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MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de arquitectura patrimonial

Una obra de arquitectura patrimonial

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Así como en sus líneas formales la iglesia debía armonizar

con lo ya edificado y diseñado por Bellalta, la materialidad

no podía sino ser el hormigón armado. Más aun por sus

dimensiones esbeltas, muros de 12 m de alto por 14 m de

ancho y solo 20 cm de espesor y sin una losa de hormigón

que los uniera, ya que la techumbre está formada por una

placa de estructura metálica que en gran parte cuelga por

tensores de acero ocultos en los perfiles metálicos de las

ventanas. La impresión de un visitante es gráfica: El espacio

parece limitado por placas misteriosamente unidas que

podrían en cualquier momento desarmarse. El que esto

no haya pasado después de dos terremotos es mérito del

calculista. El tratamiento de los muros pintados a la cal es

concreto a la vista. Gracias a la imperfección de los moldajes

de madera de pino en bruto, que entonces era lo corriente,

intencionadamente mediante cuñas se forzaron los quiebres

entre las tablas, obteniéndose una superficie aún más

rugosa. La luz rasante de las ventanas superiores le da a esta

rugosidad una belleza especial, y contribuye a la intención

de la arquitectura de austeridad ascética que buscábamos.

El pavimento interior es una carpeta de concreto afinado

sobre la losa y con canterías que recortan el piso. Dichas

canterías dan dirección al caminante hacia los puntos más

importantes como hacia la Virgen, la capilla del Santísimo y

especialmente hacia el altar mayor.

En cuanto a la relación de la obra con el entorno, debe tenerse

presente que al momento de proyectarse la iglesia solo

existían en el lugar el block de celdas, el que miraba hacia el

valle de La Dehesa y servía como respaldo de la plataforma

rectangular que sería el patio del claustro. Ya se había decidido

que el acceso al monasterio sería por el poniente del cerro Los

Piques y que la iglesia debía estar ubicada como remate de

dicho acceso junto a la portería del convento.

El trazado del camino estaba por hacerse. Para ello sería

determinante la presencia del valle de Las Condes, el que

se experimentaba como una gran corriente espacial, llena

de dinamismo hacia el valle de El Arrayán, cada vez más

estrecho culminando con las altas cumbres cordilleranas de

El Altar y El Plomo. Aprovechando esta flecha dinámica del

valle, el camino, que debía haber doblado junto a las cotas

naturales del cerro, se lanzó en línea recta hacia ese centro

focal cordillerano a costa de un buen terraplén. Y la iglesia,

que prudentemente podría haber estado bien asentada

y empotrada en el cerro, se sacó al encuentro del camino,

interceptándolo. De este modo la iglesia se recortaría contra

la cordillera haciendo de esta su propio telón de fondo.

Por último no puedo dejar de dar cuenta de algo esencial:

La iglesia es un verdadero regalo de Dios, dada nuestra real

incompetencia y el resultado obtenido, cosa de la que he

llegado a tener plena conciencia con el paso del tiempo.

Los proyectistas de Ia iglesia fueron el Hno. Martín Correa

y el entonces Hno. Gabriel Guarda, llevándose a cabo

Ia construcción durante los años 1963 y 1964. Colaboró

estrechamente durante todo el desarrollo del proyecto y

Ia construcción Patricio Gross, egresado de la Escuela de

Arquitectura de la Universidad Católica. Raúl Ramírez, junto

a su ayudante Carlos Wiegand, estuvo a cargo del cálculo

estructural y Salinas y Fabres y Cía. Ltda. actuó como empresa

constructora a través de uno de sus socios, Fernando Salinas.

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