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VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B y C - Autores Catolicos

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MAGISTERIO<br />

La identificación <strong>del</strong> sacerdote con la personalidad<br />

divina es inherente al sacramento <strong>del</strong> orden.<br />

“La doctrina de la Iglesia considera la ordenación<br />

sacerdotal condición imprescindible para la celebración<br />

válida de la Eucaristía. (LG 10). En efecto “en el<br />

servicio eclesial <strong>del</strong> ministerio ordenado es Cristo<br />

mismo quien está presente en su Iglesia como Cabeza de<br />

su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote <strong>del</strong><br />

sacrificio redentor”. (Catecismo, 1548). Ciertamente el<br />

ministro ordenado “actúa también en nombre de toda la<br />

Iglesia y sobre todo cuando ofrece el sacrificio<br />

eucarístico”. (Ib, 1552). Es necesario por tanto que<br />

los sacerdotes sean conscientes de que nunca deben<br />

ponerse ellos mismos o sus opiniones en el primer plano<br />

de su ministerio, sino a Jesucristo. Todo intento de<br />

ponerse a sí mismos como protagonistas de la acción<br />

litúrgica contradice la identidad sacerdotal. Antes que<br />

nada, el sacerdote es servidor y tiene que esforzarse<br />

continuamente en ser signo que como dócil instrumento<br />

en sus manos, se refiere a Cristo. Esto se expresa<br />

particularmente en la humildad con la que el sacerdote<br />

dirige la acción litúrgica, obedeciendo y<br />

correspondiendo con el corazón y la mente al rito,<br />

evitando todo lo que pueda dar precisamente la<br />

sensación de un protagonismo inoportuno. Recomiendo por<br />

tanto al clero profundizar en la conciencia <strong>del</strong> propio<br />

ministerio eucarístico como un humilde servicio a<br />

Cristo en su Iglesia. El sacerdocio, como decía san<br />

Agustín, es “amoris officium”, es el oficio <strong>del</strong> buen<br />

pastor, que da la vida por las ovejas (Cf Jn 10, 14-<br />

15). (Sacramentum caritatis, nº 24).<br />

ESCRITURA<br />

“Cuando Aquél que me escogió desde el seno de mi madre<br />

y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en<br />

mí, par que yo Lo anunciara a los gentiles, en seguida,<br />

sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver<br />

a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y<br />

después volví a Damasco. Más tarde, pasados tres años,<br />

subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y me quedé<br />

quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol,<br />

excepto a Santiago, el pariente <strong>del</strong> Señor. Dios es<br />

testigo que no miento en lo que os escribo”. (G. 1).<br />

PADRES<br />

“Para llegar directamente a este resultado ((de la<br />

felicidad y vida eterna)) a través <strong>del</strong> recto camino de<br />

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