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Arquetipos cristianos - Fundación Gratis Date

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ia había demostrado hasta qué punto era decisiva la actitud<br />

de reyes y príncipes en el destino espiritual de sus<br />

dominios. La carta contiene dos partes. En la primera<br />

propone diversas medidas negativas en orden a erradicar<br />

la herejía, y en la segunda las disposiciones positivas<br />

para solidificar lo que quedaba de fe católica. De este<br />

modo lo resume al comienzo de la epístola:<br />

«Así, pues, a la manera que en los males del cuerpo primeramente<br />

hay que apartar las causas que engendran la enfermedad, y en<br />

seguida aplicar los remedios que ayudan para recobrar las fuerzas<br />

y buena disposición de antes; así en esta pestilencia de las almas<br />

que por las varias herejías estraga las provincias del Rey, primero<br />

se ha de ver, cómo se arrancan las causas de ella, y después, cómo<br />

se podrá restablecer y robustecer en aquéllas el vigor de la doctrina<br />

sana y católica».<br />

Citemos algunos párrafos de la famosa carta. Y primero<br />

de su parte negativa, es decir, de las medidas que hay<br />

que adoptar para extirpar la herejía: declararse claramente<br />

contra la herejía y apartar a los herejes de los cargos del<br />

Consejo Real.<br />

«Lo primero de todo, si la Majestad del Rey se profesase no<br />

solamente católico, como siempre lo ha hecho, sino contrario abiertamente<br />

y enemigo de las herejías, y declarase a todos los errores<br />

hereticales guerra manifiesta y no encubierta, éste parece que sería,<br />

entre los remedios humanos, el mayor y más eficaz.<br />

«De éste seguiríase el segundo de grandísima importancia: de no<br />

sufrir en su Real Consejo ningún hereje, lejos de parecer que tienen<br />

en gran estima a este linaje de hombres, cuyos consejos, o descubiertos<br />

o disimulados, es fuerza creer que tiendan a fomentar y<br />

alimentar la herética pravedad, de la que están imbuidos».<br />

Pero ello no es todo. Será preciso controlar el personal<br />

docente de las Universidades, que tanto había influido<br />

en la rebelión político-religiosa de Alemania, así como<br />

los libros que lee la juventud<br />

«Todos los profesores públicos de la Universidad de Viena y de<br />

las otras, o que en ellas tienen cargo de gobierno, si en las cosas<br />

tocantes a la religión católica tienen mala fama, deben, a nuestro<br />

entender, ser desposeídos de su cargo. Lo mismo sentimos de los<br />

rectores, directores y lectores de los colegios privados, para evitar<br />

que inficionen a los jóvenes, aquellos precisamente que debieran<br />

imbuirlos en la piedad; por tanto, de ninguna manera parece que<br />

deban sufrirse allí aquellos de quienes hay sospecha de que perviertan<br />

a la juventud: mucho menos los que abiertamente son herejes;<br />

y hasta en los escolares en quienes se vea que no podrá fácilmente<br />

haber enmienda, parece que, siendo tales, deberían absolutamente<br />

ser despedidos...»<br />

«Convendría que todos cuantos libros heréticos se hallase, hecha<br />

diligente pesquisa, en poder de libreros y de particulares, fuesen<br />

quemados, o llevados fuera de todas las provincias del reino».<br />

San Ignacio incluye en esta última recomendación los libros que<br />

aunque no contengan expresas herejías, hayan sido escritos por<br />

herejes, en orden a evitar que los lectores se aficionen a sus autores.<br />

Los libreros no habrán de imprimir los libros sobredichos, ni los<br />

distribuidores introducirlos en el Reino.<br />

El cuidado y la vigilancia tendrán que ser mucho mayores<br />

cuando se trata de los pastores de almas y de su<br />

predicación a los fieles:<br />

«No debería tolerarse curas o confesores que estén tildados de<br />

herejía; ya los convencidos en ella habríase de despojar en seguida<br />

de todas las rentas eclesiásticas; que más vale estar la grey sin<br />

pastor, que tener por pastor a un lobo. Los pastores, católicos<br />

ciertamente en la fe, pero que con su mucha ignorancia y mal ejemplo<br />

de públicos pecados pervierten al pueblo, parece deberian ser<br />

muy rigurosamente castigados, y privados de las rentas por sus<br />

obispos, o a lo menos separados de la cura de almas; porque la mala<br />

vida e ignorancia de éstos metió a Alemania la peste de las herejías..»<br />

«Quien no se guardase de llamar a los herejes evangélicos, convendría<br />

pagase alguna multa, porque no se goce el demonio de que<br />

los enemigos del Evangelio y cruz de Cristo tomen un nombre<br />

contrario a sus obras; y a los herejes se los ha de llamar por su<br />

