Aparociones y revelaciones privadas Libro P Roman Espanhol

9.“Ahora bien, cuando un hombre, poseído del Espíritu divino, llega a una reunión
de hombres justos que tienen fe en el Espíritu divino, y en aquella reunión de
hombres justos se hace una súplica a Dios, entonces el ángel del espíritu profético,
que está junto a él, hinche a aquel hombre y así, henchido del Espíritu Santo, habla
el hombre a la muchedumbre conforme lo que quiere el Señor” 63 .
Sin embargo más adelante encontramos también toda una serie de advertencias
contra los falsos profetas:
“11. Escucha ahora- continuó diciéndome- las señales del espíritu terreno y vacuo y
que no tiene virtud alguna, sino que es necio. 12. En primer lugar, el hombre que
aparenta tener espíritu, se exalta a sí mismo, quiere ocupar los primeros puestos; se
hace enseguida impúdico y desvergonzado y charlatán; vive entre toda clase de
deleites y en muchos otros engaños; recibe paga por sus profecías, y si no le pagan,
no profetiza. ¿Conque es posible que un Espíritu divino profetice a jornal? No, no
cabe que así obre un profeta de Dios, sino que el espíritu de tales profetas es
terreno. 13. En segundo lugar, el falso profeta no se acerca para nada a reunión
alguna de hombres justos, sino que huye de ellos. En cambio, anda pegado a los
vacilantes y vacuos, les echa sus profecías por rincones y los embauca, hablándoles
en todo conforme a lo que ellos desean vacuamente” 64 .
A estas obras podemos añadir también las de San Justino, conocido escritor
apologético del siglo II. En su “Diálogo con Trifón” pone como argumento a favor
de la veracidad de la doctrina cristiana el carisma profético que permanece en la
Iglesia:
“Porque entre nosotros se dan hasta el presente carismas proféticos; de donde
vosotros mismos debéis entender que los que antaño existían en vuestro pueblo, han
pasado a nosotros. Mas a la manera que entre los santos profetas que hubo entre
vosotros se mezclaron también falsos profetas, también ahora hay entre nosotros
muchos falsos maestros” 65 .
Después de la lectura de estos textos podemos llegar a una primera
conclusión, que nos permite hacer algunas afirmaciones importantes. En primer
lugar, en la Iglesia primitiva existía la figura de los profetas, y no pasaba
desapercibida, como si fuera algo colateral. De hecho había un problema a la hora
de distinguir los verdaderos de los falsos; de ahí que hicieran falta criterios de
discernimiento. El primer y el más importante criterio era la compatibilidad entre lo
dicho y lo hecho. El profeta debía poner en práctica lo que anunciaba. Otro criterio
muy importante era su total desapego de los bienes materiales, sobre todo del
63 D. Ruiz Bueno (ed),” Padres Apostólicos…”, 776.
64 D. Ruiz Bueno (ed), “Padres Apostólicos…”, 776-777.
65 D. Ruiz Bueno (ed), Padres Apostólicos…”, 1198.
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