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La Crítica.Espacio, tiempo, formaPor CAMILO SÁNCHEZ / ArgentinaEn principio, el espacio.Antes que nada, me gustaría destacar el lugar –de soledad,olvido, o rebeldía en el mejor de los casos– que ocupa unespecialista en teatro en un diario de las grandes ligas.Aún cuando en la sección se llegue a producir el texto másrevelador de la jornada, esas palabras habitarán los confines.Sin entrar en consideraciones específicas, el especialistaen teatro de alguna manera sabe, de todas formas, que undiario es una articulación imposible, pensada según la ideageneralizada, de que un día <strong>del</strong> mundo puede condensarse,comprimirse en una serie arbitraria de noticias.En medio de esa convención, el teatro está ubicado alcostado <strong>del</strong> camino, en un terreno algo perdido dentro de unespacio o suplemento que tiene luminarias más convocantes.No hay de qué quejarse: hasta los técnicos más defensivoscontragolpean y abren la cancha por los costados, por lasorillas, cuando el partido está cerrado.Que el teatro, que también ocupa un lugar orillero en esasociedad <strong>del</strong> espectáculo, se plantee su lugar en el mundoes –por cierto– una ventaja posible. “En una época –la cita esde Ricardo Bartis– de tanta actuación, de tanta ficcionalidaden el campo de la política, <strong>del</strong> periodismo, la actuación siguesiendo una mentira poderosa que promueve la reflexión másmetafísica, más sincera y que además se arriesga”.En segundo lugar, el tiempo.Se escribe contra reloj, para subirse al tren de proceso industrialque significa el cierre cotidiano de un diario. Se escribehasta encontrar ese momento en que, misteriosamente, dejende sonar los teléfonos, en lo posible antes de la cinco en puntode la tarde. Y hay otra vez aquí algunos caminos paralelos: elanhelo por sistematizar el proceso creador, se ha dicho, es muypotente en el teatro, donde la rutina de producción obliga a suaparición dentro de fechas y horarios que el actor no puedeelegir. En lo personal, estoy lejos de quejarme por esa situaciónformal: sin la daga <strong>del</strong> horario puedo retener, sin problemas,los textos para siempre. En todo caso, hay que practicar lahumildad de entender que habrá apuros suficientes, y pocoespacio, como para intentar el análisis académico, sin queeso signifique que la crítica se vuelva, por eso, falaz o frívola.En último lugar, que debería ser el primero, la forma.No está resultando fácil pensar en la teatralidad en unpaís que ha generado, hace tan poco, estanques de lechederramada al costado de la ruta, manifestaciones a caballoque avanzan hacia el Congreso, y la jineteada sucumbe enla avenida Entre Ríos y Garay. Hay que subirse a un tren enConstitución a las seis y media de la tarde.En principio, para decirlo en pocas palabras, se trata deconfiar en la puesta que produce deseos de escritura.Más allá de las consideraciones de Pavis, respecto a queun crítico es más representativo de la masa de lectores quede sus propias opiniones estéticas o ideológicas, tengo lasensación que todavía este lugar es un espacio posiblede libertad, no diría ilimitada, pero si proclive, favorable,gustosa. Que genera, por su propio espacio, la posibilidadde escribir un intertexto: escribir, a partir de una obra, unanota que tenga respiración propia.No tendríamos, tampoco, que ser ingenuos. “Si el lenguajede la crítica –dice Alberto Ure– fuera sólo una excrecencialiteraria, como sucede en la mayoría de los comentariosdeportivos, lo abarcarían las generales de la ley: unas críti-28 CUADERNOS DE PICADERO

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