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Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

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años, coligiendo cuantas ayudas haya tenido de Dios y todas cuantas<br />

cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece<br />

haber alcanzado tanto como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta<br />

manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como<br />

si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto que tenía antes».<br />

Destaquemos las expresiones: «le parecían todas las<br />

cosas nuevas», «le parecía como si fuese otro hombre»,<br />

«como si tuviese otro intelecto que tenía antes». Otro<br />

nombre, otros ojos; cosas nuevas... Según se ve, le fue<br />

comunicado lo que en lenguaje moderno llamaríamos una<br />

nueva cosmovisión, un conocimiento sumario de las verdades<br />

de la fe, a modo de compendio de las Escrituras y<br />

de la teología. «Yo vi, sentí en lo interior y penetré con el<br />

espíritu todos los misterios de la fe cristiana», confesaría<br />

más adelante, destacando así el carácter de la gracia<br />

recibida en aquella revelación, es a saber, la visión sintética<br />

y arquitectónica de todas las verdades reveladas.<br />

«En este tiempo de la visión del Cardoner –escribiría el P. Nadal–<br />

le dio el Señor grande conocimiento y sentimientos muy vivos de<br />

los misterios divinos y de la Iglesia. Aquí le comunicó Nuestro<br />

Señor los ejercicios, guiándole desta manera, para que todo se emplease<br />

en el servicio suyo y salud de las almas, lo cual le mostró con<br />

devoción especialmente en dos ejercicios, scilicet, del rey y de las<br />

Banderas. Aquí entendió su fin y aquello a que todo se debía aplicar<br />

y tener por escopo –fin– en todas sus obras, que es el que tiene<br />

ahora la Compañía». Visión sintética, decíamos, de la relación de<br />

los misterios con la Trinidad, y ello en Cristo, y ello en la Iglesia, y<br />

ello en el combate de las dos ciudades.<br />

Bien señala Hugo Rahner que del Iñigo meramente individual<br />

ha salido el hombre apostólico. Su terrible anhelo<br />

de penitencia, no se enmarca ya en la mera consideración<br />

de los pecados propios, sino que se hace inteligible<br />

a la luz del gran drama universal que va del Génesis al<br />

Apocalipsis, y que incluye el pecado, la redención, la<br />

lucha con Satanás, la victoria de la gracia, y el más fino<br />

discernimiento de los espíritus en el alma. Manresa significó<br />

la irrupción de la gracia divina desde arriba, que se<br />

apoderó de aquel hombre, más allá de las experiencias<br />

que había tenido hasta entonces, para hacer de Iñigo,<br />

como él mismo lo diría en sus memorias, el nuevo soldado<br />

de Cristo, el hombre de la Iglesia. y ello mediante<br />

los Ejercicios, a los que consideraría su más importante<br />

arma apostólica, y que Dios le inspiró precisamente durante<br />

su estadía en la cueva de Manresa.<br />

Juntamente con la eximia ilustración junto al río<br />

Cardoner, destaquemos otra, de gran relevancia en su<br />

espiritualidad, la de La Storta. A 16 kilómetros de Roma,<br />

en el cruce de dos vía consulares, la Cassia y la Flaminia,<br />

existía desde antiguo una estación con su hostería y su<br />

posta para el cambio de caballos, conocida con el nombre<br />

de La Storta. Durante la Edad Media se había levantado<br />

en ese lugar un pequeño oratorio. San Ignacio, viniendo<br />

de Siena hacia Roma, con sus compañeros Fabro<br />

y Laínez, se hospedó allí en 1537. Así relata el santo lo<br />

acaecido:<br />

«Había determinado, después que fuese sacerdote, estar un año<br />

sin decir Misa, preparándose y rogando a Nuestra Señora le quisiese<br />

poner con su Hijo. Y estando un día, pocas millas antes de llegar<br />

a Roma, en una iglesia y haciendo oración en ella, sintió tal mudanza<br />

en su ánima, y vio tan claro que Dios Padre le ponía con Cristo<br />

su Hijo, que no tendría ánimo de dudar en esto, sino que Dios Padre<br />

le ponía con su Hijo».<br />

El contenido es claro: la súplica insistente a Nuestra<br />

Señora, la gran mudanza obrada en su alma, y en el centro<br />

del cuadro Dios Padre que lo pone con Cristo, su<br />

Hijo, y ello sin poder dudar. Ignacio recordarla todavía<br />

este momento hacia el fin de su vida, como lo dejó consignado<br />

en su Diario espiritual: «Viniendo en memoria<br />

cuando el Padre me puso con el Hijo». El P. de Guibert<br />

comenta así esta revelación:<br />

P. Alfredo Sáenz, S. J. – <strong>Arquetipos</strong> <strong>cristianos</strong><br />

