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MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de arquitectura patrimonial

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8 SIGNIFICADO ARQUITECTÓNICO

Y PATRIMONIAL DEL MONASTERIO

El conjunto de edificios que conforman el monasterio

Benedictino de Las Condes fueron proyectados y construidos

en un período de 27 años, que va desde 1953, en que se

convoca el concurso inicial, hasta 1980 en que se levanta

la biblioteca. Los arquitectos que realizaron dichas obras

pertenecen a una generación que se formó en el espíritu del

movimiento moderno internacional y muy especialmente

en la huella de Le Corbusier y el Bauhaus de Walter Gropius.

Si bien aparecen en la arquitectura nacional intentos por

reproducir muy fielmente los vocabularios formales de los

maestros, las condiciones locales, entre las que destacan

las exigencias antisísmicas y las restricciones económicas,

hicieron modificar los modelos iniciales, produciendo obras

de una cierta claridad formal y sencillez de materiales.

La mentalidad racionalista, poco imaginativa, el temor al

ridículo, resultado de la educación nacional, y por otra parte

el peso de una tradición de orden que tal vez se expresaba

en el simple clasicismo de la arquitectura más o menos

espontánea, favorecieron dentro del movimiento moderno

la aparición de obras discretas, equilibradas, lejanas a la

exuberancia y a la fuerte originalidad de las creaciones

brasileñas o mexicanas de la época(1).

Sin desconocer la inserción del monasterio dentro del

movimiento moderno y el empleo de todos sus elementos

técnicos y formales, de los cuales ya el primer edificio

proyectado por Jaime Bellalta es un buen ejemplo y cuya

huella se descubre en todo lo que sigue, las obras de Las

Condes poseen una novedad que arranca del desafío de

acoger la vida contemplativa de un conjunto de monjes

benedictinos en un medio geográfico que es asumido como

determinante del proyecto. Hay una articulación de espacios

y volúmenes puros, de hormigón coloreado de blanco, que

demuestran una particular interpretación de la arquitectura

contemporánea con un alto grado de expresión poética y

calidad estética(2).

No obstante la diversidad de arquitectos que participaron en

el monasterio, pero debido, indudablemente, a su fidelidad

al modelo inicial y a una formación más o menos común,

el resultado es una obra unitaria, con inflexiones propias

de cada uno de los edificios que conforman el conjunto.

La composición formal que sigue una geometría nítida, el

elaborado juego de planos y el control de la luz, que en la

iglesia alcanza una “corporeidad inmaterial”, recuerdan la

lección básica de Le Corbusier: la arquitectura como el sabio

manejo de los volúmenes bajo la luz.

Pero, junto al anterior, hay en el monasterio benedictino

una fuerza que nace de la voluntad de hacer realidad

el encuentro de la arquitectura, como manifestación

cultural, con la fe cristiana. La fe se intenta encarnar en la

arquitectura y a través de la materialidad arquitectónica, del

espacio y la forma de los edificios, expresar los fundamentos

trascendentes que sustentan, guían y ordenan lo construible.

(1) Mario Pérez de Arce L.: “Notas sobre arquitectura moderna en

Chile”, en “Revista del Arte y la Arquitectura en América Latina”,

Nº 8, Vol.2, Colombia, 1982.

(2) Ibid.

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