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Mundo Ejecutivo Abril 2020

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CRÓNICAS<br />

DESDE<br />

EL FUTURO<br />

GABRIELA ALATRISTE<br />

Comunicóloga con 25 años de<br />

experiencia en estrategias de<br />

comunicación y responsabilidad<br />

social empresarial<br />

erantiemposde@gmail.com<br />

EL RACISMO ENCUBIERTO QUE ERA<br />

MÁS CONVENIENTE NO RECONOCER<br />

Eran tiempos de racismo, pero en México no se<br />

percibían como tal. En 2019, las personas no se<br />

reconocían como discriminadoras, al contrario,<br />

se regocijaban y presumían que las mujeres<br />

que trabajaban en sus casas como personal<br />

doméstico eran “como de la familia”.<br />

Ese mismo año, un director de cine mexicano,<br />

que ya había alcanzado cierta fama, se coronaba<br />

en los Premios Óscar con la estatuilla<br />

a Mejor Película Extranjera con Roma, película<br />

cuya trama puso temporalmente en boga el<br />

tema de la relación que las familias mexicanas<br />

de clase media y alta entablaban con las personas<br />

que las ayudaban en las labores domésticas.<br />

En esta joya del antiguo cine mexicano, de<br />

principios de siglo, vemos que Cleo, la ‘muchacha’<br />

que labora en la casa de la familia protagonista,<br />

salva a los niños de que se ahoguen en<br />

el mar. Al regresar a casa, la abuela agradece<br />

emotivamente a Cleo que sus nietos sigan vivos,<br />

para inmediatamente pedirle que le sirva<br />

un vaso de leche (al fin, para eso le pagaban).<br />

Nadie pareció notar el detalle en el momento.<br />

En las reuniones sociales, todos trataban de<br />

dejar claro que respetaban los derechos de<br />

las trabajadoras domésticas que trabajan con<br />

ellos, que les pagaban el doctor cuando necesitaban<br />

y que les daban aguinaldo, porque les<br />

tenían cariño y eran buenas personas. Sobra<br />

decir que trabajaban sin contrato, prestaciones<br />

y sin protección social.<br />

En el México del año 2019 nadie era racista,<br />

ni pensarlo. Tan sólo vivíamos como en los<br />

Estados Unidos de la década de 1950. Muchas<br />

de las familias habitaban condominios con<br />

reglamentos internos que establecían ciertos<br />

accesos para el personal de servicio, distintos<br />

a los de los condóminos, elevadores prohibidos<br />

para las trabajadoras domésticas o espacios en<br />

los que no podían ser vistas, cómo áreas comunes,<br />

gimnasios, mucho menos albercas. Era un<br />

esquema muy similar al que se vivía en el país<br />

vecino del norte 70 años antes, cuando las personas<br />

de color no podían usar el mismo transporte<br />

público que los blancos, por ejemplo. Sin<br />

embargo, los mexicanos se quejaban de que<br />

los estadounidenses eran racistas con ellos. Al<br />

menos los americanos tenían una legislación<br />

que abordaba el tema, aún cuando gobernaba<br />

Donald Trump (sí, aunque nadie quiera recordarlo),<br />

ellos hablaban del tema y lo discutían<br />

en el Congreso.<br />

Era la época en la que, para las familias acomodadas,<br />

estaba de moda la comida orgánica,<br />

porque acababan de descubrir el daño que<br />

provocaban los alimentos con hormonas en el<br />

largo plazo. Era común que en el refrigerador<br />

de la cocina separaran la comida “para la familia”<br />

y “para las muchachas”, porque los huevos<br />

orgánicos eran más caros y las hormonas le<br />

caían mal a la señora y señorita de la casa, pero<br />

a la trabajadora doméstica no, así que no tenía<br />

caso gastar el pollo orgánico en ella. Perfectamente<br />

justificado, nadie lo vio mal por muchos<br />

años más.<br />

En esos tiempos, los mexicanos sí eran racistas,<br />

muy racistas, pero nadie se los había hecho<br />

saber. Las prácticas discriminatorias, hoy<br />

ampliamente documentadas desde manifiestos<br />

hasta piezas de arte, no eran reconocidas<br />

como tales.<br />

Vaya que hemos avanzado. Hoy, las personas<br />

mayores que al leer esta columna reconozcan<br />

que vivieron las situaciones que aquí describo,<br />

podrán tener una de dos reacciones: las menos,<br />

se justificarán diciendo que “así era la época”,<br />

sin asumir responsabilidad alguna (vergüenza<br />

para ellos); las más, se sentirán apenadas<br />

de haber participado de esas costumbres y se<br />

congratularán de haberlas dejado atrás.<br />

Increíble que hace tan poco, todo esto fuera<br />

cierto. Pero… eran otros tiempos.<br />

30 ABRIL mundoejecutivo.com.mx

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