1.2 La cabeza bien puesta
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Ahora puedo referirme a la idea de Mac Lean sobre el cerebro<br />
del ser humano. Este cerebro es tri-único. Así como en la<br />
Trinidad divina hay tres seres en uno, distintos y el mismo,<br />
de la misma manera, nosotros tenemos un cerebro de la<br />
época de los reptiles o paleocéfalo, sede de nuestras pulsiones<br />
elementales: la agresividad, el celo sexual; un cerebro<br />
mamífero con el sistema límbico, que permite el desarrollo<br />
de la afectividad y, finalmente, tenemos el córtex y, sobre<br />
todo, el neo-córtex, que desarrolló formidablemente el cerebro<br />
del homo sapiens y que es la sede de las operaciones y de<br />
la racionalidad. Tenemos, por lo tanto, estas tres instancias.<br />
Lo interesante es que no existe una jerarquía estable entre<br />
los tres: la razón no dirige los sentimientos y controla las<br />
pulsiones. Podemos tener una permutación de jerarquías y<br />
puede ser que la agresividad utilice nuestras capacidades<br />
racionales para lograr sus fines. Existe una inestabilidad<br />
extraordinaria, una jerarquía de permutación entre las tres<br />
instancias, pero lo notable es que el "yo" está ocupado tanto<br />
por el doctor Jekyll, tanto por Míster Hyde. En los casos de<br />
desdoblamiento de la personalidad, existen dos personas<br />
totalmente diferentes que tienen escrituras diferentes, características<br />
diferentes, que, a veces, tienen enfermedades<br />
diferentes y la persona que domina es la que dice "yo", es<br />
decir, la que ocupa el lugar de sujeto. Y agrego que lo que<br />
llamamos nuestros cambios de humor son modificaciones de<br />
la personalidad. No sólo tenemos papeles sociales diferentes<br />
sino que estamos ocupados por personalidades diferentes a<br />
lo largo de nuestra vida. Cada uno de nosotros es una<br />
sociedad de varias personalidades. Pero existe este "yo" de la<br />
subjetividad, esta especie de punto fijo que está ocupado<br />
tanto por una, tanto por la otra.<br />
Cuando uno se detiene en la concepción clásica del "yo"<br />
("moi") según Freud, ese "yo" nace de la dialéctica entre el<br />
"ello" pulsional que viene de las profundidades biológicas y<br />
el "superyó" que, para Freud, es la autoridad paterna, pero<br />
que puede transformarse en un "superyó" más amplio, el de<br />
la patria, la sociedad. Ese "yo" se encuentra en una dialéctica<br />
incesante con el "ello" y el "superyó". Aquí también existe un<br />
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problema de ocupaClOn. Cuando estamos poseídos por el<br />
"superyó", seguimos diciendo "yo", de la misma manera que<br />
decimos "yo" cuando proseguimos fines puramente egoístas.<br />
Uno dice "yo" cuando se dedica a las operaciones intelectuales<br />
más austeras y dice "yo" cuando se dedica a los juegos<br />
eróticos más desenfrenados.<br />
El "yo" en tanto "yo" emerge tardíamente en la experiencia<br />
de la humanidad. Como sabemos, los niños hablan de ellos,<br />
primero, en tercera persona. Podemos darle un valor al<br />
menos simbólico a lo que <strong>La</strong>can había denominado el "estadio<br />
del espejo", momento muy importante para la constitución<br />
de la identidad del sujeto: objetiva un "yo" (moi) que no<br />
es otros que el "yo" Ve) que mira y en este estadio se realiza<br />
el vínculo entre la imagen objetiva y el ser subjetivo. En mi<br />
libro L 'Homme et la mort, insistí en la fuerte presencia del<br />
"doble" en la humanidad arcaica: el doble, espectro objetivo<br />
e inmaterial del propio ser, lo acompaña sin cesar, y se lo<br />
reconoce en la sombra, en el reflejo. El doble se pasea en los<br />
sueños mientras el cuerpo está inmóvil. Por lo tanto, este<br />
doble es una experiencia de vida cotidiana antes de ser el<br />
ghost (fantasma) que se liberará en el momento de la muerte,<br />
cuando el cuerpo se descomponga. El doble es un modo<br />
reificado de la experiencia del "yo soy yo" en el que el "yo"<br />
(moi) primero toma la forma,justamente, de ese gemelo real<br />
pero inmaterial. Ese doble se interiorizará; en las sociedades<br />
históricas dará lugar al nacimiento del alma que, por otra<br />
parte, con frecuencia está vinculada con el soplo vital, como<br />
en los griegos y los hebreos. El "alma" y el "espíritu" son<br />
maneras de nombrar, de representar, la interioridad subjetiva<br />
con términos que designan una realidad objetiva específica.<br />
Podemos decir que alguien "no tiene alma" y comprendemos<br />
qué queremos decir. Por lo tanto, tenemos diferentes<br />
maneras de nombrar esta realidad subjetiva que, para<br />
nosotros, no está estrictamente limitada al "yo" y al "mí" sino<br />
que, justamente, en esta dialéctica entre el "yo" y el "mí"<br />
toma forma de alma y de espíritu y resurge con lo que<br />
llamamos la "conciencia".<br />
Y, en este caso, la definición de sujeto que les propongo es<br />
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