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Jone M Hernández García Elixabete Imaz Martínez

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(bertsolarismo) y los locales (conocidos también como lonjas) o espacios alquilados en los que las<br />

y los jóvenes se “entrenan” para su futura independización del espacio familiar.<br />

Estos locales, donde los chicos están más presentes que las chicas, son observatorios privilegiados<br />

para la igualdad/desigualdades de género, son espacios de relación, juego, consumo, descanso,<br />

y en ellos se negocian y renegocian normas y pautas de convivencia, y se confrontan normas y<br />

modelos aprehendidos desde la socialización más temprana. Pero los modelos, normas y patrones<br />

de chicas y chicos no son solo diferentes sino que están jerarquizados entre sí. Para ellos ser joven<br />

y manifestarlo a través de su tiempo de ocio supone organizarse, ser creativos y competitivos,<br />

tener iniciativa, gestionar o implicarse en grupos y subgrupos, que son sociedades en miniatura,<br />

en definitiva. Para ellas, el tiempo de ocio parece tender a ser más laxo, ambiguo, etéreo, circunstancial<br />

o coyuntural, y las prácticas más discursivas y desarrolladas individualmente o en grupos<br />

más pequeños y menos visibles; una experiencia, muchas veces, al margen de “lo importante”. Las<br />

implicaciones a futuro que estas actitudes y prácticas tienen se nos antojan a todas luces evidentes.<br />

La re-socialización aparentemente democrática que parece gobernar el espacio/tiempo de las y<br />

los jóvenes hoy día (gestoras y gestores de sus relaciones, su tiempo libre, sus locales, su cuerpo,<br />

su sexualidad, sus emociones…), no parece ser más que un impasse en el discurso de la igualdad/<br />

desigualdad que dificulta poner nombre a los procesos y las prácticas que conducen a una etapa<br />

adulta de reencuentro y reubicación en un sistema de género claramente desigual.<br />

E<br />

RUPTURAS<br />

n cualquier caso habría que señalar que, en la<br />

práctica, las continuidades, los cambios y los<br />

conflictos transcurren de forma paralela a las<br />

rupturas con las tradicionales relaciones entre<br />

mujeres y hombres. Son estas rupturas las que sacan a la luz nuevas actitudes y posicionamientos<br />

de los individuos que dan (o pueden dar) lugar a transformaciones en el sistema de género. Todo<br />

ello a pesar de las resistencias al cambio percibidas por parte de las viejas estructuras y los valores<br />

clásicos relacionados con las feminidades y masculinidades, la sexualidad, el amor romántico y la<br />

maternidad exaltada.<br />

Así, hemos recogido testimonios de jóvenes que se están forjando su propia identidad de género<br />

-de forma contestatoria o no-, diseñando proyectos de vida fuera de las pautas establecidas,<br />

rechazando el “itinerario vital” tradicional –emparejarse, convivir y/o casarse, tener criaturas-, o<br />

cruzando las líneas divisorias entre chicas y chicos, ya sea en el mundo educativo, deportivo, cultural,<br />

laboral, de ocio o doméstico, en la demostración afectiva o en el comportamiento sexual. Para<br />

ello se utilizan a veces precisamente aquellos elementos en los que el control social es más evidente,<br />

como todo lo relativo a la imagen corporal, lugar privilegiado para la rebeldía y la resistencia.<br />

Hemos percibido nuevos modelos de masculinidades en jóvenes que se arriesgan a ser denominados<br />

“frikis” por ubicarse fuera de los círculos de la masculinidad hegemónica (fuera del fútbol,<br />

por ejemplo) y dentro de esferas supuestamente femeninas (emociones, cuidados). También po-<br />

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