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Aparociones y revelaciones privadas Libro P Roman Espanhol

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P. ¿Sobre qué te habló?<br />

Melania -Si os digo de qué me habló adivinaréis al momento el secreto.<br />

P. ¿Cuándo te lo dijo?<br />

Melania -Después de hablar de las nueces y las uvas. Pero antes de que me comunicara el<br />

secreto, me parecía que hablaba con Maximino, y yo no oía lo que le decía.<br />

P. ¿Te comunicó el secreto en francés?<br />

Melania. -No, senior, en patois.<br />

P. ¿Cómo iba vestida?<br />

Melania. -Llevaba zapatos blancos rodeados de rosas de todos colores, medias amarillas,<br />

un delantal amarillo, un vestido blanco lleno de perlas, una pañoleta blanca orlada de rosas,<br />

una gorra blanca inclinada hacia delante, y una corona de rosas alrededor de la gorra.<br />

Llevaba una cadena muy pequeña que tenía una cruz con su Cristo; viéndose a la derecha<br />

unas tenazas y a la izquierda un martillo, y de los extremos de la cruz caía otra cadena<br />

grande como las rosas alrededor de la pañoleta. Tenía la cara blanca y larga, pero no podía<br />

verla mucho rato porque nos deslumbraba” 882 .<br />

El relato de Maximino:<br />

“Después de dar de beber a las vacas y haber merendado, nos dormimos al lado del<br />

arroyo, muy cerca de una fuentecilla seca, y Melania fue la primera en despertarse, y me<br />

despertó para ir a buscar las vacas. Fuimos a verlas, y volviéndonos, las vimos echadas en<br />

el lado opuesto. Después, al bajar, Melania vio un gran resplandor hacia la fuente, y me<br />

dijo: -Maximino, ven a ver ese resplandor. -Me dirigí hacia donde estaba Melania, y vimos<br />

abrirse el resplandor, y dentro vimos una Señora sentada así, (el niño se sienta con los<br />

codos sobre las rodillas y el rostro en las manos); y tuvimos miedo. Melania dijo: -¡Ah!<br />

¡Dios mío!- y se dejó caer el palo, pero yo le dije: -Guarda el palo, que yo también guardo<br />

el mío; y si él nos hace alguna cosa, le daré un buen garrotazo- (el niño se sonríe al referir<br />

esta circunstancia). Y la Señora se levantó, se cruzó de brazos y nos dijo: -Acercaos, hijos<br />

míos; no tengáis miedo, que estoy aquí para daros una gran noticia. -Y ya no tuvimos<br />

miedo; después nos acercamos, pasamos el arroyo, y la Señora se acercó hacia nosotros a<br />

algunos pasos del sitio donde estaba sentada, y nos dijo:<br />

Si mi pueblo no quiere someterse, me veré obligada a soltar el brazo de mi Hijo; es<br />

tan recio y tan pesado que ya no lo puedo detener. ¡Cuánto tiempo hace que padezco por<br />

vosotros! Si quiero que mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarle sin cesar por<br />

vosotros, que no hacéis caso. He dado seis días para trabajar, me he reservado el séptimo y<br />

no se me quiere conceder. He ahí por qué pesa tanto el brazo de mi Hijo. Pues los que<br />

dirigen los carros no saben, ya jurar sin tomar en boca el nombre de mi Hijo. Esas son las<br />

dos cosas que hacen que pese tanto el brazo de mi Hijo.<br />

Si se echa a perder la cosecha, no es sino por vosotros. Os lo hice ver el año último<br />

con la cosecha de las patatas; no habéis hecho caso; por el contrario, cuando encontrabais<br />

algunas picadas, jurabais, tomando en boca el nombre de mi Hijo; van a seguir picándose,<br />

y en Navidad ya no las habrá.<br />

Melania no comprendía bien, y empezaba a preguntármelo que quería decir; la<br />

Señora respondió al momento ¡Ah! no comprendéis el francés, hijos míos, esperad que os<br />

lo voy a decir de otro modo. Y nos habló en patué:<br />

882 M. Rousselot, “La verdad sobre acontecimiento de la Saleta…”, 41-47.<br />

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