VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B y C - Autores Catolicos

HISTORIA
Los valores supremos se imponen a cualquier
consideración en la mente de Guatemocín.
En el verano de 1521 la lucha enconada en Méjico hace
angustioso por ambos bandos el deseo ardiente de paz.
Pero, vemos el caso de Guatemocín, hay algo que no le
permite rendirse.
Cortés envió a prisioneros mejicanos de calidad al
campamento de Gautemocín. Éstos van aterrados pues
sabían que éste no quería oír hablar de tal cosa.
“Guatemocín después de haber dado muestras de gran
indignación, convocó el Consejo de Guerra, pues dice
Bernal Díaz, “según después alcanzamos a saber, tenía
voluntad de hacer paces”. Valiente en los consejos como
lo era en la guerra, el joven Uei Tlatoani expuso a sus
capitanes y sacerdotes el estado de la situación y la
argumentación que cabía hacer en pro de la paz; los
bergantines mandaban en la laguna, los jinetes
cabalgaban por toda la ciudad; no había víveres ni agua
y los muertos se pudrían en las calles. Pero el Consejo
no fue de su opinión, arguyendo que los blancos les
harían esclavos y les atormentarían para sacarles el
oro y que más valía morir. “Pues que así queréis que
sea –exlamó Guatemocín medio enojado-, guardad mucho el
maíz y bastimento que tenemos y muramos todos peleando;
y desde aquí adelante ninguno sea osado a demandarme
paces, si no, yo le mataré”. (Salvador de Madariaga:
Hernán Cortés, Austral, pag. 450).
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