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Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

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Fue éste, sin duda, uno de los días más felices de la vida<br />

de Isabel.<br />

Fernando escribió a Roma anunciando la buena nueva.<br />

Inocencio VIII y todos los Cardenales se dirigieron<br />

procesionalmente hasta la iglesia española de Santiago<br />

para dar gracias a Dios. Cuando la noticia llegó a Inglaterra,<br />

el rey Enrique VII ordenó una procesión a la iglesia<br />

de San Pablo, donde el Lord Canciller usó de la palabra<br />

para ensalzar a Isabel y Fernando, y luego atravesaron<br />

la ciudad cantando el Te Deum. Toda Europa celebró<br />

el glorioso final de la guerra. Las campanas de las iglesias<br />

se echaron al vuelo y se encendieron fogatas desde<br />

el Mediterráneo hasta el mar del Norte.<br />

La conquista de Granada no careció de posteriores<br />

episodios desagradables, ya que la supervivencia de los<br />

árabes en aquella ciudad, a quienes se les reconocía el derecho<br />

a mantener su religión y las prácticas correspondientes,<br />

suscitó serios problemas a la Corona. Es verdad<br />

que los Reyes pensaron que, con el tiempo, conseguirían<br />

atraerlos a la fe, y fray Hemando de Talavera, nombrado<br />

arzobispo de Granada, se había entregado a dicha tarea<br />

con verdadero entusiasmo, hasta el punto de aprender el<br />

árabe, para poder predicar en su idioma a los antiguos<br />

súbditos de Boabdil. Sin embargo, pocos abjuraron de<br />

sus creencias.<br />

En julio de 1499, los Reyes visitaron Granada. Millares<br />

de moros se apiñaron para presenciar su paso. El cardenal<br />

Cisneros, que llegó a los pocos días, se mostró hondamente<br />

preocupado al ver que ese territorio, si bien incorporado<br />

a la Corona de España, seguía siendo básicamente<br />

musulmán. Y entonces resolvió aplicar métodos<br />

expeditivos para acabar con lo que reputaba un grave<br />

peligro para la unidad de la fe. Comenzó reuniéndose<br />

con los alfaquíes, es decir, los doctores y sabios del pueblo<br />

islámico, para tratar de persuadirlos de que se convirtieran,<br />

en la esperanza de que su ejemplo arrastraría a la<br />

población en general. Los que así lo hicieron, se vieron<br />

colmados de favores; quienes se negaron, fueron encarcelados<br />

y puestos bajo el control de unos ayudantes de<br />

Cisneros, que alternaban los sermones con las palizas.<br />

Esto motivó numerosas conversiones, aunque con la sinceridad<br />

que podía preverse. Por otra parte, fueron quemados<br />

en público los libros islárnicos de carácter religioso.<br />

Como era de esperar, semejantes medidas provocaron<br />

la indignación de los musulmanes que querían permanecer<br />

fieles a su ley. Estallaron motines, el primero de ellos<br />

en 1500, que debieron ser duramente reprimidos, tras<br />

los cuales el Cardenal reiteró la misma táctica anterior, lo<br />

que dio lugar a una fuerte tensión entre los Reyes y<br />

Cisneros, a quien aquéllos achacaban «no haber guardado<br />

las formas que se le mandaron». Las cosas se pusieron<br />

más tirantes cuando se sublevaron los pueblos moros<br />

de las Alpujarras. Ante el peligro de que pudiesen ser<br />

socorridos desde el Africa, don Fernando encomendó a<br />

Garcilaso de la Vega una acción militar en toda regla; los<br />

rebeldes depusieron su actitud, pero el daño era ya irreparable.<br />

A pesar de que entoncess los Reyes, sin dejar de exhortar<br />

a la conversión, dictaron normas ampliamente<br />

generosas, siguiendo una política de benevolencia, las<br />

insurrecciones se sucedieron, incluso con victorias sobre<br />

las tropas regulares. De ahí que en 1502 los Reyes<br />

juzgaron necesario promulgar un decreto por el cual se<br />

les daba a todos los moros residentes en los territorios<br />

de la Corona de Castilla un plazo para elegir entre la conversión<br />

o el exilio. Señala Vizcaíno Casas que la medida<br />

