1.2 La cabeza bien puesta
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laicidad, hay que ponerla en marcha en contra de las Barbaries<br />
y de los Ídolos modernos.<br />
Hay que hacer resurgir la laicidad. <strong>La</strong> laicidad que, en una<br />
primera mirada, es la constitución y la defensa de un espacio<br />
público del pluralismo, discusión de ideas, tolerancia, es algo<br />
más profundo y más fundamental de lo que expresó el<br />
movimiento laico de la Francia republicana a comienzos de<br />
este siglo. Es lo que constituye la originalidad de la cultura<br />
europea moderna, tal como se desarrolló a partir del Renacimiento:<br />
es, simultáneamente, la portadora y el fruto de la<br />
problematización generalizada que rompió la concepción del<br />
mundo medieval: problematización acerca de Dios, del mundo,<br />
de la naturaleza, del hombre, de la ciudad, de la verdad.<br />
Es, simultáneamente, la portadora y el fruto de la dialógica<br />
propia de la cultura europea, que se define no por tal o cual<br />
verdad o doctrina, sino por la relación antagónica, complementaria,<br />
activa, de las ideas y verdades o<strong>puesta</strong>s. De manera que<br />
la laicidad es, en primer término, la "problematicidad" permanente<br />
(Patocka), el cuestionamiento ininterrumpido, la dialógica<br />
que sigue resistiendo, que hicieron y produjeron lo más rico<br />
y preciado de lo hecho y producido por la cultura europea.<br />
Esta problematización, este cuestionamiento, es lo que<br />
tenemos que despertar oy en contra de las nuevas evidencias<br />
oscuras, los nuevos Idolos. Lo que hay que cuestionar y<br />
problematizar hoy son no sólo las Barbaries y los Oscurantismos<br />
que subsisten en el mundo contemporáneo, sino<br />
también las Barbaries y los Oscurantismos que nacieron de<br />
la modernidad y que, a veces, aliados a las formas antiguas<br />
de las Barbaries, se despliegan sobre nuestro siglo.<br />
Así, no son solamente los nuevos despliegues del capitalismo,<br />
son la técnica y la ciencia, la hipertrofia de los Estados,<br />
sus consecuencias conjuntas en la tecnocracia, la burocracia,<br />
la hiperespecialización generalizada como en la fragmentación<br />
de las existencias, la atomización de los individuos, las<br />
degradaciones ecológicas y morales que aportaron, primero<br />
en el interior de sus progresos reales, luego amenazando<br />
cada vez más estos mismos progresos, una Barbarie propia<br />
de nuestra civilización, un oscurantismo propio de nuestros<br />
espíritus que se creen racionales. <strong>La</strong> elucidación producida<br />
por las ciencias está acompañada no sólo por una fragmentación<br />
disciplinaria del conocimiento excesiva sino por una<br />
ceguera acerca del proceso de la aventura científica, la<br />
liberación de formas de manipulación descontroladas, el<br />
reinado arrogante y oscurantista de los expertos, incapaces de<br />
concebir lo que está fuera de su competencia especializada,<br />
incapaces de pensar los problemas globales y fundamentales.<br />
El mundo laico debe saber que, como siempre, el nuevo<br />
enemigo viene del interior. No se trata más de blandir el<br />
estandarte de la ciencia, de la razón, del progreso sino de<br />
hacerles preguntas, se trata de movilizarse en contra de las<br />
Evidencias impensadas de la Tecno-Ciencia.<br />
y éste es un problema democrático clave. Existen zonas<br />
cada vez más amplias en las que se produce una regresión de<br />
la democracia. Esto sucede en los lugares en los que el<br />
desarrollo científico y técnico plantea nuevos problemas<br />
vitales para todos, desde el arma termonuclear hasta las<br />
manipulaciones genéticas, que pronto serán cerebrales y las<br />
que se producen en torno del nacimiento, la maternidad, la<br />
paternidad, la enfermedad, la muerte, la vida. En estos casos<br />
se crean comités de expertos que lo único que hacen, como<br />
mucho, es divulgar sus opiniones en los medios masivos de<br />
comunicación, pero los ciudadanos están cada vez más<br />
desposeídos, porque los nuevos depositarios de un saber<br />
esotérico y especializado los remiten a su ignorancia. Una<br />
N omenklatura de expertos y especialistas no sólo monopoliza<br />
los problemas sino que los fragmenta y los desintegra.<br />
Esto hace que el nuevo combate de la laicidad sea el<br />
combate para promover una democracia cognitiva. En otros<br />
términos y en otras condiciones, éste era el sentido del<br />
apostolado de los maestros a comienzos del siglo. Este es el<br />
combate que hay que retomar y transformar.<br />
y esto es mucho más necesario ahora que nuestras mentes<br />
están liberadas de la hipoteca y de la amenaza totalitarias,<br />
que durante décadas hicieron que algunos de nosotros nos<br />
restringiéramos a intentar hacer comprender lo que, finalmente,<br />
la caída del Muro de la Ceguera de los Obtusos<br />
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