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descargar - Instituto Nacional del Teatro

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El crítico es sólo un espectador más viejo, menos virgenque cualquier otro. Al usar la palabra vejez la utilizocomo sinónimo de experiencia, de estudio, de conocer,de haber visto todo el posible teatro de su ciudad.Pero al utilizar la palabra teatro me estoy refiriendo ateatralidad, no sirve el estudioso de textos dramáticosque no puede diferenciar el trabajo de los escenógrafos,ni distinguir el estilo de los iluminadores.Los artistas han logrado deshacerse de todo tipo de prejuiciopara crear, pero el crítico debe cumplir con ciertos códigosque jamás se le pedirían a un creador. La objetividad es untérmino invariablemente mancillado, pero también codiciado.¿Quién admite ser subjetivo? y ¿dónde reside la objetividaden el arte?El crítico es sólo un espectador más viejo, menos virgenque cualquier otro. Al usar la palabra vejez la utilizo comosinónimo de experiencia, de estudio, de conocer, de habervisto todo el posible teatro de su ciudad. Pero al utilizar lapalabra teatro me estoy refiriendo a teatralidad, no sirve elestudioso de textos dramáticos que no puede diferenciarel trabajo de los escenógrafos, ni distinguir el estilo de losiluminadores. Si volvemos la mirada al mundo griego, aunqueAristóteles fue logocéntrico en su análisis sobre la tragedia,se descubre al espectador. Lo mismo sucede con los librosde Ubersfeld, Pavis o Kott. Pueden usar el texto pero sólocomo una herramienta más para reproducir los momentosmás efímeros, que ellos también tienen en cuenta.La historia, la investigación y la filosofía son todas herramientasválidas y necesarias a la hora de sentarse paraanalizar un espectáculo teatral, pero siempre seguirá siendoimprescindible esa presencia. No hay video, ni DVD quepueda reemplazar la vivencia, la energía que despliega elintérprete y que sólo toca al que está frente a él. Sigue siendoirremplazable esa dualidad de actor-espectador.Durante los Festivales Internacionales de <strong>Teatro</strong> en BuenosAires (FIBA) vivimos varias experiencias que pusieron enriesgo la palabra teatralidad o por lo menos nos ayudarona reflexionar sobre ella. Tal vez la más recordada hayasido la participación <strong>del</strong> elenco de Túnez, con Femtella deTaoufik Jebali, durante la primera edición <strong>del</strong> Festival en elaño 1997. Allí sobre el escenario de una de las salas principales<strong>del</strong> teatro General San Martín aparecía una familia,algunos integrantes sentados otros de pie, era molesta lainmovilidad. Sólo después de muchos minutos se verificabanmínimos movimientos. Esta primera incomodidad se fuetransformando lentamente en humor, el público empezó agritar consignas cómicas, para luego pasar a un tono másagresivo y acusatorio, cuestionando el precio abonado. Losespectadores habían pagado una entrada para ver acción, nosoportaron esa novedosa propuesta. Tal vez erróneamentemuchos tardamos en descubrir que la teatralidad estabaubicada en la platea. Se nos obligó a cambiar el punto devista y cada noche la reacción modificaba el planteo de cuálera la teatralidad.Las preguntas que abrió este espectáculo fueron muchas:¿se podía señalar el trabajo de interpretación? ¿Qué sucedíacon los otros signos? Esa propuesta que en su momento fuela más criticada, también permitió un alto grado de reflexión.Hay creadores argentinos que buscan ese mismo riesgo.Así los actores y directores Emilio García Wehbi y Luis Canocitaron a una extraña función, para realizar la lectura de las668 páginas de Moby Dick, la extensa novela <strong>del</strong> norteamericanoHerman Melville. ¿Había acción en la lectura? ¿Hubopersonajes? La lista de preguntas podría sucederse.26 CUADERNOS DE PICADERO

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