nombre, para que dé horror hasta nombrar a los que son tales, y<br />

cubren el veneno mortal con el velo de un nombre de salud».<br />

San Ignacio de Loyola<br />

87<br />

Hasta aquí las medidas negativas ordenadas a la extirpación<br />

de los errores. Desde ahora hasta el fin se refiere<br />

a las que ayudarán a arraigar la sólida doctrina de la verdad<br />

católica. Citemos algunos párrafos de esta segunda<br />

parte:<br />

«En primer lugar, sería conducente que el Rey no tuviese en su<br />

consejo sino católicos, y que a éstos solos favoreciese y honrase en<br />

todas partes, y los agraciase con dignidades seglares y eclesiásticas<br />

y también con rentas. Asimismo, si se pusiesen gobernadores y<br />

jueces, y cuantos han de mandar y tener autoridad sobre otros, que<br />

sean católicos, y juren que lo serán siempre».<br />

«Debería proveerse diligentemente a los dominios del Rey de<br />

buenos obispos, traídos de dondequiera, que edifiquen a sus ovejas<br />

con palabra y ejemplo. Además, sería menester cuidar de llevar el<br />

mayor número posible de predicadores religiosos y clérigos seculares,<br />

y asimismo confesores; todos los cuales con celo de la honra de<br />

Dios y de la salud de las almas, propongan fervorosa y asiduamente<br />

a los pueblos la doctrina cristiana, y con el ejemplo de su vida la<br />

confirmen; ya éstos deberían conferirse las dignidades y prebendas<br />

en las iglesias..»<br />

«Aprovechará también que a toda la juventud propongan sus<br />

maestros uno o dos catecismos o doctrinas cristianas, donde se<br />

contenga una suma de la verdad católica, que ande en las manos de<br />

los muchachos y de los ignorantes. También ayudaría un libro compuesto<br />

para los curas y pastores menos doctos, pero de buena<br />

intención, donde aprendan las cosas que han de explicar a sus pueblos,<br />

a fin de que abracen lo que merece ser abrazado, y desechen lo<br />

que es digno de ser desechado. Valdría también una suma de teología<br />

escolástica que sea tal, que no la miren con desdén los eruditos de<br />

esta era, o que ellos a sí mismos se tienen por tales».<br />

Y culminando sus planes de restauración católica, propone finalmente,<br />

además del Colegio Germánico de Roma, la creación de tres<br />

buenos seminarios en las mismas zonas de conflicto, donde se<br />

forme el clero selecto que tanto necesitan los países del Norte de<br />

Europa.<br />

De modelo de prudencia –a grandes males grandes remedios–<br />

debe calificarse este documento de San Ignacio,<br />

pergeñado, por cierto, en una época muy distinta a<br />

la nuestra. Piensa uno en lo que hubiera sido de Alemania<br />

de haberse puesto plenamente en ejecución. Deploran<br />

muchos historiadores los métodos lentos, además de blandengues<br />

y contemporizadores, empleados por la Corte<br />

para salir al paso de la naciente herejía, métodos que<br />

esterilizaron en gran parte el plan de Contrarreforma trazado<br />

aquí por San Ignacio. Con todo, varios de los remedios<br />

por él propuestos fueron aplicados con gran fruto<br />

en Austria y otras provincias de Alemania, particularmente<br />

en Baviera, ya ellos se debe su preservación de la<br />

herejía.<br />

Como acabamos de señalarlo, Ignacio no sólo promovió<br />

la creación de Colegios y Universidades, donde pudiera<br />

formarse la intelectualidad, sino también la redacción<br />

de Catecismos que presentasen la verdadera doctrina<br />

al pueblo sencillo. El Concilio de Trento haría suya<br />

esta sugerencia con su famoso Catecismo, para los niños<br />

y para los pastores. Tres jesuitas se destacarían en<br />

este menester: Canisio, Belarmino y Ripalda. Sobre todo<br />

el de Canisio, llamado Suma de la doctrina cristiana, con<br />

sus tres partes: el Credo, el Pater y el Decálogo, es una<br />

obra maestra, adoptado primero en Alemania, y luego en<br />

el resto de Europa. Un protestante, Enrique Bohmer, dejó<br />

escrito:<br />

«Suele decirse que el maestro de escuela prusiano fue el que<br />

venció en Sadowa y aseguró la hegemonía de Prusia en Alemania.<br />

Con mucha mayor razón puede decirse que el maestro jesuita fue el<br />

vencedor dondequiera que sucumbió el protestantismo; fue aquél el<br />

que aseguró la supremacía de la antigua Iglesia en muchos países,<br />

conquistadas enteramente o a medias por el luteranismo. Pues el<br />

hecho de haber obtenido la Orden de los Jesuitas una especie de<br />

monopolio de la enseñanza en los países latinos, en Polonia, y<br />

también en muchos países germánicos fue la razón de que las clases<br />

rectoras y cultas, cuya voluntad decidía en la creencia de los pue-

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