Concierto - Diverdi
Concierto - Diverdi
Concierto - Diverdi
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
de una clase social apartada de la esperanza de<br />
participar en el poder por al menos dos tipos de<br />
fuerzas: las que persistían del antiguo régimen y<br />
que formaban la simbología del sistema; y los movimientos<br />
de masas, a menudo antisemitas y desde<br />
luego contrarios al liberalismo, pero que fueron<br />
posibles por el liberalismo. De ahí viene<br />
Aschenbach. De manera que no es cuestión de discutir<br />
lo de siempre: el artista maduro y acaso en<br />
retroceso (tentación de la palabra decadencia, cuánto<br />
juego ha dado, qué demasiado vista está) encuentra<br />
la belleza encarnada en ese muchacho. La<br />
encuentra, no la toca y se muere. A todo esto, la cosa<br />
sucede en una ciudad considerada bellísima, histórica,<br />
inmortal… y enferma. Para Thomas Mann<br />
el viaje al sur no es lo mismo que para Goethe y<br />
para tantos alemanes y austriacos. El sur es una tentación<br />
mórbida, es un viaje al fingimiento, a la<br />
mentira, a la seducción, una fascinación por ser<br />
embaucado por la belleza y por la muerte, un deseo<br />
de que te estafen en el arte y en la vida. Se da en<br />
su novela breve Muerte en Venecia. Pero se da, sobre<br />
todo, en Mario y el mago (2). La novela está escrita<br />
en vísperas de la gran guerra. No hay ni un atisbo<br />
de ello. El propio Mann se preguntaba durante<br />
el conflicto algo así: cómo no hemos visto venir<br />
esto. Se ocupó de trazar la caída de un escritor<br />
que hasta ese momento era todo disciplina, trabajo,<br />
sentido. El proyecto inicial era el ridículo amor<br />
de Goethe a los 74 años por una muchacha de 19,<br />
Ulrike von Levetezov. Goethe tardaría en aparecer<br />
en la narrativa de Mann, y lo haría de otra<br />
manera (Lotte in Weimar, 1939).<br />
Pizzi ha comprendido muy bien el sentido de<br />
aquella belleza. Esa belleza es sensualidad. Después<br />
de todo, así lo sugieren los fragmentos de Platón<br />
(Fedro, Fedón) que evoca Thomas Mann: no se puede<br />
ver la belleza más que a través de los sentidos,<br />
de lo sensual; y ese es su límite. Disculpen este<br />
esquematismo, un poco a la pata la llana. Pizzi<br />
comprende esa sensualidad y nos propone una<br />
troupe de bailarines-actores bellísimos, y no sólo<br />
Alessandro Riga y Danilo Palmieri (dos jóvenes<br />
hechos y derechos, insistimos: no unos niñitos),<br />
sino esa secuencia de mujeres morenas y de una<br />
belleza que trata de evocar en el espectador una<br />
herida semejante a la del protagonista. Huyamos<br />
siglo XX 196 / octubre 2010<br />
“Pizzi ha comprendido muy bien el sentido de<br />
aquella belleza. Esa belleza es sensualidad.<br />
Después de todo, así lo sugieren los fragmentos<br />
de Platón que evoca Thomas Mann.”<br />
de la visión del artista desbordado por tanta belleza,<br />
por favor. Es Eros quien hiere a Aschenbach,<br />
es Dionisos el que induce su pesadilla. Después<br />
de una vida en la que Apolo ha impuesto sus principios.<br />
Apolo, aquí contratenor, voz etérea, ni masculina<br />
ni femenina.<br />
La adaptación, por lo demás, es bastante fiel.<br />
Hay nada menos que diecisiete escenas. A veces se<br />
pierde su estricto sentido visual, pero se comprenden:<br />
el ridículo viejo verde de la escena del barco,<br />
tan bien retratado por Visconti, que es un anticipo<br />
de lo que será el propio Aschenbach al final de<br />
su descenso; no lo vemos ni en esta puesta en escena<br />
ni en otras, aunque acaso bastaría una careta,<br />