82<br />

«Lo que Ignacio pedía con tanta insistencia se lo obtuviera a<br />

María, lo que el Padre le otorga con una evidencia que no le permite<br />

dudar, y con una potencia y fuerza que transforma su alma, es la<br />

gracia que constituye el objeto del triple coloquio final de la meditación<br />

de Dos Banderas: ser recibido bajo la bandera de Cristo,<br />

como compañero suyo en la pobreza y en las humillaciones.<br />

«La visión de la Storta es ante todo la aceptación mística de esta<br />

plegaria; es en la vida del Santo un episodio análogo a los desposorios<br />

de Santa Catalina de Siena. Ignacio acaba de unirse a Cristo por<br />

la gracia del sacerdocio: este lazo que le asocia para siempre a la<br />

vida pobre y crucificada de quien será por nuevo título su Cabeza.<br />

Se explica fácilmente desde entonces cómo se ha vinculado a esta<br />

visión la elección tan firme hecha por el Santo del nombre de Compañía<br />

de Jesús: él y sus compañeros no eran compañeros de Jesús<br />

por un acto de su propia voluntad, decididos a seguirle en todo,<br />

sino que habían sido constituidos tales por voluntad y obra del<br />

Eterno Padre».<br />

Ambas revelaciones, la del Cardoner y la de La Storta,<br />

se relacionan, pues, con los Ejercicios Espirituales. Como<br />

se sabe, la práctica de los Ejercicios tiende a suscitar en<br />

el ejercitante, luego de haber experimentado el aborrecimiento<br />

del pecado en su vida –la «vergüenza del caballero»<br />

que ha ofendido a Dios con sus reiteradas felonías–<br />

, el anhelo de acompañar al Cristo que lo invita a la conquista<br />

del mundo para Dios, a ese Cristo que por él ha<br />

vivido los misterios de su vida hasta dejarse clavar en la<br />

cruz, lo cual implica la decisión de llevar adelante una<br />

lucha abierta contra Satanás, tanto en lo que concierne<br />

al ámbito personal –morir a sí mismo– como al ámbito<br />

social –conquistar el universo entero para Dios–, todo<br />

ello concretado en una pertenencia activa a la Iglesia militante.<br />

III. La Compañía de Jesús:<br />

una Orden militante<br />

Podríase decir que todo el espíritu de la Compañía de<br />

Jesús, condensado en los Ejercicios, nació de la experiencia<br />

mística de San Ignacio, particularmente en el<br />

Cardoner.<br />

«Entonces fue Ignacio levantado sobre sí ––escribe el P. Nadal–<br />

y se le manifestaron los principios de todas las cosas. En este rapto<br />

parece haber recibido el conocimiento de toda la Compañía. Por lo<br />

cual cuando se le preguntaba por qué instituía esto o aquello, solía<br />

responder: «Me refiero a lo de Manresa». Y este don aseguraba<br />

exceder a todos los dones que había recibido». Del mismo Nadal la<br />

antigua Compañía conservó esta aseveración: «Cuando Ignacio era<br />

preguntado sobre el fundamento para las constituciones de su Orden<br />

acostumbraba aducir como última razón aquella elevada ilustración<br />

del espíritu, que Dios le había enviado como un muy grande<br />

favor en Manresa, como si entonces hubiera recibido todo de una<br />

vez en un como don arquitectónico de sabiduría –quasi in spiritu<br />

quodam sapientiæ architectonico–». Ignacio vio en Manresa el diseño<br />

de lo que sería su obra maestra, la Compañía de Jesús.<br />

Fue precisamente durante su estadía en Manresa, y en<br />

conexión con la visión del Cardoner, cuando San Ignacio<br />

elaboró la meditación clave de su espiritualidad, la de<br />

las Dos Banderas. La más antigua tradición, la que proviene<br />

de quienes habían conocido personalmente a Ignacio,<br />

afirma que la meditación de Dos Banderas con su<br />

petición de ser recibido bajo la bandera de Cristo, es la<br />

hora del nacimiento de la Compañía. En vísperas de la<br />

fundación de su Orden resumiría San Ignacio la misión<br />

de la misma: «Hacer servicio de guerra bajo la bandera<br />

de la cruz».<br />

El P. Luis de la Palma escribe: «Yo mismo le oí decir al P. Gil<br />

González que nuestro Padre Everardo, cuarto prepósito general,<br />

estando él presente, había dicho en una plática que había él oído de<br />

boca del santo padre Ignacio, que en el ejercicio de las Dos Banderas<br />

le había Dios descubierto este secreto, y puéstole delante de<br />

los ojos la forma y modelo de esta Compañía». Y el P. Landicio<br />

refiere, fundado en la misma tradición: «Cuando Ignacio de Loyola<br />

en los comienzos de su conversión en Manresa escribía los Ejercicios<br />

espirituales, Dios le descubrió en el ejercicio de las Dos Ban-

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