Año 5, Vol. 5 - Nº 1 Marzo - Gaceta de Psiquiatría Universitaria

Su ámbito, los significados de los pensamientos y experiencias,
no están nunca contenidos completamente
por los pensamientos específicos y experiencias que los
expresan sino, más bien, están determinados por un
indefinido y mucho más amplio contexto humano en
el cual ocurren. Los mismos pensamientos, palabras o
ideas, tendrán diferente significado dependiendo de
qué los precedió, o qué ocurrió mientras se expresaban.
No hay ningún campo que haya hecho este punto más
evidente que el psicoanálisis. Pero, si los significados no
son definibles por ninguna experiencia precisable, la
observación de los correlatos biológicos neurales de la
experiencia nunca capturará el tema del psicoanálisis.
Por ejemplo, no hay un correlato biológico específico
para la idea de ‘padre’ que capture los significados innumerables
de esa expresión en un individuo dado (ver
Edelson, 1986).
El segundo factor que distingue al psicoanálisis de
otros campos que tienen interés en los correlatos físicos
de los fenómenos, es que el psicoanálisis busca facilitar
el cambio en tanto éste ocurra a través del proceso
psicoanalítico, y no mediante procesos biológicos o físicos.
Mientras que la determinación de los correlatos
físicos de los fenómenos nos puede permitir manipular
los fenómenos de manera física, no va más allá en la
comprensión del nivel puramente mental, psicológico,
nivel que es relevante al proceso analítico en sí mismo.
Pero, aunque fuera posible determinar los correlatos
neurales que capturan significados, ellos no aportarían
al psicoanálisis sino, más bien, sólo las formas de
terapia, por ejemplo la psiquiatría, que tienen que ver
con cambiar la mente a través de su manipulación en el
nivel neurológico.
Por supuesto que uno podría explicar las acciones
y experiencias humanas de varias maneras biológicas
y, sin duda, también podría influenciar la acción y la
experiencia introduciendo cambios biológicos. Pero la
explicación biológica no profundizará nuestro entendimiento
de la influencia de los significados latentes o
verdades psíquicas, que es el dominio del psicoanálisis.
Obviamente sería un error ignorar los efectos del daño
o enfermedad cerebral e interpretar eventos biológicos
sin significado como si tuvieran significado psíquico.
Pero, aun cuando es importante evitar tal error, el hacerlo
no requiere que el analista entre en un diálogo
con la neurociencia. Lo que es necesario es estar familiarizado
con los cuadros clínicos que pueden sugerir
que influencias de tipo no significativas, no psíquicas,
están jugando un rol principal.
Es difícil poner en el tapete estos argumentos contra
la tendencia actual neuropsicoanalítica, porque dichos
argumentos están basados en un fenómeno más
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UN ALEGATO CONTRA EL NEUROPSICOANÁLISIS
amplio que está ganando fuerza en la cultura Occidental:
el biologismo. Lo que esta visión plantea es que
lo que es real, es biológico. Hay dos aspectos de esta
tendencia contemporánea que son relevantes aquí.
Uno es la noción de que nuestros pensamientos y experiencias,
como entidades psicológicas subjetivas, son
secundarias y efímeras en comparación con la realidad
concreta de las estructuras neurales tangibles. Ésta es
la razón que explica postulados como, por ejemplo, que
necesitaríamos ver centros motivacionales en el cerebro
para conocer lo que son realmente las motivaciones
humanas, o que deberíamos ver redes neurales para saber
qué es realmente la mente.
El segundo aspecto es el enfocarse en los desenlaces
materiales más que en el proceso o método. Lo que
es importante desde esta perspectiva es lograr la salud
y el bienestar y, por lo tanto, la manera más eficiente
hacia tales fines es lo que mejor se acomode a ellos. Esta
es la razón de que uno puede estar inclinado a estar de
acuerdo en que, si el neuropsicoanálisis puede mostrar
cómo las modificaciones de las redes neurales podrían
traer un cambio en el estado psíquico de una persona,
entonces debiéramos abrirnos a futuras posibilidades
de integrar el psicoanálisis con métodos de cambio que
estarían basados en neurociencia.
Mantenemos que esta perspectiva biologista que
subyace al neuropsicoanálisis está en contra de la esencia
de una visión psicoanalítica del mundo. A pesar de
que los proponentes del neuropsicoanálisis argumentan
que ellos no están reduciendo el dominio psicológico
al biológico (ver e.g. Solms, 1995, 1997 b; Kandel,
1999, p. 519; Westen y Gabbard, 2002 a pp. 58 – 60),
atribuyen a la biología un tipo de significancia que terminaría
con el valor del significado y la verdad psíquica
que son el fundamento del psicoanálisis. Por lo mismo,
es la preocupación por el significado y la verdad que
yace en el corazón del psicoanálisis lo que las neurociencias
no pueden capturar. Aún más, el significado y
la verdad desde la perspectiva psicoanalítica siempre
permanecen hasta cierto punto desconocidos y en un
proceso constante de despliegue, nociones muy ajenas
a la visión neurocientífica de la realidad mental como
un sustrato biológico dado. Por otra parte, hablar de
la neurociencia y el psicoanálisis como dos perspectivas
irreductibles en la experiencia humana sería como
considerar la química y el arte como dos perspectivas
irreductibles en las obras de Van Gogh. En verdad, no
habría tales obras sin los componentes químicos de las
pinturas y telas, pero sugerir que esos componentes
proveen una explicación de lo que es valioso para el
artista es negar el valor del arte y de lo que se puede
mirar sólo a través de una perspectiva artística.