11.07.2015 Views

descargar - Instituto Nacional del Teatro

descargar - Instituto Nacional del Teatro

descargar - Instituto Nacional del Teatro

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Tardé un montón de años en dejar que cubrieras unestreno <strong>del</strong> <strong>Teatro</strong> Principal. Y cuando lo hice fue porqueme había dado cuenta, gracias a ti, que el auténticoteatro, el teatro más inquieto, más innovador, era el quedaban en las salas alternativas. Lo que ofrecían en losteatros oficiales era cultura, pero rara vez arte.tiempos!, ¿no? Ahí, en medio de las crónicas de los partidosde fútbol mi comentario sobre los estrenos de la semana.Lo veía todo y de todo opinaba con suficiencia manifiesta,desde la Yerma de Víctor García y Nuria Espert a las revistasde Colsada. ¿Cómo era aquella canción? “Somos las chicasalegres/ que trajo Colsada…” El viejo Colsada, qué increíble.Una vez, por Navidad, me mandó a la redacción una caja dechampán. No era un soborno, simple gentileza. La gente deaquella época era así, te mandaban un cesto de naranjas,un detallito, una tarjeta de agradecimiento… Y gente importante,¡eh!, primeras figuras, actores consagrados. Hoyse han perdido las formas, cualquier pelagatos, a poco queno lo pongas por las nubes, que es donde él cree merecer, yaestá mandándote mensajitos quejumbrosos o, directamente,insultándote.-…porque para Adán Manzanedo el teatro no ha tenidolímites, nunca ha sido de esos críticos exquisitos que sólose dignan a asistir a los espectáculos que llevan firmasimportantes…Eso es verdad, se dijo Manzanedo a sí mismo. ¡Me he tragadocada cosa! Como aquella revista, ¿cómo era? Métame ungol. Con la Ethel Rojo, o la hermana, la Gogó, ni me acuerdo,que bajaba <strong>del</strong> escenario medio en bolas, te daba una pelotay te decía que se la metieras –la pelota, claro–, mientrasella se ponía <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> arco y atajaba los disparos. Si se lametías te daba un beso como premio. En la mejilla, a más nollegaba la cosa. ¡Vaya tontería! Pero la gente se entreteníacon eso. Aunque yo con lo que disfrutaba realmente era conlos espectáculos de arte. El día que descubrí a Tadeusz Kantorme quedé alelado. Había visto montajes de Strehler, de LucaRonconi, de Peter Brook… que me habían fascinado. Pero lode Kantor fue muy fuerte. Me iba a Madrid, a Barcelona, aParís, adonde fuera que presentara una nueva obra. ¡Qué tipotan genial! Nunca volví a experimentar nada igual hasta queEvita me descubrió a Rodrigo García. Otro genio. La verdades que al principio no entendí un carajo de lo que el tipoproponía. Allí no había conflicto, ni historia, ni personajes…Los actores se la pasaban hablando de boxeo, de ópera…,jugaban con cuchillos, con muñecos…, no paraban de chuparvino, cocinaban en escena… ¿Qué mierda es esto?, ledije a Paraíso. Y ella me dio un par de libros y unos cuantosartículos de revistas especializadas. Los leí, y muchos másque me fueron pasando. Ahí me di cuenta de lo burro queera, de lo poco que sabía de las nuevas tendencias escénicas.Mi idea de la vanguardia se había quedado en los intentos<strong>del</strong> <strong>Teatro</strong> Independiente allá por los años 70. Hoy soy unfan incondicional de La Carnicería <strong>Teatro</strong>. No me pierdo una.Bueno, sí me las pierdo, porque Rodrigo últimamente se estáconvirtiendo en un artista galo, estrena más en Francia queen España. Pero con la jubilación voy a tener tiempo paraviajar, aunque no dinero. La pensión que me queda es unaporquería. Espero que me sigan invitando a los estrenosporque si no, no voy a poder pisar un teatro.-…y puedo decir orgullosa que Adán Manzanedo ha sidopara mí mucho más que un maestro…¡Ay, Evita! Eva. Eva Paraíso. ¡Si tú hubieras querido…!Pero no, nunca me miraste más que como maestro. ¿Quénos llevamos?, ¿veinte años? Nada. Hay montones deparejas con esa diferencia de edad. Pero no, tú siempre tequedaste clavada en el momento en que nos conocimos,cuando eras una niña de ocho años y yo, para ti, un señormayor que pasaba de treinta. El maestro. Maestro ¿de qué?No te enseñé nada. Algunos trucos <strong>del</strong> oficio. Eso es todo.Primero hay que hablar <strong>del</strong> contexto, después de la obra yel autor, más tarde <strong>del</strong> director y la puesta en escena, paraacabar diciendo algo de la interpretación y, si hace al caso,de la respuesta <strong>del</strong> público. Claro que después el jefe deredacción, o el maquetador, que es peor, quita y pone lo que56 CUADERNOS DE PICADERO

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!