesia carente de<br />

poder, la ultrajasen con la violencia. En otras palabras,<br />

San Fernando<br />

31<br />

de lo que se trataba era de poner «la fuerza armada al<br />

servicio de la verdad desarmada».<br />

2. La aventura mística de Fernando<br />

Ahora ya era rey, pero se sentía incómodo, porque el<br />

ardor guerrero había decaído. Un día, inesperadamente,<br />

convocó a los suyos, y les propuso un plan que dejó<br />

boquiabiertos a los cortesanos: retomar la guerra contra<br />

el moro. Dirigiéndose a su madre le dijo:<br />

«Queridísima madre y dulcísima señora: ¿De qué me sirve el<br />

reino de Castilla que me disteis con vuestra abdicación, y una esposa<br />

tan noble que me trajisteis de tierras lejanas y está unida a mí con<br />

amor indecible; de qué el celo con que os adelantáis a todos mis<br />

deseos, cumpliéndolos con maternal amor antes de que yo los haya<br />

concebido, si me enredo en la pereza y se desvanece la flor de mi<br />

juventud sin fruto, si se extinguen los fulgores del comienzo de mi<br />

reinado? Ha llegado la hora señalada por Dios omnipotente en que<br />

puedo servir a Jesucristo, por quienes los reyes reinan, en la guerra<br />

contra los enemigos de la fe cristiana para honor y gloria de su<br />

nombre. La puerta está abierta y expedito el camino. Tenemos paz<br />

en el reino; los moros arden en discordias. Cristo, Dios y hombre,<br />

está de nuestra parte; de parte de los moros, el infiel y condenado<br />

apóstata Mahoma. ¿Qué esperamos? Os suplico, madre mía, a<br />

quien debo todo cuanto tengo después de Dios, me deis licencia<br />

para declarar la guerra a los moros».<br />

Y así comenzó Fernando III la aventura mística y guerrera<br />

de la conquista territorial del sur de España, para<br />

arrancar a los <strong>cristianos</strong> de su servidumbre, guerra que<br />

no cesaría sino con su muerte, casi treinta años después,<br />

en la ciudad de Sevilla. Por cierto que siempre se movió<br />

sobre la base de que la guerra que entablaba era justa y<br />

santa, entendiendo que hubiera sido vana jactancia y superficialidad<br />

de espíritu buscar solamente la gloria del<br />

triunfo, poniendo en peligro la vida de sus leales vasallos,<br />

sin otras motivaciones superiores.<br />

Dedicóse, pues, a organizar su ejército, para luego dirigirlo<br />

con eficacia. Ninguno más diestro que él en preparar<br />

a sus tropas, aconsejándoles que se ejercitasen permanentemente<br />

en las armas para encontrarse preparados<br />

en la ocasión; ninguno más cuidadoso en prevenir a sus<br />

soldados de riesgos innecesarios; ninguno más ingenioso<br />

en detectar las tácticas del enemigo; ninguno más valiente<br />

en el combate, y ninguno más constante en perseverar<br />

hasta la consecución de la victoria. Cuando se dirigía<br />

a la guerra, llevaba a sus hijos consigo de modo que<br />

se fuesen iniciando en el manejo de las armas, lo que<br />

constituía un ejemplo para los nobles.<br />

En muchas ocasiones, convaleciendo de alguna enfermedad,<br />

salía prematuramente al combate, sabiendo cuánto<br />

implicaba su presencia para acrecentar el coraje de los<br />

suyos. Su camaradería era proverbial, llegando a cumplir<br />

turnos de guardia con los demás soldados, dispuesto<br />

a padecer las mismas incomodidades que ellos para<br />

hacérselas fáciles y llevaderas. Abrazaba efusivamente y<br />

con admiración a los soldados que habían dado muestras<br />

de valor, cualquiera fuese su grado, limpiándoles con su<br />

mano el sudor y la sangre. Los frecuentaba en sus cuarteles,<br />

y si caían heridos, los visitaba en los hospitales,<br />

donde los atendía como un padre. Era un verdadero caudillo.<br />

Su sola presencia resultaba convocante, por lo que<br />

nunca debió recurrir a levas violentas.<br />

Se reveló, asimismo, como un excelente estratega, planeando<br />

hasta el detalle las grandes campañas. Recurrió<br />

al método de los guerrillas, entrenando fuerzas ágiles y<br />

escogidas, sea de caballería o de infantería. Era maestro<br />

en el arte de sorprender y desconcertar, así como de<br />

aprovechar las disensiones personales o políticas de sus<br />

adversarios. Un verdadero general.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!