P. Alfredo Sáenz, S. J. – <strong>Arquetipos</strong> <strong>cristianos</strong><br />

72<br />

debe ser enjuiciada con la óptica del momento histórico<br />

en que se produce: cuando desde Roma se postula la<br />

Cruzada de toda la Europa cristiana contra los infieles,<br />

en España se estaba logrando, al menos radicalmente, la<br />

unidad religiosa, obstaculizada ahora por la actitud de<br />

los moros. Al decretar su expulsión, los Reyes Católicos<br />

creyeron cumplir con un deber de fidelidad a los deseos de<br />

la Iglesia.<br />

VIII. Isabel y el problema judío<br />

No es fácil esbozar la historia del pueblo judío en España.<br />

Seguramente había ya un gran número de judíos<br />

en tiempo de los visigodos. Luego de que muchos de<br />

ellos instaron a los árabes a venir del Africa y colaboraron<br />

con éstos para que pusiesen pie en España, abriéndoles<br />

las puertas de las ciudades de modo que pudiesen<br />

terminar rápidamente con los reinos visigodos, fueron<br />

premiados por los conquistadores, incluso con elevados<br />

cargos en el gobierno de Granada, Sevilla y Córdoba. Y<br />

así, en el nuevo estado musulmán alcanzaron un alto<br />

grado de prosperidad y de cultura.<br />

La gradual reconquista de la Península por parte de los<br />

<strong>cristianos</strong> no trajo consigo ningún tipo de persecución<br />

para los judíos. Cuando San Fernando reconquistó Sevilla<br />

en 1224, les entregó cuatro mezquitas moras para<br />

que las transformasen en sinagogas, autorizándolos a establecerse<br />

en lugares privilegiados de la ciudad. con la<br />

sola condición de que se abstuvieran de injuriar la fe<br />

católica y de propagar su culto entre los <strong>cristianos</strong>. Los<br />

judíos no cumplieron estos compromisos, pero aun así<br />

no fueron contrariados, e incluso algunos Reyes, especialmente<br />

de fe tibia o necesitados de dinero, se mostraron<br />

con ellos muy condescendientes y les confiaron cargos<br />

importantes en la corte, sobre todo en relación con<br />

la tesorería.<br />

A fines del siglo XIII, los judíos gozaban de un singular<br />

poder en los reinos <strong>cristianos</strong>. Tan grande era su influencia<br />

que estaban exentos del cumplimiento de diversas<br />

leyes que obligaban a los <strong>cristianos</strong>, a punto tal que<br />

algunos de los albigenses, llegados a España del sur de<br />

Francia, se hacían circuncidar para poder predicar libremente<br />

como judíos la herejía por la cual hubieran sido<br />

castigados como <strong>cristianos</strong>.<br />

En una Europa donde se repudiaba el préstamo a interés<br />

como un pecado –pecado de usura, se le llamaba–,<br />

los judíos, que no estaban sujetos a la jurisdicción de la<br />

Iglesia, eran los únicos banqueros y prestamistas, con lo<br />

que poco a poco el capital y el comercio de España fue<br />

pasando a sus manos. Los ciudadanos que debían pagar<br />

impuestos y no tenían cómo, los agricultores que carecían<br />

de dinero con que comprar semilla para sus sembrados,<br />

caían desesperados en manos de prestamistas<br />

judíos, quedando a ellos esclavizados económicamente.<br />

Asimismo los judíos lograron gran influencia en el gobierno,<br />

prestando dinero a los Reyes, e incluso comprándoles<br />

el privilegio de cobrar los impuestos. De ellos<br />

escribe el P. Bernáldez, contemporáneo de los Reyes<br />

Católicos:<br />

«Nunca quisieron tomar oficios de arar ni cavar, ni andar por los<br />

campos criando ganados, ni lo enseñaron a sus fijos salvo oficios de<br />

poblados, y de estar asentados ganando de comer con poco trabajo.<br />

Muchos de ellos en estos Reynos en pocos tiempos allegaron muy<br />

grandes caudales e haciendas, porque de logros e usuras no hacían<br />

conciencia, diciendo que lo ganaban con sus enemigos, atándose al<br />

dicho que Dios mandó en la salida del pueblo de Israel, robar a<br />

Egipto».<br />

Por supuesto que todo esto no podía caer bien, y el<br />

pueblo no les tenía la menor simpatía. Cuando la peste

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