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(bertsolarismo) y los locales (conocidos también como lonjas) o espacios alquilados en los que las<br />
y los jóvenes se “entrenan” para su futura independización del espacio familiar.<br />
Estos locales, donde los chicos están más presentes que las chicas, son observatorios privilegiados<br />
para la igualdad/desigualdades de género, son espacios de relación, juego, consumo, descanso,<br />
y en ellos se negocian y renegocian normas y pautas de convivencia, y se confrontan normas y<br />
modelos aprehendidos desde la socialización más temprana. Pero los modelos, normas y patrones<br />
de chicas y chicos no son solo diferentes sino que están jerarquizados entre sí. Para ellos ser joven<br />
y manifestarlo a través de su tiempo de ocio supone organizarse, ser creativos y competitivos,<br />
tener iniciativa, gestionar o implicarse en grupos y subgrupos, que son sociedades en miniatura,<br />
en definitiva. Para ellas, el tiempo de ocio parece tender a ser más laxo, ambiguo, etéreo, circunstancial<br />
o coyuntural, y las prácticas más discursivas y desarrolladas individualmente o en grupos<br />
más pequeños y menos visibles; una experiencia, muchas veces, al margen de “lo importante”. Las<br />
implicaciones a futuro que estas actitudes y prácticas tienen se nos antojan a todas luces evidentes.<br />
La re-socialización aparentemente democrática que parece gobernar el espacio/tiempo de las y<br />
los jóvenes hoy día (gestoras y gestores de sus relaciones, su tiempo libre, sus locales, su cuerpo,<br />
su sexualidad, sus emociones…), no parece ser más que un impasse en el discurso de la igualdad/<br />
desigualdad que dificulta poner nombre a los procesos y las prácticas que conducen a una etapa<br />
adulta de reencuentro y reubicación en un sistema de género claramente desigual.<br />
E<br />
RUPTURAS<br />
n cualquier caso habría que señalar que, en la<br />
práctica, las continuidades, los cambios y los<br />
conflictos transcurren de forma paralela a las<br />
rupturas con las tradicionales relaciones entre<br />
mujeres y hombres. Son estas rupturas las que sacan a la luz nuevas actitudes y posicionamientos<br />
de los individuos que dan (o pueden dar) lugar a transformaciones en el sistema de género. Todo<br />
ello a pesar de las resistencias al cambio percibidas por parte de las viejas estructuras y los valores<br />
clásicos relacionados con las feminidades y masculinidades, la sexualidad, el amor romántico y la<br />
maternidad exaltada.<br />
Así, hemos recogido testimonios de jóvenes que se están forjando su propia identidad de género<br />
-de forma contestatoria o no-, diseñando proyectos de vida fuera de las pautas establecidas,<br />
rechazando el “itinerario vital” tradicional –emparejarse, convivir y/o casarse, tener criaturas-, o<br />
cruzando las líneas divisorias entre chicas y chicos, ya sea en el mundo educativo, deportivo, cultural,<br />
laboral, de ocio o doméstico, en la demostración afectiva o en el comportamiento sexual. Para<br />
ello se utilizan a veces precisamente aquellos elementos en los que el control social es más evidente,<br />
como todo lo relativo a la imagen corporal, lugar privilegiado para la rebeldía y la resistencia.<br />
Hemos percibido nuevos modelos de masculinidades en jóvenes que se arriesgan a ser denominados<br />
“frikis” por ubicarse fuera de los círculos de la masculinidad hegemónica (fuera del fútbol,<br />
por ejemplo) y dentro de esferas supuestamente femeninas (emociones, cuidados). También po-<br />
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