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Jone M Hernández García Elixabete Imaz Martínez

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Sin embargo, como señalábamos más arriba, es de remarcar que estos jóvenes reciben ya una experiencia<br />

en la que la colaboración mayor o menor de los hombres en casa es una realidad. Muchos<br />

de ellos han crecido en hogares en los que la madre trabajaba fuera del hogar y han visto compartir<br />

y han colaborado en las tareas caseras desde antes de emanciparse de la familia de origen. Un elemento<br />

socializador también es tener experiencia de vida en piso compartido tanto con estudiantes,<br />

como con amigas, amigos u otras personas. Esto es remarcado especialmente cuando nos referimos<br />

a chicos que, según admiten en algunas ocasiones, ha sido a través de estas experiencias como han<br />

aprendido a realizar labores que en su casa a menudo no tienen oportunidad de aprender porque<br />

sus madres no les dejan o animan a ello.<br />

En todo caso, las tareas domésticas se perciben a menudo como un potencial espacio de conflicto<br />

y para evitarlo se proponen formulas: en algunos casos se presume que cada cual haga lo que más<br />

le gusta va a introducir un equilibrio, mientras que en otros casos se habla de un reparto de tareas<br />

estricto que quede reflejado en el papel:<br />

Tengo que llegar a casa, fregar… Bueno, es más, ella es la que cocina, yo soy el que friega… O<br />

sea, que nos hemos repartido todo un poco más o menos así. A mí que me gusta planchar, por<br />

ejemplo, yo soy el que pongo las lavadoras y las cuelgo… O sea, que nos hemos repartido un<br />

poco… “A ver, ¿a ti qué te gusta y qué no te gusta” y ya está. (Xabi, 27 años, IH-11).<br />

Las experiencias en pisos compartidos suelen ser un referente más próximo que el del propio<br />

hogar de origen ya que, tal y como se repite en numerosas ocasiones a lo largo de las entrevistas,<br />

se rechaza el desequilibrio de responsabilidades asumido por las madres como modelo aceptable<br />

para sus propios hogares.<br />

A pesar de esta coincidencia en compartir entre chicos y chicas, es frecuente que aparezcan aquí<br />

desencuentros: las mujeres muchas veces sienten que los hombres hacen menos de lo que debieran,<br />

que se contentan con hacer mínimos o lo que se les exige estrictamente. Los varones argumentan<br />

en ocasiones que hay diferencias de percepción de las necesidades que exige el mantenimiento<br />

del hogar, y que las jóvenes, presas de su propia socialización ven como imprescindibles tareas<br />

prescindibles. Es así que las tareas del hogar se presentan hoy frecuentemente como un terreno<br />

de desencuentro y disputa en las parejas y de insatisfacción, especialmente por parte de algunas<br />

mujeres, que sienten que deben renunciar a unas cotas de confortabilidad e higiene o asumir una<br />

parte proporcionalmente mayor que sus parejas, ya que es una necesidad que ellas parecen sentir<br />

de forma unilateral.<br />

Esto se agudiza más aún cuando hablamos con las jóvenes madres, quienes se quejan de forma<br />

bastante unánime de la falta de implicación de sus parejas masculinas en el cuidado del hogar, tarea<br />

que ahora ellas consideran más importante a consecuencia precisamente de la llegada del bebé.<br />

(Laura, 29 años, IM-12; y Miriam, 29 años, IM-13).<br />

Se aprecia en consecuencia una falta de coincidencia entre lo que las jóvenes y los jóvenes entienden<br />

que es “compartir” y percepción diferencial de las necesidades que requiere el mantenimiento<br />

de una casa.<br />

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