una medio máscara. La novela es pródiga en miradas<br />
entre Tadzio y Aschenbach; Visconti pudo<br />
hacer una película de miradas, pero una ópera no<br />
puede permitirse eso más que con alusiones subrayadas<br />
por el texto cantado.<br />
Hay un equilibrio o una compensación en<br />
Pizzi, aparte de la ya indicada entre icono gay y<br />
bellezas femeninas: su bella escenografía reproduce<br />
edificios históricos de Venecia en la propia<br />
Fenice, caramba; pero esa belleza va acompañada<br />
de unos matices en el trazo y en el color que sugieren<br />
el carácter de la trama, la enfermedad, el cólera.<br />
La ciudad enferma, como quería Mann, ofrece<br />
sus bellezas y oculta la epidemia por codicia. El<br />
cólera viene del sur, querría decir Mann. En efecto,<br />
Mussolini fue italiano, como Cipolla (cebolla),<br />
el mago de la otra novela. Pero el antisemitismo y<br />
el social-cristianismo fueron austriacos, como<br />
Hitler. Y todo se fundió y perfeccionó en la patria<br />
limpia y sana de Thomas Mann. Que fue de los<br />
primeros que tuvo que marcharse por ello, vaya<br />
por Dios. Tendría que llegar Thomas Bernhard<br />
para escribir algo que podría haberse titulado<br />
Muerte en Salzburgo.<br />
Esta puesta en escena de Pizzi, excelente, viene<br />
a acompañar la soledad de otra puesta en escena<br />
de gran nivel, la ya mencionada de<br />
Glyndebourne. El que aquel Tadzio nos pareciera<br />
un adolescente de esos que se encuentran por los<br />
liceos, los estadios y las discotecas juveniles no<br />
quiere decir nada. La puesta de Stephen Lawless<br />
y Martha Clarke era espléndida. En cuanto a lo<br />
visual, era menos ballet que la de Pizzi, menos<br />
bella en general, incluso menos mórbida.<br />
Muerte en Venecia es ópera con orquesta normal,<br />
pero utilizada a menudo de manera camerística.<br />
Bartoletti dibuja esta música con mesura, con<br />
delicadeza, con sugerencias, como requiere Britten.<br />
El conjunto funciona de manera poco menos que<br />
perfecta, porque hay una relación íntima entre el<br />
foso y los movimientos escénicos; y las voces, desde<br />
luego. En lo vocal hay protagonismo absoluto<br />
de Martin Miller, que hace una excelente creación;<br />
y de la eficacia vocal y en buena medida histriónica<br />
de Scott Hendricks, que a veces no diferencia<br />
demasiado los distintos cometidos (acaso se trata<br />
de una opción de Pizzi). Sugerente, espiritual, el<br />
coro de La Fenice crea un clima de encantamien-<br />
51<br />
to desde su escondite del foso. La bella y muy<br />
expresiva coreografía de Gheorghe Iancu es un<br />
elemento esencial en la propuesta de Pizzi, y sin ella<br />
la puesta en escena sería otra cosa.<br />
NOTAS<br />
(1) En mi opinión, Paul Bunyan no debe contarse como<br />
ópera; es una comedia musical, una opereta o algo por<br />
el estilo, pero no es una ópera. Además, es una pieza<br />
temprana, en la que se nota, pese a correcciones posteriores,<br />
que Britten “estaba haciendo mano”.<br />
(2) Esta novela, por cierto, también ha sido transformada<br />
en ópera, poco conocida y bastante breve (apenas<br />
40 minutos), por el compositor húngaro János Vajda.<br />
BENJAMIN BRITTEN (1913-1976): Death in Venice (Muerte<br />
en Venecia)<br />
Marlin Miller, R.-François Bitar, Scott Hendricks, Alessandro<br />
Riga, Danilo Palmieri, Sabrina Vianello / Orchestra e Coro<br />
del Teatro La Fenice. Bruno Bartoletti, director musical.<br />
Pierluigi Pizzi, vestuario y dirección escénica / DYNAMIC /<br />
Ref.: CDS 33608 (1 DVD) D3 x 2