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Los de adelante corren mucho - Javier Ruán

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Maldonado, cómo la lloró sin encontrar consuelo, en su desesperación

recurrió a su entrañable amigo Margarito Montaño.

–¡Entiéndeme Margarito! Siento como si mi vida se hubiera

desgarrado sin mi Melitona Mercedes, ¡y no me hallo!,

la mera verdad ¡no me hallo! Me imagino que soy como un caballo

sin brida, de esos que andan perdidos. De modo que te

encargo que nadie me interrumpa.

–Pero, ¡estás trastornado Cristóbal! ¿Cómo que te vas a

encerrar en la troje? y nomás pa’ dejarte morir.

–No te estoy pidiendo permiso Margarito, ya lo decidí,

voy a llorar de día y de noche hasta que se me rompa el

corazón. Y te repito: la vida sin mi Melitona Mercedes no tiene

el menor interés.

Margarito lo mira impotente.

–Ta’ bien hombre, será como tú dices.

–Y abusando de tu buena amistad Margarito, necesito

que me hagas otro favor.

–Tú dirás, Cristóbal.

–Como lo más seguro es que se me truene el corazón,

quiero que me hagas la caridad de enterrarme junto a mi

Melitona Mercedes.

–Po’s si esa es tu voluntad, así lo haré Jaimes.

–¡Ah! Pero lo más importante. En el tapanco está la madera

pa’ mi caja. La vas a reconocer porque ya está preparada,

solo falta ensamblarla. No me vayas a quedar mal, porque yo

personalmente fui al cerro del Capén a escoger un encino, y

llevé la madera a Paracho pa’ que la laquearan.

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